sábado, 27 de octubre de 2007

¿Novísimos nuevos?

Leonardo Cabrera, por Larry (Alfonso Larrea)

Ayer a la tarde escuché una entrevista a Juan Rodríguez Laureano (Melo, 1980), Leonardo Cabrera (San José, 1978) y Pedro Peña (San José, 1975) en AM 1050 SODRE. El programa se transmitió desde la Feria del Libro de San José y, por lo que pude notar, al aire libre. Me gustó mucho, aunque me quedé con ganas de escuchar mucho más, porque al ser tres los entrevistados, y con el grado de locuacidad que tenían, el tiempo fue muy poco.
De inmediato los conductores, Alfredo Fonticelli y Pablo Silva Olazábal, destacaron el aspecto juvenil de los escritores, digamos que entre los 25 y los 30 años. Incluso en un momento, no sé si en serio o en broma (¡bah!, creo que en broma), Peña habló de "generación 2007" (¿porque en este año se hizo un programa sobre escritores jóvenes?). Como sea, lo cierto es que en el fondo me pareció un programa muy importante y por eso lo grabé. Creo que pudieron verse, siempre dirigidos por lo conductores en sus preguntas, algunos aspectos básicos de interés entre los entrevistados. Por ejemplo el tema, quizás puesto sobre la mesa por Leonardo Cabrera, de la relación entre la juventud y el impulso creativo, los orígenes de un narrador, y por qué se empieza antes con los relatos breves que con la novela. También el tema de los micro-cuentos (tan alentados desde las páginas de la revista La Letra Breve)... Pero algo que me pareció importante y que se rozó apenas fue la relación entre los narradores jóvenes y el mercado; por ahí fue Pedro Peña el que puso un énfasis, algo agregó Rodríguez Laureano y después Cabrera pasó a hablar de "una ética del narrar". Si se quería dar una idea de corte generacional, creo que también los entrevistados con sus respuestas dieron una idea cabal de diferencias precisas, de puntos de partida diversos, de disimilitudes dentro de ciertas supuestas similitudes. Creo que algo de eso se nota cuando hablan de sus relatos favoritos. Va ahora la transcripción de algunos pasajes...
Cabrera: Cuando uno es joven no tiene idea del largo aliento, digamos, ni tampoco un conocimiento y una experiencia de determinadas cosas que exigirían el envase de una novela, que exigirían desenvolverse de otra manera y con otra complejidad. Sin embargo, una idea que puede ser más o menos modesta, o un par de ideas se pueden articular en un cuento que tal vez no ocupe más de diez páginas con un éxito...
Fonticelli: ¿Ninguno de los tres arranca a escribir sin saber para dónde va?
Peña: Yo sí, dos por tres arranco a escribir sin saber adónde voy. Últimamente por ejemplo empecé a escribir una cuestión que tenía que ver más con el realismo y resulta que uno de los personajes, de tanto no saber adónde voy, se me terminó convirtiendo en un hombre-lobo, no sé, de buenas a primeras...
Fonticelli: Abandonando el realismo...
Peña: Sí, claro... Era... una especie de estudiante...
Cabrera: ¡Es un hombre-lobo realista!...
Fonticelli: ¡Ah, bien!...
Peña: Me parece que en determinado momento, si bien me ha pasado de todo, de repente una idea de un final te lleva a elaborar un cuento más logrado donde vos podés divertirte en la escritura. Si no, de lo contrario, sufrís mucho, porque tenés una idea o un personaje o una serie de cuestiones filosóficas que vos querés desarrollar y de repente eso se te trastoca, o va y viene... en el camino leíste algo que te motivó a hacer tal cosa o escuchaste una canción o te pasó algo en la vida cotidiana que influyó en la forma en la que vos estás escribiendo y el que paga el pato es...
Fonticelli: El lector...
Peña: No... y el cuento que estás haciendo...
Fonticelli: Juan, ¿cómo es tu vínculo con eso de escribir un cuento? ¿Sos de armar una idea, sos de arrancar y de ir retocando, cuál es tu camino?
Rodríguez Laureano: Me molestan algunas ideas a veces... La idea está ahí, y llevarla a un cuento, llevarla a un desarrollo es lo más difícil porque a veces ni siquiera tenés el desarrollo... Me pasó con este cuento del "Paco Espícola" [se refiere al cuento "La forma del Infierno", con el que ganó el reciente Primer Premio Paco Espínola de relatos breves], o sea la idea era en una nada de tiempo una secuencia de sufrimientos infernales para cualquier tipo...Escribirlo fue lo más difícil: soportar la idea hasta que estuviese el cuento terminado. Eso fue lo más difícil.
Silva Olazábal: Con respecto al cuento, Pedro Peña decía que él iba escribiendo y que iba cambiando, pero al final,cuando se termina el cuento, ¿ustedes creen la idea de que un cuento apunta a un solo lado, apunta al final como una flecha?
Peña: Bueno, a mí sí me gustaría que apuntara para el lado que yo quiero... El tema es que está el viento, la pericia del arquero, hay una serie de cosas que trastocan el lugar y el objetivo. Cuando tengo un objetivo claro a veces le erro. Hay una serie de cosas que se atraviesan en el medio, como te decía... Pero cuando le das, cuando ves que te quedó y le das al objetivo, empieza una satisfacción muy grande, tanto que te cuesta mucho volver a ese cuento porque no lo querés retocar en un principio, entonces lo que está bueno hacer, lo que yo he aprendido a hacer, un poco conversando con algunos, con Leonardo, por ejemplo, como con algunas otras personas cercanas a mí en el plano literario, es dejar las cosas dormitar un rato y después volver a ellas a ver qué tal, y resulta que después a los dos o tres meses "el gran cuento que llegó al objetivo" se deshace, se deshace un poco. Más si tenemos la constancia de ser autocríticos, que me parece que es lo que el lector se merece.
Cabrera: Yo creo que sí, que el cuento persigue un efecto, por lo menos el cuento como lo concibo yo. El tema es que, por ejemplo, cuando empecé escribiendo cuentos era extremadamente efectista. Perseguía un efecto... aunque la metáfora del box de Cortázar está extremadamente utilizada, la de que el cuento gana por knock-out y la novela te gana por puntos, creo que así, no porque sea muy utlizada y se haya repetido tanto, ha perdido verdad. A mí me pasa que considero que tiene que cumplir un efecto. Porque en ese tiempo la intensidad y el vértigo del cuento es lo que para mí le da la fuerza.Por eso el cuento hay que trabajarlo tanto como si fuera un mecanismo de relojería. El que lee un cuento tiene que decir: "Bueno, pero acá todo tiene que estar en un lugar por algo".
Fonticelli: ¿Un ejemplo de cuento?
Cabrera: "Por un bistec", de Jack London. Es uno de los mejores cuentos que he leído. Yo lo estaba leyendo, me acuerdo, en un verano, una noche en Atlántida, sentado en la playa mientras mis amigos revoloteaban, y yo decía: "No... Que no pierda, por favor... Que no vaya a perder este hombre". Y llega un punto en el que me digo: "Va a perder. Va a perder". Y perdió nomás.
Rodríguez Laureano: Un relato un poco más largo que un cuento: "Bartleby, el escribiente", de Melville... "Bartleby...". El personaje es lo menos efectista posible, es la negación total de las cosas. El cuento termina como un puch, pero la historia de Bartleby es justamente la más perfecta historia del anti-héroe. Todo el cuento es la relación que se establece por la falta de voluntad de Bartleby en sus acciones, en su cabeza y en la ignorancia del otro personaje de lo que le está pasando al tipo que tiene al lado, hacen que el personaje del cuento no sea ninguno de los dos sino la relación establecida, la relación vaga que al final tienen...
Silva Olazábal: Pedro Peña: ¿un cuento?
Peña: ¿Tres cuentos dijeron que se podía decir? (Risas)
Fonticelli: Vamos a ver si lo dejamos...
Peña: Uno es "Luvina", de Rulfo, que me parece un cuento notable... Después, hay un cuento que me impacta siempre que lo leo, que es "La tercera expedición", de Ray Bradbury, incluso me emociona y me hace llorar en algunas partes. Y el otro que siempre me gusta recomendar es "María del Carmen", de Paco Espínola, que ya que estamos en la tierra de Paco, "María del Carmen" es un de esos cuentos perfectos, donde además hay un gran papel del humor metido en toda esa situación morbosa de un casamiento entre una muerta y un pretendiente que la ha dejado embarazada.
Fonticelli: Pedro... Ustedes cuando hacían La Letra Breve, ¿alguna vez recibieron mini cuentos, micro relatos? ¿Qué opinan de ese género?
Peña: Recibimos. Más que nada el que los recibía era Leonardo, que era el que se encargaba de esa parte. Eran a mi entender un gran aporte a la revista. Eran como perlas que nosotros poníamos en el medio de las páginas, sobre todo siguiendo los criterios de edición de Leonardo que tenían que ver con facilitar la lectura de la revista, como una especie de descanso tras el artículo largo o el cuento largo. Sería injusto no mencionar también cuentos que he leído recientemente, inéditos, que salieron en la revista o de gente conectada con la revista. Por ahí hay un cuento que se llama "Matrimonio", de Damián González Bertolino, que es muy bueno y que es un cuento que está inédito, y en la revista no dio el tiempo para publicarlo porque la cerramos antes. Y por ahí otro cuento de un amigo de Leonardo, de Minas... Es un cuento que se llama "El tala de los angelitos", de Leonardo de León.
Cabrera: A mí el micro cuento me gusta mucho. Yo recuerdo que cuando empezamos a sacar micro cuentos en la revista algunas profesoras de literatura de acá los utilizaban en las clases y analizaban los micro cuentos y alentaban a escribirlos y a diferenciar que no era una adivinanza, no era que algo se escondía, era una historia a la que le faltaban partes y que estimulaba y que era más lo que no se decía que lo que se decía.
Rodríguez Laureano: Es difícil la diferencia me parece entre el micro relato y la poesía que hacen algunos relatos. Por ejemplo en Pizarnik. Hay cosas de Pizarnik que me parece mucho de los micro relatos: la presencia de lo ausente. Y eso es quizás la esencia del micro relato. En un micro relatos qué entrarán. ¿Dieciséis palabras, veinte palabras? No mucho más... Con veinte palabras encarar una situación, desarrollarla y terminarla es muy difícil. Entonces lo que me parece es que el micro relato lo que tiene que ser es un paréntesis.
(...)
Silva Olazábal: ¿Cómo ven ustedes el futuro o el presente en este momento en que la industria editorial casi que no publica cuentos?
Peña: Eso tiene que ver con difusión... Yo la verdad que reniego del cuento ahora mismo, quiero escribir una novela, en lo posible que se trate de la dictadura o que tenga que ver con alguna figura histórica del pasado, y voy a ver si me dedico a eso a ver si puedo hacer plata, porque escribir cuentos de ciencia-ficción me parece que en ningún momento me va a dejar. No, en serio... Creo que el ambiente editorial uruguayo casi que es pésimo con el tema de los cuentos. Quisiera pensar que el último libro de Ricardo Prieto es de cuentos. No lo tengo muy claro. El otro día estuvo en la Feria y habló un poco de ese tema. Pero se editan muy pocos. Los escribimos cuentos estamos casi que ninguneados. Hay una literatura que transita por lugares muy comunes. Y bueno, apelamos al morbo y a la figura conocida y escribimos algo como lo de Paco [Casal]. De todas formas, lo que a mí parece plantear es que es difícil, es raro que salgan cuentos, porque se aspira a otra cosa. Los libros más vendidos son de cocina o tienen que ver con esta especie de fenómeno de investigar una personalidad. Los formalistas rusos que hablan de la literariedad como designadora de la obra de arte literaria se arrancarían los pelos.
Rodríguez Laureano: Pensar en el cuento y en la venta masiva, por lo menos acá en Uruguay, es estar un tanto errado. Después buscar sus motivos, te lleva a una conclusión fácil: se edita poco. A todo el mundo cuando llega a una editorial [le dicen]: "No, cuentos no. Pensá mejor en una novela, o pensá mejor en un ensayo. Eso es lo que más se vende". El último libro de Ricardo Prieto es de cuentos... Hay pocos escritores que como Ricardo Prieto se hayan empecinado en editar libros de cuentos, que no son escritores que vendan muchísimo. Pero yo no recuerdo a cuentistas uruguayos que no hayan logrado una venta que no sea por los canales del boca a a boca o la del librero que leyó y que le gustó. Los canales de difusión de los cuentistas están cerrados, o por lo menos no están visibles.
Cabrera: El tema ahí está en la responsabilidad ética del creador, en ese empecinamiento del que hablaba Juan recién. Ese empecinamiento tiene que existir, porque no puede ser que el mercado a mí me marque qué es lo que yo tengo que hacer. Si yo voy a una editorial y me dicen "Escribite una novela", yo les voy a decir: "Yo voy a escribir una novela si me surge". El punto es que yo quiero ser leído por mis lectores. Pero bueno, habrá que seguir contra la pared. Habrá que esperar que surjan otras revistas como la que teníamos nosotros, y que de repente vuelve.
Peña: A ver, vamos a aclarar un tema. Yo soy crítico con el tema literario y con el tema editorial. Pero también no está en que sea una novela de dictadura... La literatura es buena o mala. No hay otra cosa. Así como hay novelas históricas como "¡Bernabé, Bernabé!", que es notable, me imagino que debe haber otras que no lo son tanto. El tema no es atacar el género, sino atacar cuando alguien persigue el éxito después de que uno lo colocó como arquetipo, y cuando aparece una novela histórica que logró un éxito determinado y después viene atrás alguien esperando el éxito y pensando con una mente comercial dice: "Voy a repetir esta fórmula". Eso es lo que yo critico. Yo tengo por ejemplo ahora las memoria de Damiani, una cosa así, después del éxito de Paco... de Paco Casal estoy hablando... Discriminar es muy bueno también, es saber qué es bueno y qué es malo, qué literatura de la dictuadura es muy buena, "El furgón de los locos", se me ocurre, y qué literatura es más advenediza. Ese es el tema.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Anales de la literatura uruguaya (I)

Una temprana imagen de Ronnie "Chelo" Martinelli (Durazno, 1960-2004), entre la halterofilia y la conversión al eto-ecologismo

Con este texto de hoy se da por inaugurada la serie ANALES DE LA LITERATURA URUGUAYA, un esfuerzo a fondo que trae por detrás el otro esfuerzo, el de varios colaboradores de tartatextual todos desparramados por el país y que no se cansan de buscar y de también encontrar lo que se podría llamar "el otro canon", o sea: esos escritores que han quedado desplazados de la historia de nuestra literatura debido a múltiples factores como la política, el centralismo montevideano o la inteligencia. Porque, ¿cuántos verdaderos valores han quedado al costado del camino sin que los lectores comunes y corrientes los conozcan o sin que los profesores de Literatura puedan poner sobre ellos pruebas sorpresas cuando no tienen ganas de dar clases y así poder entrar con sus celulares a salas de chateo porno para aficionados a los perritos pekineses? Autores de los que el "Diccionario de autores uruguayos" no refleja nada y que es un libro que como hemos visto consiste en realidad en dos tomos de color verde, uno que dice "uno" y el otro que dice "dos"; autores de los que los dos tomos de "Literatura uruguaya contemporánea", dirigidos por Raviolo y Rocca tampoco
dicen nada, porque la colección menciona autores que eran deudores del BPS; autores de los que tampoco dice nada la última edición del "Diccionario de la cultura uruguaya", de Miguel Ángel Campodónico, que es un libro con una tapa espantosa. ¡Sí! ¡Atención estudiantes y amantes de la literatura en general, atención profesores de literatura y empleados del Banco República que escriben después de las cinco de la tarde! Porque ahora llega la Historia de la Literatura Uruguaya a la que nadie le había dado bolilla, y no sólo en la Dictadura... Llegan los ANALES DE LA LITERATURA URUGUAYA, porque no hay mejor literatura que una literatura bastante abierta...


Vida y muerte de Ronnie "Chelo" Martinelli (Durazno, 1960-2004)

"Porque la gente se muere...",
Juan José Morosoli (en una carta a Santiago Dosetti)

Conocido en sus inicios como el "Mario Barakus pelado" de la poesía del sur del Río Negro, Ronnie "Chelo" Martinelli, de padre genovés y de madre judío-polaca hija de etíopes, destacó ya prontamente antes de salir del liceo por dos motivos: el primero fue la publicación de su primer libro de sonetos, titulado: "La pluma, por ser pluma, no es menos pesada ni menos dura; al contrario: es bastante dura", libro que le valió de inmediato el premio de la Asociación de Escritores del Interior al título que repetía más palabras. El segundo motivo de su notoriedad en sus años mozos fue la formidable paliza que le impuso a su profesora de Derecho de 6to año cuando la escuchó decir que Martin Luther King era un "negro mafia y bufarrón", cuestión que se aclaró luego, cuando desde el hospital la profesora, con todas las costillas, menos tres, fisuradas, envió un fax a la dirección liceal aclarando que había dicho en realidad "Don King" y no "Martin Luther King". Todo esto llevó a que un equipo multidisciplinario del Liceo Departamental de Durazno sometiera a Ronnie a diversos estudios, de los que quedó en claro que el joven poeta en realidad sufría de sordera completa en el oído izquierdo, cosa que aclaraba por ejemplo el hecho de por qué Ronnie no entendía nada cuando se sentaba contra la pared derecha del salón, además de su completa negación para la rima asonante. Completamente abatido, en su segundo libro de poemas, "Soy negro, y me la banco de hasta con cuatro", deja un verso memorable sobre este período de su vida: "Adiós oído, adiós a mí, adiós al jazz / Pero me queda, no obstante, / la dicha / de no ser disléxico". Sin embargo, la carrera poética de Ronnie "Chelo" Martinelli, si bien meteórica, se detuvo en ese período, cuando, dicho sea de paso, conoció la halterofilia, que le cambió la vida para siempre. Los años '80 lo vieron compitiendo a nivel nacional, batiendo récords por todas partes y representando al país en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en el año 1984, justamente cuando tiene el famoso accidente que ya lo hará volver a la poesía y los cambios de visión creativa que ya se conocen y se estudian a fondo, por ejemplo, en la "Sociedad Martinelli de Durazno", dirigida por el Coronel (R) Egidio Sasmundi. Famosa fue la noche en que compitiendo por un pasaje a la semi-final de 560 kilos, a Ronnie se le resbalan las pesas y sufre la caída de las mismas sobre su pie derecho. El dolor de la fractura es tan grande que en ese mismo instante, antes de que lo trasladaran al Hospital de Los Ángeles, el deportista y sonetista pierde el conocimiento y tiene una visión que le va a cambiar la vida, pues en medio de una nebulosa de color rosado que salía de un boliche funk de una calle de New York, se encuentra con Rodolfo Tálice, que le encomienda la misión de salvar a los jóvenes y al mundo a través de su poesía. Una vez recuperado y vuelto a su país, Ronnie publica ininterrumpidamente, ya habiendo abandonado la práctica activa de la halterofilia, una serie de libros entre lo místico y lo eto-ecologista, en consonancia con los libros que Tálice iba sacando por esos años. El culto naciente a la Naturaleza tuvo muchas repercusiones nuevas en su vida, como por ejemplo irse a vivir a un bosque nativo luego del resonado escándalo en el que una prostituta en un pasquín duraznense lo acusaba de tener los testículos "chiquitos y arrugados como nueces" luego de un presunto abuso con hormonas durante casi una década; así como su adaptación libre y teatral de "Hojas de hierba", de Walt Whitman, en la que Ronnie recitaba su traducción libre de los versos de "Canto a mí mismo" mientras en escena la mitad más uno de los ediles de la Junta Departamental se fumaban un porro de 62 kilos armado para la ocasión. De ahí nace la pronta y fructífera relación entre Ronnie y el actual intendente de Durazno: Vidalín. Y es de Ronnie justamente la idea de crear el Pilsen Rock, para que los jóvenes de todo el país recorrieran la verde patria en procura de la música. Ignacio Fernández de Palleja, cubriendo el primero de estos festivales (casualmente el único que llegó a ver Ronnie en vida) para la revista ISCARIOTE de Maldonado, llegó a entrevistar al poeta: "¿Cree que el rock y la poesía todavía pueden hacer una mezcla tan potente como la de hace cuarenta años?", preguntaba Fernández de Palleja; a lo que Ronnie contestaba: "Mirá, pelado, no te me hagás el loco porque te levanto para arriba". Lamentablemente Ronnie no vivió muchas horas más, ya que un inadaptado que había llegado de Montevideo, luego de vaciarse un litro entero de cerveza de un trago, arroja la botella hacia atrás; botella que entra de una en la jeta de Ronnie, que se disponía en ese preciso instante a recitar uno de sus últimos sonetos del libro "Ehhh... Todo bien...", un soneto que en definitiva terminaría siendo musicalizado por No te va gustar en su disco homenaje. El pico de la botella al final se incrusta a través de la garganta del poeta en la columna vertebral. Ronnie "Chelo" Martinelli muere luego de agonizar algunos minutos. Al morir va directamente al Infierno, donde justo se estaba armando un partido de fútbol para probar un nuevo modelo de pelota con la forma de la cabeza de Eduardo Galeano. Pero Ronnie tiene la mala suerte de pararse en el área rival y hacerle sin querer un gol de cabeza por los caños al demonio que atajaba para el cuadro del Tercer Círculo, que era nada menos que el hijo preferido del Diablo, hijo que había tenido con Delmira Agustini. La humillación del hijo es tan grande que le pide al padre que haga algo. Entonces el Diablo devuelve a Ronnie a la Tierra, reencarnado en un profesor de taller literario de Minas, taller literario que era sólo para maestras jubiladas y que pesaran más de 160 kilos.

martes, 16 de octubre de 2007

Querido Damián...

No me queda otra que compartir con mis lectores de tartatextual la profunda emoción que me causó leer esta mañana una carta que me fue dirigida desde Barracas, Buenos Aires, y que el cartero depositó gentilmente en mi portón para que después la perra de mi hermana se la masticara y la dejara hecha una albóndiga al lado de un cantero. Pero en fin... La emoción está más cerca del lado de quien me escribiera la carta, nadie más ni nadie menos que el prestigioso musicólogo argentino Peter Capusotto, cronista del rock más allá del Río de la Plata y analista eximio de la lírica enchufada a 220 vatios. Es importante que yo transcriba la carta para que se entienda la misión que me toca cumplir de un tiempo a esta parte y que los lectores de este blog conocerán bajo el nombre (o la etiqueta) de "ANALES DE LA LITERATURA URUGUAYA". Dice así...

Querido Damián:

Querido Damián, ¡oh, sí!, veo y leo que estás muy ocupado con tus clases y tus cosas de escribir de a uno, de a dos y de aquí para allá para este o aquel, ocupado leyendo cosas que te parecen a veces una pelotudez total... ¡Oh, sí! Lo veo... ¿Cómo no lo voy a ver si saturás tu precioso blog con esas boludeces? Antes que nada quiero pedirte disculpas por no poder enviarte un mail y sí esta carta más tradicional, pero escrita en papel de maní y con tinta violeta. El motivo de esta (la carta) no es otro que decirte que he encontrado con algunos de mis colaboradores un rastro de hechos interesantes de escritores uruguayos que darían para una investigación más extensa que por obvias razones yo no puedo hacer. Estas razones son que, como lo sabés, el programa en canal 7 (de acá) me lleva mucho tiempo, y la otra razón: que de la literatura uruguaya no entiendo una mierda... Por lo tanto desearía mucho que te dedicaras a eso y me tuvieras al tanto de lo que hacés.
Ahora me despido excusándome con dos razones, la primera es que tengo que terminar de escribir la carta, y la segunda es que en este café donde estoy sentado a una mesa escribiéndote puedo ver salir del baño al vocalista de Miranda, que tiene el cierre de la bragueta trancado en medio del pirulín, y que grita "Miren, miren, no me duele, no me pasa nada..."; lo cual, como bien sabemos, es verdad.
Un fuerte abrazo.
Tuyo... Peter Capusotto.


jueves, 11 de octubre de 2007

El payaso tendrá su día (El código Cacho)

¡Sí, señores!... Los lectores de tartatextual lo eligieron como el individuo con el perfil ideal como para poder dirigir nuestro país en el próximo lustro. Se trata nada más y nada menos que de Pelusita, el famoso payaso de Cacho Bochinche, quien se llevó el 41 % de los votos contra el 25 % de su más cercano perseguidor, el performer tropical Gerardo Nieto. Un verdadero payaso será el que se encargue del Uruguay en lo venidero, o así parece que lo quieren decir nuestros lectores... Porque si se analiza de cerca la opción de voto, se descubrirá a poco que al elegir a Pelusita, los tartatextualeros, sin duda dignatarios de una o varias generaciones que se deleitaron de niños con las mañanas sabatinas de canal 12, están reconociendo indirectamente la mano de alguien que calladamente, sábado a sábado, ha ido urdiendo un plan para gobernar el país de aquí en más... Ese alguien es... Es... (redoblantes)... ¡¡¡¡CACHO DE LA CRUZ!!!!... Sí, el mismo que le pagaba el sueldo a Pelusita, el mismo que los domingos en El Show del Mediodía se escondía bajo el disfraz de Chichita en la versión vernácula de Mirtha Legrand. Aceptémoslo. Ya nada pueden hacer Sanguinetti, Batlle o Bordaberry para salvar al Partido Colorado y conseguir 56 votos más... Ya nada puede hacer el Herrerismo; ni Lacalle, ni Heber, ni Gallinal, ni aun la imberbe pericia de Federico Casaretto harán que el Partido Nacional llegue al Gobierno. Ya nada podrá hacer que el Frente Amplio sienta el gusto de un nuevo lustro al mando... Bye, bye Mujica... Nin Novoa, que acarició la Presidencia de oficio cuando viajaba el Dr. Vázquez, ya no será Presidente realmente elegido si es candidato en 2009... No... el terrible sino de Cacho de la Cruz se cierne como una nube aceitosa sobre el territorio nacional. Y no es para menos, porque hubiera sido una lástima que ese verdadero "masterplan" que arrancó con las primeras transmisiones de Cacho Bochinche allá por inicios de los '70, sufra un revés idiota. De aquí en más, por espacio de algunas décadas, por ejemplo, Chávez tendrá un camarada a su altura en Cacho de la Cruz... ¡JA JA JA JA JA! ¡Y pensar que los ingenuos lectores de tartatextual pensaban que votaban a Pelusita, el payaso!... ¡JA JA JA JA JA JA!...
Ahora, las claves de este ascenso inminente...

a) El factor golero de Cacho Bochinche

Lo que le aconteció a la selección uruguaya de fútbol en la pasada Copa América de Venezuela, precisamente en el partido contra Brasil por semifinales, ratifica algo que viene de largo tiempo: no podemos embocarla más de dos veces seguidas en una definición desde el punto penal. ¿Culpables?... Bueno, no se busque a los culpables en los jugadores, los técnicos o los formadores de inferiores... El culpable es Cacho de la Cruz. Las estadísticas revelan que tanto la selección como los clubes uruguayos en partidos internacionales han ganado el 17, 56 % de los encuentros en que han ido a penales. La curva descendente de la gráfica que muestra la acentuación de las derrotas se percibe notoriamente sobre comienzos de los años '90. Es lógico. Si se hace un mínimo de memoria se recordará que la última victoria importante por penales es del año '88 (Nacional ante el PSV Eindhoven, en Tokyo). ¿Por qué no ganamos casi partidos por penales desde esa fecha?... Porque los jugadores que los disputaban, de promedio de edad de 24 años y algunos meses, estuvieron formados en el ideal de pegarle al golero antes de meter el gol, propio del famoso juego de Cacho Bochinche, donde, sábado a sábado, como recordarán los lectores, no había que hacer el gol, sino tratar de descabezar de un puntazo al macaco con la pelota Cubilla, esa pelota cuyo eslogan decía: "Para hacer goles de maravilla"... Una maravilla era que alguno de los pibes algún sábado no reventara alguno de los focos del estudio de canal 12. Sin duda, la audacia de Cacho de la Cruz es superlativa. Demostró que caló hondo en el inconsciente colectivo de los chicos que miraban su programa infantil allá por la década del '80, y la cosa seigue... No es más que el primer paso de un plan que tiene como objetivo arrastrar y poner bajo el fango la seguridad añeja de nuestros pobladores, con el fin de que, conociendo lo más bajo, los uruguayos estén preparados para la recompensa, el día en que Cacho de la Cruz cabalgue por los cielos junto con los otros tres jinetes, soplando su trombón y llamando al pueblo al inicio de una nueva era. (Los otros tres jinetes son Laura, Fermín, el de los títeres, y, por supuesto, Pelusita).

b) El factor Ultratón

Verdadero superyó de los nuevos uruguayos, Ultratón, quien venía de la inmensidad del espacio exterior, es el elemento represor de los vestigios infantiloides de este pueblo que deberá madurar, le guste o no le guste.

c) El factor Laura

Miremos nuestro entorno. ¿Qué mujer no se parece ya a Laura? Verdadero arquetipo de la nuova donna, esta madonna que apila nota tras nota los fines de semana, es el perfecto ejemplo de la construcción de la Belleza. Nuestras madres, nuestras hermanas, primas y novias saben de lo que hablamos. Llegará el día en que todas las uruguayas luzcan como si hubieran nacido en Gotebörg o Upsala y vayan al spa y saquen sus propios discos de karaoke.

d) El factor Pelusita (por supuesto...)

Especie de Krusty avant-la-léttre, es, en última instancia uno de los elementos más solemnes del programa, el que demuestra que tras la terrible capa de pintura, algo más serio se cierne sobre el individuo. Bienaventurados de aquellos que puedan trascender los colores del cutis de Pelusita, porque aquellos verán la verdadera cara, y serán salvos.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Centenario de Álvaro Figueredo (wordsworthian journey)


"A Life, a Presence like the Air,
Scattering thy gladness without care"
William Wordsworth (The green linnet)

Digamos que era el mediodía de un brillante lunes de octubre.
Yo salía del liceo cuando recibí un mensaje de texto de Valentín. Estaba en Maldonado y me decía que había arreglado su bicicleta. Eso quería decir, tácitamente, cumplir una promesa.
Lo encontré unos veinte minutos después en la casa de sus padres, y de inmediato salimos en las bicis hacia Rincón de Olivera.
Se cumplen cien años del nacimiento del poeta Álvaro Figueredo. Con Valentín, desde hacía un buen tiempo, estaba la idea de hacer una especie de peregrinación hacia alguno de los sitios que representaran al poeta. El elegido fue Rincón de Olivera, un paraje rural atorado entre el mar y la ruta Interbalnearia, a unos diez o quince kilómetros de Pirápolis. Figueredo frecuentaba Rincón de Olivera en los veranos.
¿Cómo restarle fanatizante ingenuidad al acto que queríamos llevar a cabo?... Simplemente diciendo que se trataba ni más ni menos que de dos amigos que salieron a andar en bicicleta un día de sol, con el viento este a favor, yendo hacia el corazón del día y buscando en él lo que cada uno, pretextando, y no tanto, el nombre de un poeta y la tan venerada Naturaleza, buscaba: llegar a pensamientos para uno mismo, para uno mismo pero en el acompañamiento con el otro.
A Valentín la rueda trasera se le pinchó unos kilómetros después de pasar el aeropuerto de Laguna del Sauce. Tenía que suceder. No nos importó mucho. Tenía que suceder porque si no el viaje no era "viaje". Pinchada, igual daba lo suyo.
La Naturaleza no es un frasco cuya tapa uno pueda desenroscar para que salga una sensación de bienestar acompañada de olores, como en las publicidades de suavizantes de ropa en la televisión. Destapar la Naturaleza, encontrar el doblez, ese resquicio por el que se llega a determinados signos ocultos, intransmisibles y que nos colman de perplejidad eléctrica, es otra cosa. Saber, como decía Percy Shelley, que en determinado punto las cosas familiares pasan a ser como si no fueran familiares. ¿Quién dice que puede hacerlo cuando quiera? ¿Quién lo ha hecho completamente? Acaso si a veces nos podemos contentar en la placidez de un aire fresco, con un perfume o con la acritud de la bosta fresca que eleva su sopor; acaso si a veces el tacto se revela en el pelaje trémulo, acaso si la vista descubre el peso del arco del cielo y todas las cosas debajo se reúnen y dicen una sola cosa emparejándose. Pero, ¿qué es que el signo del día caiga sobre uno como una estrella dirigida? ¿Qué es ver el otro rostro, el alma inquieta del mundo visitándonos? Me pregunto qué buscábamos mientras hacíamos crujir por kilómetros el pedregullo caliente, dejando atrás una cinta naranja y quebrada, un camino que quizás no volvamos a transitar. ¿Pensar a Figueredo una mañana cualquiera de inicios de los '50, yendo hacia el mar, mirando los caballos paciendo y descansando la vista en esos árboles que llevan décadas y décadas siendo la fuerza de un tallo, una fuerza misteriosa que los lleva arriba para qué? Quizás muy pocas, realmente muy pocas cosas hayan cambiado en el paisaje que Figueredo vio y que nosotros vimos el lunes. Algunas construcciones nuevas y suntuosas, montes que han aparecido y desaparecido contra los cerros, un pequeñito barrio cuyas casas son vagones de tren emplazados sobre fragmentos de vías (una visión casi del sur norteamericano; y nadie en la vuelta, las casas con índices de vida, pero cerradas, como recién abandonadas)...
Tuvo que haber sucedido en un instante de esos, tuvo que haber sucedido. Éramos tres. Y lo sabíamos. Pero ninguno lo decía. Éramos tres y también ya no éramos ninguno; y entonces el aire se balanceó una vez más y dejó caer como monedas pesadas los signos nuevos sobre los pechos.

NATURALEZA
"Vi también la pezuña el ceniciento / antidiós de pie hendido / hollaba el aire / la memoria su página el absorto / color hollaba hollábase / terrible y no y él solo / era tan dulce y más / que lo pensado y que / lo creído y que la / puerta en su ahí vi el rastro / vi el ojo de la bestia / mirándome vi el hueso / con las alas plegadas / pero no vi la burla caminando / desatinadamente vi lo puro / lo vi lo vi sin perdición lo puro / vi lo que siempre y antes / vi pero vi / Dios hizo la pezuña / la puerta y todavía..."
Álvaro Figueredo (del libro "Mundo a la vez")

domingo, 7 de octubre de 2007

Messenger I: diarios

damian dice:
Wow
damian dice:
Veo todo rojo
damian dice:
casi ni distingo las teclas..
damian dice:
Estaba leyendo afuera, sentado al sol
damian dice:
Unos vecinos me echaron por un rato cuando pusieron medio alto una cumbia "Lucerito, lucerito...!" , algo así...
Leo dice:
Me pasó algo parecido, vine al cyber en bici, onda paseo, bajo el solcito, escuchando música.
damian dice:
Yo no tengo auriculares...
damian dice:
Me fui a la feria en bici luego de hablar con vos y me di cuenta de que Franco se los había llevado porque los suyos del MP3 se le habían roto.
Leo dice:
Los míos los robé, pero bueno, es otra historia...
damian dice:
Claro, claro... Es otra historia...
damian dice:
Me compré "Moby Dick"... En los dos tomos de Sudamericana.
damian dice:
El tipo de la feria me los estaba guardando desde el domingo anterior a que me fracturé. Desde ese domingo yo no iba a la feria, podés creer... Y este tipo, más que fiel, sabía que yo los iba a buscar un día porque le había pedido que me los guardara.
damian dice:
Y ahí estaban. Hoy se me ocurrió volver a la feria luego de tres meses...
Leo dice:
Un maestro el tipo.
damian dice:
Y me compré uno de esos libros raros, incunables de la poesía uruguaya: "Zafarrancho solo", de Cristina Carneiro.
damian dice:
A $25.
damian dice:
No lo podía creer. El tipo me lo vendió como quien me vende un pedazo de resorte...
Leo dice:
Ja ja ja... un pedazo de resorte.
damian dice:
Pero bueno, estaba leyendo afuera, como te decía... terminando la novela de Lissardi y continuando la lectura del ADN (el cultural de La Nación), que trae una entrevista pero más que buena a cuatro escritores argentinos en simultáneo. Esas cosas que a los medios culturales de acá no se les da la idea de hacer ni por asomo, tal es la pobreza de trabajo de producción.
damian dice:
Che, está disponible en la web. Es más que recomendable, ehhh.
Leo dice:
En la web de La Nación? Bueno... la veo.
damian dice:
Tenés que ir a la parte de edición impresa y luego a "cultura", y ahí te salta el ADN.
Leo dice:
Estoy ahí.
damian dice:
¿Por qué los medios uruguayos son tan, pero tan mezquinos y no ofrecen lo que ofrecen los argentinos, que ponen prácticamente toda su edición y suplementos en la web de forma gratis?
Leo dice:
"Ya son grandes".
damian dice:
Realmente, eh, me parece más que mezquino incluso; me parece estúpido.
damian dice:
Sí, se llama así la nota.
Leo dice:
Es coherencia eso.
damian dice:
Buenas fotos además... Noooo, es que los tipos saben de qué va la cosa.
Leo dice:
Quiero decir que me parece coherente lo que hacen los medios uruguayos, es parte de una política tácita de mantener ciertas cosas en ciertos círculos.

viernes, 5 de octubre de 2007

1 + 1 = 1 (ó 3)

En el epílogo a sus Obras Completas en colaboración, Borges dice lo siguiente: "El arte de la colaboración literaria es el de (...) lograr que dos sean uno. Si el experimento no marra, ese aristotélico tercer hombre suele diferir de sus componentes, que lo tienen en poco." Hace ya algunos años, cuando empecé a leer ese tomo, caí inmediatamente en la fascinación de esa frase, que se cumple, a mi entender, estrictamente en lo que Borges escribió de ficción junto a Bioy Casares, y no en lo que Borges dictó de ensayístico y sus secretarias le animaron a ordenar, etc. Borges y Bioy (Biorges...) crearon a Honorio Bustos Domecq, el genial y divertidísimo narrador de las investigaciones esencialmente quietas de uno de los grandes de los relatos de misterio policial: Isidro Parodi. Me acuerdo que me mataba de risa leyendo los diálogos de esos cuentos o ciertas descripciones de personajes, y llegaba un momento que me decía que Borges y Bioy, más allá del trabajo que lleva escribir relatos magistrales, debieron de haberse divertido muchísimo, haberse reído hasta las lágrimas. Y así fue: una vez leí en una entrevista a Bioy sobre el final de su vida estas lacónicas y sentidas palabras (más o menos): "Lo extraño. Jugábamos." Por esos tiempos yo conocía muy pocos ejemplos de escritura en colaboración, pocos en cuanto a ficción. Por supuesto que allí estaban las citas liceales de Marx y Engels (bueno, se hicieron su cuentito también, ¿no?...), o Barrán y Nahum, que eran dos, no como Batlle y Ordóñez, pero no contaban como tales. Me acuerdo, por otra parte, de que traté de escribir, quizás en 1996, un relato de fútbol con un amigo de la adolescencia y fue todo un fracaso, una frustración. Así que de chico yo tenía esa idea de querer compartir el acto creativo con alguien. Pero no fue sino hasta llegar a Borges y Bioy que supe que sí, que era posible, que la gente podía divertirse escribiendo de a dos (por supuesto, los ejemplos tienen que ser de verdaderos "monstruos", si no, no son ejemplos). Además, creo que el ejemplo de ambos autores debe ser único a nivel universal en términos literarios. Porque, ¿qué dos grandes, grandes de veras, sumaron esfuerzos, dejaron cosas de lado para producir ficción? Por supuesto que muchos me dirán que varios guionistas de cine trabajan así, pero yo me refiero a escribir cuentos, novelas, porque escribir un guión es un paso previo, se está pensando en otra cosa, no en el guión-en-sí-mismo. En nuestro país conozco el caso de Roberto de las Carreras y Julio Herrera y Reissig, quienes presuntamente empezaron a escribir juntos (¿por qué se dice "a cuatro manos", si cada uno escribe con una?) lo que Herrera y Reissig terminó dando forma y llamando "Tratado de la imbecilidad del país..."; pero tampoco es exactamente ficción. Puede que se me escape algo, pero es muy inusual lo de la colaboración literaria. Por ahí uno encuentra, sobre todo en internet, los llamados "hipertextos", o también novelas de múltiple factura, pero para mí no pasan de experimentos más o menos higiénicos. No noto ciertamente eso de remangarse y meter las manos en el barro y dejar de querer demostrar por unos minutos que uno no es tan, pero tan inteligente como le quiere hacer creer a los demás y que también tiene sus fisuras, sus limitaciones. Escribir en colaboración es deponer los egos, es, como decía Bioy: jugar. No queda otra posibilidad. Y yo lo juzgo una experiencia riquísima. Hace un par de años, le comenté a un amigo mío una idea que se me vino a la cabeza al despertar una mañana. Nos tentamos a escribir un relato largo pseudo-policial metafísico en base a esa idea y cada uno terminó redactando un párrafo. El título de trabajo era "Buscando, buscando, buscando", y de seguro él ni siquiera tiene copia de estos párrafos, los únicos, que transcribo:

"Fue evidente (o razonable) el alboroto producido desde una de las calles del barrio aquella cercana mañana; pues mientras unos pelaban papas y otros aprontaban a sus hijos para ir a la escuela o escuchaban la radio, o daban algún retoque a la limpieza de la casa, todos, sin embargo, cuando desviaron por un segundo la vista a través de las ventanas que daban hacia la calle, adquirieron la transparente certidumbre de que aquel que acababa de pasar en bicicleta por la cuadra no era otro sino Dios.
Los atravesó una comprensión tan inobjetable como la del sol que brillaba, brumoso, abriéndose paso entre la neblina matinal. En bicicleta, plato, cadena, manillar, pedales, y Dios ahí encima, atravesando la mañana. Cuando, tras la esquina de la panadería, Dios se perdió de vista, llegó el miedo. Familias enteras, reunidas a la mesa del desayuno, se quedaron inmóviles y en silencio. ¿Ahora qué?, pensaban todos. No puede ser que Dios aparezca y luego haya que ir a la escuela, al trabajo, a comprar la leche, a dictar clases, a cargar medias reses sobre los hombros cansados, pensó Miguel, que ya estiraba la mano hacia las botas de goma, el delantal de hule blanco, los cuchillos, la cofia, y ordenaba el bolso con prisa porque ya era la hora y el camión no se atrasaba nunca, aunque hoy debería atrasarse, hoy pasó Dios en bicicleta frente a mi casa, dijo Miguel, al menos el camión podría atrasarse."


La cosa no pasó de allí. Pero siempre quedó como una materia pendiente. Hace cosa de un mes, la idea vino de nuevo y comenzamos a barajar distintas posibilidades de argumentos. Al día de hoy, luego de tres o cuatro días de escritura, de mails que van y vienen con borradores, propuestas, cosas que se consideran definitivas o casi, llevamos ya unos dos capítulos redactados casi de forma completa. Y la cosa sigue... El frenesí creativo no para. Anotamos páginas enteras de ideas; en el MSN las posibles salidas a ciertas situaciones hacen chiquitita la barrita de búsqueda al costado derecho del cuadro de diálogo. Ahora... el asunto es que mi amigo decidió permanecer en el anonimato, no quiere saber nada con que se sepa quién es él. Por supuesto que algunos ya lo saben o deben saberlo. Lo que yo puedo decir hasta el momento es que (si bien la responsabilidad aumenta, porque el juez que pesa sobre uno, si uno no escribe, pasa a ser doble) me he divertido y entusiasmado como no pensé que fuera a suceder, incluso en esos instantes espinosos en los que la historia parece estancarse, cosa que ocurre poco. ¿Por qué? Por lo siguiente, por algo que me comentó mi amigo en el MSN ayer:
"Estaba mirando Discovery, un programa especial que se llama 'A prueba de todo'; un tipo se mete en terrenos difíciles y te enseña técnicas de supervivencia, cosas de esas... En un momento, queda colgando de un acantilado, en los Alpes franceses, sujeto sólo por los tiros del paracaídas... Entonces muestra cómo hacer un nudo especial, que es una especie de estribo, es decir, la misma cuerda te da un punto de apoyo, entonces ponés el pie ahí, subís por la piola, hacés otro nudo, y así vas subiendo... Bueno... escribir de a dos se parece a eso... cuando te parece que te quedaste colgando a la buena de Dios, aparece el otro y hace ese nuedo especial... que es un punto de apoyo, todo lo que necesitabas."

martes, 2 de octubre de 2007

Cansado y feliz (¡aguante la ficción!)



Es de noche. Me recuesto en el sillón. Se me pierde la cara en la oscuridad. Tengo que dormir más. No quiero, no puedo. Aparece mi hermano con la cámara de fotos. Me solicita unas morisquetas... ¡Pero cómo no! Se hace de todo... Pidan lo que quieran...
Recuerdo que hace unas semanas estuve cenando con algunos escritores nacionales luego de las actividades del reciente 2do Encuentro de Escrituras aquí en Maldonado y que en determinado instante surgió una especie de controversia amigable entre dos narradores que tenía frente a mí en la mesa en que me había sentado y yo, que estaba hojeando un libro de poemas de Washington Cucurto. Uno de los escritores, el que tenía en frente, lo supe después cuando tuve que levantarme para cederle el paso a alguien más, se pasó toda la noche sentado sobre un ejemplar de la última edición de su último libro. Yo no sabía qué conclusión sacar. Luego, cuando salí del restorán, supuse que eso tenía que ver con los famosos derechos de autor. El otro escritor, el que tenía a mi izquierda tenía más o menos la misma edad del otro. Digamos que cualquiera de los dos habría vivido unas tres o cuatro décadas más que yo. No sé por qué en determinado momento yo me vi hablando de "Mientras escribo", de Stephen King y de una idea o una frase muy linda que hay en sus páginas. La idea es más o menos lo siguiente: si uno considera que escribir es una de las cosas más hermosas que le pueden pasar en la vida, ¿por qué no ha de hacerlo todo el tiempo que pueda? Las respuestas que se pueden anteponer fácilmente son las siguientes: a) porque uno puede tener que trabajar para comer, b) porque uno puede tener familia, c) porque no se trata de cortar carne y hacer chorizos (¿es así el dicho?), d) etcétera. Incluso recuerdo que uno de los escritores, el que estaba a mi izquierda, me dijo esto: "Es que escribir todo el tiempo, forzándose a hacerlo, suena a trabajo de oficinista". Yo le recordé a Balzac, caminando como loco por llegar a su casa y sentarse a escribir o redactándole cartas a sus amantes para que lo disculparan si no lo veían por un tiempo. Las frases subieron por el aire y se hicieron humo contra el techo. Por ninguna parte encontré eco. Me pareció que me miraban como si yo viera la escritura como algo frívolo, fácil. Aunque lo cierto es que me revienta bastante ese rollo del escritor sufrido y trabajoso, no creo en absoluto que la escritura sea una actividad fácil, porque bien difícil que es... pero, si uno halla placer en eso, ¿por qué no generar todas las instancias posibles para el placer? Creo que entre esos dos escritores no llegaban a diez libros escritos o publicados. Ahora pienso que si yo me muero y dejo diez libros publicados, entonces sí, me muero de vuelta.... Y me viene a la mente otra frase, pero que se dijo en el contexto del anterior Encuentro de Escrituras, en setiembre de 2006. Yo había invitado a Pedro Peña a mi liceo para que charlara un poco con mis alumnos. Pedro había ganado el Banda Oriental hacía escasos dos o tres meses. En un momento, en medio de un mar de alumnos que escuchaban con un silencio conmovedor, un chico levantó la mano y le hizo a Pedro una pregunta que al principio puede sonar ingenua. "¿Qué siente al escribir"? Pedro dijo algo así como que le pareció una buena pregunta y después contestó que para él la vida es como si comiera arroz blanco, pero que si un día en particular escribía, entonces era como si a ese arroz blanco le agregara algo. Yo me mordía los labios. Creo que no se notó. Me pareció una frase preciosa. Me hubiera dejado arrancar dos o tres mechones de pelo por que fuera mía, en serio. Y la verdad es que yo siento lo mismo. Cuando termino de escribir al menos unas pocas líneas por día, siento que camino unos centímetros por sobre el piso, que solamente hay muy pocas cosas que me pueden "tocar" a partir de ese segundo en que pongo el último punto del día. Es que es así. A veces siento que se me vienen tantas historias arriba que no doy abasto para poder escribirlas. Hace varios meses Valentín me dijo que el día que termine todo lo que tengo a medias o a punto de terminar, va a ser como un grano que reviente, o algo así. La semana pasada, por ejemplo, terminé de retocar finalmente la novela breve que empecé a escribir antes de mi convalecencia con el dedo gordo del pie derecho quebrado. Por aquí en el blog la he titulado "Papá es un tipo bastante mentiroso". Es probable que antes de que el año termine esté publicada. La cuestión es que en estos días, más precisamente ayer, cumplí la promesa de comenzar a escribir una novela con un amigo. Y para un par de días trabajamos bien y bastante. Escribimos un primer capítulo que en líneas generales nos dejó bastante conformes. Y eso me hace feliz. No tenía previsto empezar a escribir eso en estos días, días en los que estoy bastante sobreexigido laboralmente con una suplencia que me hace duplicar mi horario habitual de trabajo, a lo que hay que sumarle un nuevo trabajo en el que me contratan para escribir algunas notas breves de forma mensual. Llego a casa, me hago el café con leche y las tostadas y me tumbo en el sillón mirando el techo. Entonces me digo: "¿por qué no?"... y voy hacia el teclado... Y cuando me acuesto duermo profundamente (si no tengo que anotar algo nuevo en una libretita verde que hay al lado de la mesa de luz). A lo que voy es que yo no sé si es necesario que el escritor, quien escribe, llámese como se llame, deba disponer de todo el tiempo libre posible para lograr su obra. A mí, por ejemplo, no me ha dado buenos resultados. Creo que los mejores períodos creativos llegan cuando uno está haciendo funcionar la cabeza en varios canales. El escritor debe ser como un impostor o un adúltero, escribió o dijo en algún lugar William Faulkner. Si no, ¿cómo hacen esos tipos que falsifican dinero o esos que llevan una familia paralela sin que nadie note nada, ni un movimiento de pestaña que denuncie la otra realidad? El escritor debe ser así, el tipo que le robe minutos a la vida y, de última, a la muerte. Estoy agotado, pero estoy feliz. Estoy escribiendo. Como decimos con mi amigo, con el que escribo la nueva novela: "¡Aguante la ficción!"... (Más datos en breve... Debo consultar con la otra parte interesada...).