viernes, 30 de noviembre de 2007

Todos los niños mimosos van a Umpilandia


Hoy, en el día de la fecha, día en el que Ignacio estás llegando a los 30 años y sabemos que no es changa, no, no lo es, hoy, digo, seguimos posteando la vida...
Llegué como a las 9:20 del supermercado con el pan, la leche, un paquete de Vascolet y un litro de leche Conaprole para empezar el día lo más salvajemente posible con Franco. Franco estab durmiendo, no quería saber nada con levantarse temprano; estuvo hasta tarde mirando "New York, New York", de Scorsese, y antes había estado en lo de Felipe, que está en plena convalecencia por su operación reciente. Hoy va a ser un día complicado, y eso que ni siquiera he pensado en qué momento voy a ir a visitarte, Nacho. Dentro de un par de horas doy mi última hora de clase de apoyo y paso a estar desligado de la actividad docente hasta marzo del año que viene (sí, creo que del año que viene, a no ser que ahora me llamen de la Fundación Guggenheim para darme una beca, quién sabe, pasa de todo en la vida...). Luego me voy a almorzar con Felipe, y más tarde, después de que Franco salga de una prueba de sonido porque toca esta noche en la presentación en sociedad del nuevo (primero) disco de Wellington Prates, nos vamos a la playa a nadar. Hablando de playa... ayer hice un viaje en bicicleta uniendo el Upper side of Kennedy town con el neo-cheto bucolicismo de José Ignacio. Se me ocurrieron algunas cosas, pero no va a dar el tiempo para contarlo en esta oportunidad.
Cuando Franco se levantío al fin a desayunar (ahora ya está acostado de nuevo, mimoseando bajo el aire fresco que se cuela por la cortina oscura, mientras suena "Warm valley" de Duke Ellington, nada menos) me preguntó: "Che, ¿conocés el fotolog de Dani Umpi?". Le dije que no, pero entramos en seguida y encontramos un texto que pueden leer en esta dirección http://www.fotolog.com/umpilandia/9665212
La verdad es que hace mucho tiempo tengo ganas de escribir algo sobre Dani Umpi, y no para llover sobre mojado con la pregunta "¿Es o se hace?" Me parece un tipo sumamente respetable que no tiene un pelo de tonto o de ingenuo, en cuyo caso cualquier cosa naïf es una pose, una parte de un sistema que incluye hacer de la vida una puesta en escena. Por algo tiene que tener también su fotolog, ¿no? El medio ideal. Bueno, espero que lean estas consideraciones de Umpi sobre Empédocles y Sócrates que recomiendo.
(¡Ah!... La foto de más arriba la saqué de su fotolog también... Todos los derechos reservados y no tanto de Dani Umpi)

domingo, 25 de noviembre de 2007

Los desaparecidos

Es curioso cómo a veces las lecturas se cruzan y se conectan. Hace unas semanas estuve leyendo "La noche del oráculo", de Paul Auster, que me pareció una buena novela, quizás no tanto a la altura de "El palacio de la luna", que hasta el momento me parece lo mejor del autor de lo que he leído, pero, quiero decir, "La noche del oráculo" está muy bien escrita y atrapa al lector. En ella se cuenta la historia de un escritor que sobrevive inceríblemente a una enfermedad terminal. En los primeros días de su vuelta a casa se afronta con la realidad de que no puede escribir... hasta que, claro, ocurre algo. Y eso es que compra un cuaderno que lo fascina y en el que decide, aunque más no sea para trazar algunas líneas cada día, proseguir con una historia que se comenta tangencialmente en "El halcón maltés" de Dashiell Hammett, la historia de Flitcraft. Un día Flitcraft va caminando cuando ¡zas!, se le cae al lado un andamio. En ese instante se da cuenta de que bien podría ser hombre muerto. Así que en un segundo ve su vida y se da cuenta de que no ha hecho lo que ha querido hacer, o que su vida en realidad carece de sentido. "Flitcraft concluye que no tiene más remedio que someterse a esa fuerza aniquiladora, que debe destruir su vida mediante algún gesto sin sentido, totalmente arbitrario, de negación de sí mismo." (en "La noche del oráculo"). Entonces se toma el primer autobús (o tren, no me acuerdo) y se va a otra ciudad cualquiera a comenzar con otra vida desde cero. El protagonista de la novela de Auster, Sidney Orr, va sobre esa veta para poder escribir. Ese tema, el de la persona que deja todo atrás, sin siquiera dar cuenta de su acción a sus seres "queridos", para comenzar una nueva vida, es un tema que creo que ha estado presente, en mayor o menos medida, en la cabeza de todo ser humano al menos una vez en la vida. Es parte de esa fascinación por lo otro, o por la posibilidad de saber cómo seríamos en otros contextos, qué habría sido de nuestra existencia de no haber mediado aquellos hechos que creemos que fueron influyentes. Es como para repensar también el asunto de la gente desaparecida que se termina transformando en una foto que un día aparece en un informativo. ¿Alguien se ha puesto a pensar si algunos de esos de los que no se supo nunca nada más no están, en definitiva, mejor de lo que estaban antes de desaparecer? ¿Habrá que pensar siempre que cuando desaparece una mujer tenga que estar en un harén en Arabia Saudita? El asunto es complejo. Todo se sume en un misterio. No recuerdo del todo bien, pero tengo como la sensación de que alguien me contó una vez una cosa que le pasó a una mujer conocida. Resulta que esta mujer, cuando era adolescente vivió la desaparición de su padre. Una tarde se quedaron en su casa esperando que regresara del trabajo y el hombre no apareció. Lo esperaron al día siguiente y luego al otro y al otro y nada. Hicieron la denuncia y eso tampoco ayudó mucho. Esa adolescente creció, se hizo mujer, se casó, tuvo hijos. Pasaron muchos años. Un día, de viaje por una ciudad más o menos olvidada del país, cruza una plaza y ve a su padre sentado en un banco, con un par de niños grandes en la vuelta. La mujer no dice nada. Quién sabe si el hombre llegó a verla y, en definitiva, reconocerla. A mí siempre me fascinó esa situación. ¿Qué fue lo que faltó para que esas dos líneas de vida (la del hombre y la de su hija) que un día estuvieron cercanas, volvieran a acercarse? ¿Qué fue lo que detuvo a la mujer de pararse frente a su padre y pedirle explicaciones?... Y hay otra historia que conozco casi de primera mano porque se dio en el Kennedy, cuando yo era adolescente. Un vecino que se dedicaba a la pesca en embarcación, desapareció junto con otros compañeros en medio de una tormenta casi en alta mar. La embarcación no resistió el oleaje y se dio vuelta de inmediato. Yo conocía a varios de sus familiares, algunos jugaban al fútbol conmigo, y pude enterarme de cómo sintió la falta la familia. Pero se dio una situación muy extraña que hizo que todo se hiciera un poco más angustiante. Los cadáveres de cada uno de los pescadores fueron apareciendo en el correr de las semanas, pero el de mi vecino no apareció nunca. Jamás. Sé que suena morboso, pero desde esos días tuve la idea siguiente: ¿qué habría pasado si mi vecino en realidad fuera el único que se hubiera salvado? La ausencia del cuerpo, la ausencia de algo tangible sobre lo que colocar el duelo por la muerte, puede estimular ese tipo de pensamientos. Seguramente ahora esté olvidándome de ejemplos similares al de Flitcraft que haya leído o visto en películas. Sé que debe haber decenas. Sin embargo, recuerdo que Gabriel García Márquez comenta en "Vivir para contarla" sobre un terremoto en Colombia o Centroamérica que le permitió a varios individuos desaparecer, abandonar sus mujeres, sus hijos y sus trabajos para comenzar otra vida. De hecho, en mi caso, a comienzos de 2006 empecé a escribir una novela (que pienso terminar este verano) y en la que cuento la historia de un individuo que abandona principalmente sus obligaciones laborales, ya que no tiene mayores vínculos familiares, y desparece en un extraño viaje a Brasil, pero con la idea de llegar un día a un cierto bosque de una localidad de Inglaterra sobre la cual leyó en varios libros a lo largo de su vida. Hay un episodio que me parece muy divertido, y es la parte en que el protagonista está casualmente frente a un televisor y ve en un informativo la noticia de que ha desaparecido. Entonces ve, con una perplejidad que da paso a las carcajadas más desaforadas, como varias personas que le expresaron el mayor de los repudios, hablan ante cámaras como si lo hubieran amado profundamente.
Escribí más arriba lo de las lecturas conectadas porque en estos días estoy terminando de leer lo último que publicó la editorial Planeta (filial Uruguay): "El hombre perdido", de Horacio Bernardo. En realidad, la historia de "El hombre perdido" gira alrededor de lo mismo. Un muchacho de 18 ó 19 años abandona a su familia sin motivos aparentes. Parece que la vida es perfecta, que nada le falta, pero a él eso no le satisface. Entonces se toma el primer ómnibus que sale a cualquier ciudad (¿Flitcraft?) y desaparece. Y luego hace eso un par de veces más. La cuestión es que la lectura se me ha hecho tan cuesta arriba que terminar el libro ha sido dificilísimo. Además, creo que ya estoy cansado de que en nuestras letras haya tantos ejemplos de historias como estas, plagadas de espíritu de grandilocuencia, seriedad e intelectualidad, historias que terminan siendo bastante aburridas, hostiles al lector. El narrador de "El hombre perdido" está todo el tiempo mencionándonos cómo se siente, cómo ve el mundo, en vez de hacérnoslo sentir. La prosa, finalmente, se contamina de la insustancialidad de la vida del personaje del que quiere tratar. Era el riesgo... Aparte, con esta novela, la editorial Planeta insiste de nuevo en una idea: la de la presencia ya real en el mercado editorial de una "renovación de la narrativa uruguaya", la aparición de una narrativa joven. Todo empezó con la publicación de "Pendejos", de Patricia Turnes (que, como dijo oprtunamente un crítico en Brecha, ya no me acuerdo si fue Ignacio Bajter, es un ejercicio de banalidad). Luego de "Pendejos" llegó "El hombre perdido". En una de las solapas aparece (como pope literario ya indiscutido) Tomás de Mattos diciendo que Horacio Bernardo es "uno de los autores más promisorios de la generación joven de la narrativa uruguaya". Si yo sumo el caso de Bernardo al de Turnes lo único que encuentro es autocomplacencia, cero renovación y una apuesta por lo seguro, como lo es del algún modo ese punto de partida en común que tienen sus obras: la dedicatoria al maestro ya ausente físicamente: Mario Levrero. ¿Dónde está el imperio de la imaginación que predicó el autor de "La ciudad"? Y no me vengan con que la imaginación es también ese juego (que quizás en algún momento Levrero sí supo hacer bien, pero sólo él) de pasar de una situación y luego a otra totalmente "desconectada", quizás la primera que viniera a colación... porque ese ejercicio de la imaginación es bastante conformista, jugar a la ilógica por la ilógica es fácil. ¿Qué es más difícil que hacer entrar a la ilógica dentro de una lógica precisa, a la manera de los sueños de Fellini? Sé que tanto la novela de Turnes como la de Bernardo no entran en esta última discusión, pero tenía ganas de decirlo.
Si esta es la nueva guardia de la narrativa uruguaya yo ya empiezo a tramitar la ciudadanía argentina, o en su defecto me hago un hara-kiri con una cuchara (Wow! ¡Qué loco lo que dije!...)

jueves, 8 de noviembre de 2007

Mientras tanto

Es cierto lo que me dicen. tartatextual pareció caer en la apatía existencial.
En realidad, mientras me tomo un tiempo para ponerme al día con la vida en algunas cosas, comento en un breve índice que no todo ha sido ni dolce far niente, ni ob-la-di ob-la-da... porque...
a) he estado corrigiendo mucho
b) continúo escribiendo a medias con mi amigo la novela... sobre todo con entusiasmo, con mucho entusiasmo... cuatro capítulos en un mes...
c) indignadísimo por lo mala leche y berreta de una crítica aparecida en Brecha al libro de Valentín, "Jaula de costillas", y firmada por una tal María Nélida Riccetto...
d) leo lo que un estudiante me escribe en un trabajo comentando una frase de una ensayo de Borges sobre la poesía... algo así como que, me dice el chico, la poesía puede dividirse en tres ramas: la que juega con las palabras, la romántica y la aburrida...
e) apasionado con la lectura de "El oráculo de la noche", de Paul Auster...
f) andando en bicicleta y pensando en Walt Whitman (dijera un conocido que una vez me vio pasar por la rambla un soleado domingo de mañana...
g) empezando a sentir cómo la temperatura del agua del mar se hace cada vez más invitante...
h) otras cosas más...
i) "Lo importante es competir": Pierre de Coubertin...