martes, 20 de julio de 2010

El regreso (II)


Había que quedarse unos minutos parado luego del paso del ómnibus que transportaba a la Selección Uruguaya por Avenida del Libertador para captar de otra forma lo que este equipo generó en las personas. No se trata ya de las imágenes repetidas una y otra vez por la televisión y los diarios, esos momentos de contacto mínimo en los que los jugadores reciben del pueblo la ofrenda justa y puntual de todos los que se les acercan.
Esto es sobre ese espacio, testigo de tanta intensidad, que el ómnibus ya ha dejado atrás, acortando las cuadras que lo separan en la recta final hacia el Palacio Legislativo. Papelitos picados, invariablemente con los colores blanco y celeste, amontonados contra el cordón de la vereda por el viento gélido que llega desde el Río de la Plata. La histeria beatlemaníaca repartida en pequeños grupos de trémulas adolescentes sentadas contra los edificios repitiendo frases como "¡¡Me miró!!... ¡¡Me miró!!" o "¡¡Lo toqué!!... ¡¡Lo toqué, boluda!!". Los rostros todavía traspasados por la emoción de los empleados que han abandonado la oficina o los comercios por unos instantes y que demoran en regresar a sus puestos. Una mujer que podría ser la hermana mayor de Washington Tabárez maldiciendo por los jugadores más "pendejos" que no le dejaron ver bien a Diego Forlán. Otra mujer, de unos 35 años, que le grita papito a Diego Lugano ante la mirada de su hijo adolescente que de pronto redescubre a su madre. Parejas besándose en las esquinas. Viejos conocidos que se reencuentran y se abrazan después de tanto tiempo en esas cuadras, porque hasta allí ha ido a parar todo el mundo. Las mejillas coloradas de una niña de cinco o seis años que ondula entre la multitud sobre los hombros de su padre. Hace demasiado frío en esa tarde del martes 13 de julio de 2010.
El ómnibus sube por Avenida del Libertador. La gente forma un remolino y busca el instante de la fotografía precisa, o el contacto con las manos de los jugadores o una mirada cómplice. Pero de todo eso se eleva el agradecimiento. Las fachadas de los edificios sobre la avenida exhiben hasta dedicatorias especiales para cada jugador del plantel celeste: BUENA LODEIRO... GRACIAS MAESTRO... TREMENDO CAVANI... MUCHO FUCI... GRANDE PALITO... HEROICO RUSO... SOBERBIO CACHA... ÍDOLO LOCO... GENIAL LUISITO... IMPECABLE MAURI... Todo es de dos colores, o tres, si se suma el amarillo del sol de nuestra bandera. Un simple paño que diga gracias con unos pocos trazos está expresando un sentido que se dispara hacia todas partes. Lo que hay que agradecer puede ser la totalidad de la campaña que terminó en el cuarto puesto, pero también algunos actos que representaron esa totalidad: la mano de Suárez, la picada en el penal de Abreu, alguno de los goles de Forlán o algún trancazo de Diego Pérez o un cierre de Diego Godín o Jorge Fucile... El ómnibus sigue de largo. Detrás queda el frente gris e impertérrito del IPA, con una pintada en negro en su parte superior reclamando coparticipación y reforma en el sistema educativo, casi como la idea de un país que esta tarde se ha esfumado. ENORME DIEGO... FENOMENAL MUSLERA... GLORIOSO TOTA... GRANDE PALITO... El duro viento golpea las lonas celestes contra las ventanas. Permanecen dadas vueltas hasta que el viento afloja y entonces las mayúsculas reaparecen otra vez más como los gritos salvadores de los hinchas que se cuelan en los momentos de silencio...
La ola de frío polar refuerza en realidad la idea del cariño que la gente quiere expresar. Nadie se echa atrás por el frío, salvo aquellos padres que ya deben guardar a sus hijos pequeños. Pero los otros, los que son más, perciben que el frío es la materia indicada por la que todos deben moverse para llegar hasta los jugadores, tal como si fuera una prueba de lealtad, o como si fuera el mínimo requisito para igualarse en algo al heroísmo de la entrega propio del medio campo integrado por Diego Pérez y Egidio Arévalo Ríos. A la gente le está gustando una cierta manera de padecer el frío cuando el ómnibus está cada vez más cerca del Palacio Legislativo, a eso de las tres y media de la tarde. Desde las ocho de la mañana cientos, y luego miles, se han agolpado contra las rejas colocadas frente al escenario y han esperado, esperado y esperado, apenas acicateados por los conductores y los grupos folklóricos o murgueros de turno. Y sin embargo el agradecimiento no es algo que sólo se pueda medir en horas o en kilómetros. Cada uno de los casi ochenta mil individuos que estuvieron presentes en el acto, o cada uno de los quinientos mil que formaron parte de la caravana por la rambla de Montevideo, quieren que el agradecimiento no sea medido por algo en especial. El agradecimiento debe ser algo que puedan renovar a cada segundo que transcurre.
¿Qué es lo que la gente ve en estos jugadores para causar tanta devoción, más allá de la estricta satisfacción deportiva? Puede encontrarse una respuesta en la gente que desanda el camino por la misma Avenida del Libertador una vez concluido el acto. No se puede ver a nadie que no se sienta feliz, en una ciudad que se caracteriza por sus caras largas en los ómnibus o en la extensa procesión que es 18 de Julio. Nadie que se tropiece con alguien deja de pedir disculpas y de sonreír, de mostrarse atento con el otro. Esto es algo para considerar. El Presidente Mujica, en el comienzo del acto, señaló de forma muy oportuna que la felicidad que se estaba viviendo era una cosa única, una cosa cuya propiedad no se la podía reservar ningún partido político, ningún club, nadie. Y eso se veía en la sorprendente escasez de banderas de Nacional o de Peñarol que había colgadas en los balcones, y en la apabullante presencia del Pabellón Nacional. Miles de Pabellones Nacional. El mismo Pabellón Nacional que se resignifica otra vez más, se carga de una fuerza nueva y hace ver el de la Plaza de la Bandera, levantado por el último gobierno militar, ahora como algo inédito... De hecho, una doble presencia de poderío como lo fue el paso de homenaje de dos jets de combate A37B, del Escuadrón de Caza de la Fuerza Aérea, que ensordecieron al público y que obligaron al "Maestro" Tabárez a interrumpir su discurso, fueron tomados por el público casi con el ánimo fascinado de un niño. O más: el mismo canto del Himno Nacional por miles y miles de personas al unísono expresó una unión que no se hallaba en este país desde hace mucho tiempo, y que los jugadores trajeron desde África con su capacidad para sacrificarse por un ideal, aspecto cuya expresión más ilustrativa sea quizás la "mano de Suárez" ante Ghana. Sin embargo, en esa desbandada por Avenida del Libertador, toda la gente tiene la sensación de haber asistido al reencuentro con personas queridas desde hace mucho tiempo... Y esto son los jugadores de Uruguay: buenas personas. De algún modo u otro llegaron a convencer al pueblo uruguayo de ello; algo tan simple y a la vez tan difícil de demostrar. Cuando Sebastián Abreu toma el micrófono y la conducción del acto, sorprendiendo a todos, y afirma que recibe la medalla de la Presidencia de la República como "mejor suplente del mundo" por ser el sustituto de Diego Forlán, las carcajadas estallan. Es preciso que haya un grupo humano muy muy bien consolidado, en el que cada uno sabe cuál es su sitio dentro del conjunto, para que una frase así sea leída sin doble interpretación. No hay líderes negativos en esta selección uruguaya, no hay un asomo de rencillas ni de lucha de identidades. La gente lo sabe de forma profunda. Y por eso, como en los grandes ciclos míticos, los jugadores de este equipo regresaron del otro continente y cumplieron con el único objetivo que les quedaba pendiente: el de derramar sobre su propio pueblo la certidumbre de una temporalidad nueva.

jueves, 15 de julio de 2010

No vi la luna


Y ahora una noticia que me ha dejado muy feliz, así como a todos los amigos lectores de este blog. Leonardo de León (Minas, 1984) es el flamante ganador del XVII Premio Nacional de Narrativa, Narradores de la Banda Oriental.

Leonardo ha trabajado, entre otros medios, en las revistas La Letra Breve e Iscariote, publicando cuentos y artículos literarios. En 2007 recibió una de las menciones de honro del Primer concurso de cuentos Francisco Espínola. Además es docente de Literatura en liceos de Minas y un lector insaciable y curioso. También es un padre de familia que en su tiempo libre condesciende a jugar algún que otro partido de ping-pong o de paddle con los amigos que llegan hasta Minas para visitarlo.
Por su libro de cuentos titulado "No vi la luna" (que aparecerá en setiembre en Ediciones de la Banda Oriental), Leonardo se ha transformado ahora en el ganador más joven de la historia de este premio, con 25 años. Y también es el primero que puede decir que la medalla Morosoli de Oro, que le va a ser otorgada en la ceremonia de premiación, queda en la tierra del entrañable autor de "Tierra y tiempo".
¡Felicitaciones, Leonardo!

domingo, 11 de julio de 2010

España y el resto del mundo


Primero tiempo

'0 Falta de van Persie.

'1 Primer ataque de España. Los jugadores de Holanda se juntan dentro del área, y con sus camisetas fluorescentes parecen una protesta de trabajadores de la vía pública. Mueven los brazos a todos lados. Parece que hay pozos.

'4 Centro de Xavi en un tiro libre. La cámara lo capta en un primer plano. Xavi es indiscutiblemente parecido al Robert Downey Jr. de la primera época. Ramos cabecea y tapa Stekelenburg en el medio del arco.

'6 "La pelota es la linterna que ilumina los caminos de España", Mario Bardanca (contemporáneo)

'8 Pica Villa entre los zagueros de Holanda. La atrapa Stekelenburg.

'11 Centro pasado. Villa remata de zurda y la pelota pega en la parte exterior de la red... "España ya no es el toro, es el torero que juega con la capa", Mario Bardanca.

'14 Amarilla para van Perise. Le protesta al juez describiendo un círculo con sus manos. Pero no hay posibilidad de que Howard Webb le crea. Por su tamaño, el gesto de van Persie recuerda más un embarazo de ocho meses que una pelota número cinco.

'15 La cámara muestra a la Reina Sofía de España y al Príncipe de Holanda, juntos en el palco, intercambiando algún que otro comentario.

'16 Falta de Puyol contra Robben. Amarilla para el español. La cámara ultralenta muestra una secuencia de una película de Jean-Claude van Damme.

'17 Primero tiro de Holanda al arco. Ataja Casillas. Holanda sabe, pero sabe, que empezó el partido.

'21 Falta de van Bommel contra Iniesta. Amarilla.

'22 Amarilla para Ramos por falta sobre Kuyt.

'24 Lo más emocionante hasta ahora: Dos ataques de España y como siete patadas.

'26 Zzzzzzzzz

'27 A despertarse. Amarilla para De Jong. En realidad fue tan sólo una plancha en el pecho a Xabi Alonso. De Jong le protesta a Webb diciéndole que no vio a Xabi Alonso. Quizás se refiera al otro, a Xavi. ¿Quién sabe?

'30 Robben y Kuyt, punteros, pasan a jugar ahora de laterales. Posesión de la pelota: España 56%, Holanda 44%. En faltas, gana Holanda 9 a 3. Pero si se cuenta bien la plancha al pecho de De Jong, que fue como un combo de Mortal Kombat, el resultado es 36 a 3.

'33 Heitinga quiere devolver la gentileza. Saca y casi la mete por encima de Casillas. Algo no anda bien.

'35 Los hinchas empiezan a cantar. No les importa la diferencia horaria.

'36 Zzzzzzzzzz

'40 Un par de ataques de España, que ha iniciado su trabajo de hipnosis.

'41 Otra falta karateka. Esta vez Sneijder.

'45 Remate apretado y abajo de Robben. Casillas manda al corner. No pasa mucho más.

Segundo tiempo

'2 Corner para España. Jugada entre Xavi e Iniesta.

'3 Empieza a llover acá en Maldonado.

'9 Amarilla para van Bronckhorst. El tiro libre de Xavi se va apenas desviado.

'10 Otra patada para Villa, de un holandés que no le había pegado hasta el momento.

'11 Amarilla a Heitinga. El árbitro Webb está 30 segundos atrasado.

'12 Falta de Iniesta. Tiro libre para Holanda.

'14 Sin querer parto el lápiz con el que hago estas anotaciones.

'15 Centro de Holanda. Cabezazos desprolijos. Ahora se la pegan a Piqué en la cabeza.

'16 Robben sirve un pase al medio para Sneijder. Casi gol. Casillas la saca al corner con una pierna.

'18 Zzzzzzzz

'19 España comienza a mover la pelota hacia los costados.

'21 Amarilla para Capdevila. Tiro libre de Robben. No... pasa... na...da...

'24 Ataque de España. Casi gol de Villa. España conoce las puntas de la cancha. Van Bronckhorst necesita ayuda.

'25 Se va Kuyt. Entra Elia.

'27 Falta sobre Iniesta al borde del área, del lado izquierdo. Villa patea afuera.

'31 Corner para España. Cabecea Ramos solo y lo erra por encima del travesaño.

'32 Se pica entre van Bommel e Iniesta.

'33 Complica Navas por la derecha.

'35 Pase de Alonso para Iniesta. Iniesta se mete en el área. Pregunta: ¿Por qué Iniesta engancha adentro donde están los holandeses y no hacia afuera para sacar el remate? Iniesta parece buscar la más difícil.

'37 Otra vez Robben tiene el gol de partido. Puyol lo molesta un poco en la carrera. Pero no es para tanto. Casillas se adelanta y toma la pelota seguro... Amarilla contra Robben en la jugada siguiente, por protestar. Sin embargo el juez sigue siendo hijo suyo.

'41 Se va Xabi Alonso. Entra Fábregas.

'44 Van Persie, al que se le ha sancionado off-side, se saca de encima a Casillas y define. La pelota da en el palo. No es así...

'46 Manejo de la pelota de España... Ambos equipos se cierran al final del segundo tiempo.

'47 Sneijder busca el gol de la victoria desde lejos con un remate sorpresivo. En su cabeza el mundo gira de una manera. La realidad está un poco lejos.

'48 Fin del segundo tiempo.

Primer tiempo del alargue

'0 Incursión de Robben por derecha. Lo marcan tres jugadores. La vida continúa.

'1 Navas ataca por derecha. Lo marcan algunos holandeses. La vida continúa siguiendo.

'2 Los españoles piden penal. El árbitro concede sólo un corner. Lo patea Xavi y no pasa nada.

'3 Primer plano de la pelada del árbitro Howard Webb. Se trasluce un cráneo impresionante.

'4 Iniesta para Fábregas, que define contra la salida de Stekelenburg. El arquero holandés la saca al corner con una pierna.

'5 Cabezazo de España por encima del horizontal.

'6 Tiro al arco de De Jong. Controla Casillas. La pelota va hacia Iniesta, que juega para Capdevila. Centro para Xavi. Corner.

'7 Puyol cabecea el tiro del corner hacia afuera, bastante desviado.

'8 Pase de Fábregas al vacío para Iniesta. Iniesta no define. Engancha y se la saca van Bronckhorst. ¿Qué tipo de gol quiere hacer España?

'9 Se va De Jong. Tiene que dirigir un curso de especialización en traqueotomía en la Universidad de Rotterdam y el avión sale en un rato.

'10 Remata Navas. La pelota pega en la parte de afuera de la red. Hay un corner que no lleva a nada.

'11 Holanda tiene ganas de hacer un gol.

'12 La Reina Sofía, con una manta roja cubriendo su falda, se acaricia los nudillos de la mano izquierda. El príncipe de Holanda sigue como siempre a su lado. Pero se ha abierto entre ellos un espacio. Al príncipe le cuelga largamente su bufanda naranja. Tiene cara de estar pensando qué es lo que van a servir a la hora de la cena. Linda foto para la revista ¡HOLA!

'13 Fábregas remata desde afuera. La pelota se va por fuera contra un palo.

'14 Se va van Bronckhorst. Entra otro holandés.

'15 El tiempo simplemente se consume para que podamos llegar al minuto '16

'16 Llega el minuto 16. Se termina el primer tiempo.

Segundo tiempo del alargue

Se va Villa. Entra Torres.

'3 Iniesta se va solo hacia el gol. Heitinga lo derriba y recibe doble amarilla y es expulsado.

'4 Xavi dispara el tiro libre por encima del travesaño. La cámara ultralenta muestra a Xavi mirando hacia atrás, con su cara de Robert Downey Jr. Lo tapan los rulos de Puyol, lentos, hacia arriba, hacia abajo, como los tentáculos de un pulpo deslizándose en el fondo del mar.

'5 Falta sobre Iniesta.

'6 Centro al área. Rechaza Stekelenburg.

'7 Robben se hace el vivo. Define cuando ya había sido cobrado el off-side. El árbitro le dice que no va más... que no va más a cobrarle nada, que le dé tranquilo.

'8 Tiro libre para Holanda. Queda postergado para el minuto siguiente por problemas en el armado y la colocación de la barrera. Una lástima...

'9 La barrera demora aún media hora más en armarse. Sneijder le respira encima. Los españoles se quejan del mal aliento de los integrantes de la barrera. Se realiza el tiro libre y el remate pega en uno de los hombros de los holandeses y se va al corner.

'10 ¡Gol de Iniesta! Lo dejan sólo en el área y remata fuerte y cruzado hacia el segundo palo.

'11 Toda Holanda protesta.

'12 y '13 Replays... Casillas llorando. La Reina Sofía saltando, volando podría decirse, con un promedio de elevación de unos 6,5 centímetros. El príncipe de Holanda apoyado contra la barandilla, definitivamente alejado de la Reina Sofía, observando para otro lado. No es changa lo que se tiene que aguantar por ser de la realeza.

'14 y '15 Aumenta el volumen de las vuvuzelas. Ataca Holanda con centros.

'16 Etcétera.

'17 ESPAÑA CAMPEÓN DEL MUNDO.

Los pulpos son de palo (II)

[próximamente... sepan disculpar...]

sábado, 10 de julio de 2010

Los pulpos son de palo (I)



Ver el partido por el tercer puesto de un Mundial es una forma de presenciar una variante de la misma final del mundo. Y es también uno de esos partidos tan importantes como poco dramáticos en los que llevarse la victoria no está nada mal, pero en los que no es ninguna desgracia mayor salir derrotado. Apenas si queda un registro anecdótico al costado del resultado de la propia final. Tampoco es que con esto le quiera quitar trascendencia a un partido que Uruguay nunca ganó en su historia, y que todos querían ganar hoy cuando apretaron los puños y los dientes en el último tiro libre del partido que Forlán estrelló en el travesaño y dejó el partido 3 a 2 a favor de los alemanes. Otra vez la bronca por el mismo resultado que nos dejó fuera de la final, y otra vez la bronca por la falta de suerte que en ambos partidos, sin despreciar que se perdió bien antes dos grandes rivales, nos torció el curso en los instantes menos indicados. Hace una semana, antes del partido contra Holanda, un amigo me confesó que sentía un miedo enorme de que hubiéramos agotado todas nuestras reservas de "fortuna" tras el partido contra Ghana, como si esto fuera un videojuego en el que se acumulan "poderes" y se los administra con mayor o menor conciencia. La verdad es que si se observa una y otra vez el penal que marra Asamoah Gyan, cumplida la hora del alargue, todavía es algo inconcebible. La presunción de mi amigo parece estar bien explicada ahora, luego de quedarnos definitivamente con el cuarto puesto; pero también todos sabemos en este país las cosas que habríamos sacrificado de nuevo por jugar una instancia semifinal. Una de ellas fue contundente: que Suárez se perdiera el partido ante Holanda.
En cambio ahora, cuando estamos más allá de las previsiones, los nervios, los cálculos y las arengas, lo que podemos sentir es un orgullo inconmensurable por la pasión que estos futbolistas demostraron en cada segundo de juego. Tan sólo la forma en que Diego Pérez va al suelo y le roba la pelota a Schweinsteiger para el empate de Cavani, pone de ejemplo una vez más la decisión de este equipo de querer llevarse el partido por delante, siempre. Ese hecho... O cada unos de los cierres de Jorge Fucile o de Diego Godín, o la corrida por derecha de Egidio Arévalo Ríos para meterle el centro a Diego Forlán en el segundo gol; todas esas incidencias de juego, como tantas otras (incluso como la desazón de Muslera y de Lugano en cada gol alemán), estuvieron para nosotros, los hinchas de Uruguay, y también para los televidentes del planeta entero, impregnadas de coraje, de amor propio. Eso. Y nada de bravuconería o de prepotencia, viendo el resultado antes de que este se manifestara. No. Nunca. Uruguay salía a cada partido sabiendo que su rival jugaba y que le podía hacer pasar malos ratos, tal como le sucedió. Sin embargo, uno de los aspectos que causan gran satisfacción de este Uruguay es la consideración extrema del rival y la aplicación de una respuesta inmediata al problema que surge ante cada equipo. Esa respuesta no está sólo marcada por el coraje, sino que a eso hay que agregarle la gran capacidad de juego. Como hoy contra Alemania, cuando Uruguay llegaba a ganar por 2 a 1 y los alemanes no encontraban la pelota por ninguna parte. Alemania es un gran equipo. Nadie se habría asombrado si le hubiera ganado a España en la semifinal y hubiera superado a Holanda en la final. Pero Uruguay demostró que se puso a la altura de esos grandes equipos porque reunió lo mismo que ellos: trabajo, temperamento y talento. Lo demás es circunstancial. El fútbol tiene mucho de circunstancial, y por eso es un deporte que amamos, porque también logra sorprendernos siempre. Pero no se llega a los lugares más altos de un torneo gracias a las circunstancias. Por eso da gusto ver a este Uruguay. Cuando se ve en la televisión que la gente regresa tranquila a sus hogares desde las pantallas gigantes ubicadas en las plazas de las ciudades, cuando se ve eso luego del partido contra Holanda y a los días contra Alemania, allí hay un equipo que logró algo igual de importante que un campeonato. Veintitrés jugadores y un cuerpo técnico alcanzaron a tocar una dimensión del espacio entre los individuos que no había sido explorada por mucho tiempo. Y lo lograron mediante una actividad tan inofensiva como el fútbol. Lo lograron trasladando un esférico de un sector a otro de un campo delimitado con líneas blancas, como si se tratara de un actividad abstracta o geométrica... Estos jugadores uruguayos no sólo le regalaron a la gente un cuarto puesto en el Campeonato del Mundo de Sudáfrica en 2010. Nos otorgaron un valor que ahora es necesario trasladar a nuestras vidas sencillas, donde no hay noventa minutos que nos agobien con su carrera loca. Ese valor se coloca en un punto que está a medio camino entre nuestras preocupaciones, nuestro dolor, y lo que nosotros tenemos para ofrecer. Y como el fútbol es metafórico a un nivel muy profundo de nuestras experiencia y sensibilidad, ahora le toca a cada uno sentarse a pensar cómo se tiene que utilizar este obsequio tan especial.

viernes, 9 de julio de 2010

Todos hipnotizados


Maradona ha empezado a hablar de nuevo. Parece que al ver la semifinal que España le ganó por 1 a 0 a Alemania concluyó que a la selección ibérica habría que colocarle las áreas en ambos costados de la cancha. Maradona parece hoy por hoy el sujeto menos indicado para opinar sobre cómo se le gana a Alemania. Con tal criterio habría que decir que a Argentina el área y el arco rivales habría que dejárselos por delante de la línea de defensas. Sin embargo, el Diego de esto algo sabe. Si Alemania se caracterizó (sobre todo en las victorias ante Australia, Inglaterra y Argentina) por aplicar un método de juego efectivo y hasta de una sencillez pasmosa, España se le paró enfrente como la caricatura de esa actitud. El primer tiempo pareció una tomadura de pelo enorme al fútbol alemán. España tomó la pelota y la paseó por todo el campo de juego, sobre todo de una banda a la otra. Si la defensa alemana se cerraba, los volantes españoles preferían una y mil veces pasarla hacia atrás, incluso hasta Iker Casillas, para devolverla hacia el medio campo, para un costado, luego para el otro, y de vuelta y de vuelta, y de vuelta y de vuelta, hasta que huuuummmm, ¡qué sueño! ¿no?... Los alemanes, que del tema saben, y mucho, la miraban pasar como si jugaran al "monito" con ellos. España, por lo pronto, ya puede ser considerada la campeona mundial de "monito", aunque le ganó a los germanos con un gol en el segundo tiempo traído de otro partido. Un gol poco extraordinario en el que vemos a Puyol corriendo desde detrás de la media luna y yendo a buscar el centro enviado desde el corner. Puyol cabecea con gran potencia y pone el 1 a 0 con el gol que menos habría querido hacer España para entrar en la final de un Mundial. España quería un gol como el segundo que le hizo a Chile, o como el gol con el que mandaron a casa al macaco de Cristiano Ronaldo y su selección. Una jugada por el sector izquierdo entre Iniesta y Xavi. Algo así. Como lo que intentaron una y otra vez en l segundo tiempo. Parece que España quiere entrar al arco con pelota. Parece que su actitud es la de querer driblear hasta el arquero para demostrarle a todo el mundo lo brillante de su forma de jugar. Para que todo el mundo entienda que nadie juega así, ni siquiera Brasil ya. Pero esos goles no le salen todo lo seguido que quisieran. En un Mundial se tienen que hacer también otras cosas. Sin embargo, los periodistas están embelesados con esto. Se babean cuando ven que España no renuncia a su estilo "de seda", cuando el mote de "Furia" se asemeja a la evocación de un pasado inconveniente. Los periodistas mueren de amor al observar que cuando a España un ataque no le sale la pelota deriva hasta el mismísimo Casillas y otra vez a empezar... Todos mueren con esas delicadezas. Pero en el fútbol hay que ser malo, hay que ser bastante sucio a veces y mandar todo al traste con un gol como el de Puyol, un gol de un equipo común y corriente, el tipo de gol al que los alemanes no renunciaron en ningún instante, y que casi lograron con seis o siete toques más despabiladores que el resto del partido cuando España se apoderó de la pelota.

Ahí

jueves, 1 de julio de 2010

Mamá, ¿cómo sé si tengo la garra charrúa?


Puesto ante el problema de tener que definir qué es la "garra charrúa" luego de la trabajosa victoria de la Celeste ante Corea del Sur por 2 a 1, un periodista de la agencia Reuters recurre a Pablo Forlán, mítico center-half de Uruguay en los Mundiales de México '70 y Alemania '74, y, obviamente, padre de Diego Forlán. La conclusión final afirma que la garra charrúa es alcanzar el triunfo cuando parecía algo imposible. Dicha conclusión, lo sabemos los uruguayos, está un poco recortada. La garra charrúa como tal podría definirse como un estado, una actitud ante el juego por encima incluso del resultado obtenido. Y aunque la garra charrúa se ha hecho valiosa a partir de los triunfos, uno puede incluso llegar a percibirla en los partidos de los que salimos derrotados. Pero la cuestión es que de un tiempo a esta parte, de muchos años a esta parte, la gente se cansó un poco de la garra charrúa. La gente comenzó a sentir que ante el panorama del fútbol mundial de las últimas décadas, recurrir a la garra charrúa ya se estaba convirtiendo en un recurso atávico. Nadie podía dejar de estar orgulloso de su presencia tutelar, pero todos se estaban dando cuenta de que en el fútbol de hoy no se puede salir adelante solamente con la garra charrúa. A menos que se tenga algo más, claro; a menos que se proponga algo más desde el juego. Y esta selección uruguaya lo propone.
Cuando los primeros 20 ó 25 minutos del partido anunciaban un camino de rosas para Uruguay, con un gol marcado a los 8 minutos por Luis Suárez tras un pase espectacular de Diego Forlán, con un manejo del partido que recordaba a los efectuados ante Sudáfrica y ante México, cuando el sol brillaba sobre la grama y todos podíamos pensar en seguir de largo, Corea del Sur cambió de repente. Aquel equipo timorato que muchos habíamos visto perder por goleada ante Argentina desapareció para siempre del Mundial. Las subidas de Park se hicieron insoportables. Corea del Sur comenzó a complicar a la Celeste con su buen manejo de la pelota. Los defensas uruguayos ahora pasaban a resolver situaciones impensadas unos pocos minutos atrás. El medio de la cancha, donde hasta hace poco rato habían mandado Diego Pérez y Egidio Arévalo Ríos, era propiedad exclusiva de los coreanos. Así culminaba el primer tiempo, con el anuncio de que si Tabárez no proponía algún cambio drástico, el rival iba a pasar de largo.
Pero a la vuelta del partido el cambio drástico fue la salida de Diego Godín, lesionado y reemplazado en el entretiempo por Mauricio Victorino. Con la entrada de Victorino, Uruguay no perdió para el segundo tiempo nada de entrega por parte de sus zagueros, pero sí algunos centímetros. Allí donde Godín podía resolver por arriba los problemas que la altura de los coreanos causaban, Victorino hacía lo que podía, y así y todo jugó un buen partido. Pero todo complicaba. Primero la aparición de la lluvia. Segundo la persistencia de Corea del Sur, jugando exactamente igual a como lo había hecho durante toda la segunda parte del primer tiempo. La pelota se volvió escurridiza y el terreno de juego una verdadera pista de hielo. Los coreanos, con toda su velocidad y su capacidad física desplegada, comenzaron a sentirse cada vez más a gusto con la situación. Llegó un instante en el que Uruguay extrañó aquella época en que nadie le pedía justificarse para cruzar la mitad de la cancha... Así que el merecido empate llegó en el minuto 68. El mareo entre los zagueros y los laterales y Muslera fue tan grande, que cuando cayó el centro ya nadie sabía a quién de los coreanos tenía que tomar. Lugano no llega a cubrir y Muslera sale a medias. Lee Chung Yong cabecea y pone el 1 a 1... El record de Muslera pasó a ser una anécodta para revisar al día siguiente. Tras ese tanto pasó a ser el arquero uruguayo con más minutos sin la valla vencida (390) en un campeonato del mundo, superando al gran Ladislao Mazurkiewicz. Pero todo eso no tenía trascendencia si uno miraba el festejo de los coreanos. A esa altura, aquello ni siquiera tenía olor a alargue. Los fantasmas de la Eliminatoria hacían su aparición cuando menos se los esperaba.
Mucho se escribió y se habló luego del partido acerca de la gran reacción de Uruguay apenas llegó ese gol. Los más con satisfacción y admiración. Otros, un poco dormidos, con cierto aire reprobatorio, se preguntaron por qué Uruguay se había dejado hacer un gol para tener que levantar su nivel de juego. Lo concreto es que la rebeldía de Uruguay, allí donde todos vieron la garra charrúa entrando en acción, estuvo apuntalada por un aspecto nada menor que tiene este equipo: el hecho de que juega bien. ¿Qué significa en este caso "jugar bien"? No es precisamente jugar de forma vistosa, sino saber lo que el partido tiene para darle y lo que a su vez el equipo puede hacer por el partido. Esta selección uruguaya tiene una capacidad de lectura y de manejo del partido importante. Sin ella, la garra charrúa habría terminado transformándose en un berrinche.
Hay un acto clave del partido un poco antes del segundo gol de Suárez, y ese acto no tuvo una consecuencia mayor sobre la incidencia del juego en el que se manifestó, pero sí sobre el resto del partido. Consistió en lo siguiente: En uno de los ataques de Uruguay, no del todo claros, la pelota queda picando dentro del área de Corea del Sur, a medio camino entre dos defensas. Es una de esas pelotas que aunque están dentro de la zona de peligro no llevan riesgo. Los defensas saben que cuentan con la ventaja del espacio y del tiempo para demorar la acción, levantar la cabeza y elegir al compañero mejor ubicado para continuar con el juego. En una jugada así, cuando la pelota queda picando en el área coreana, lejos de cualquier jugador uruguayo, por un callejón, desde muchos, muchos metros atrás, aparece la figura de Diego Pérez peleando por esa pelota y exigiendo a los defensas a realizar un plan de último momento. Diego Pérez no tenía porqué ir a buscar esa pelota. Las probabilidades de que la jugada tuviera un final feliz eran nulas, y las de que el medio de la cancha quedara descompensado, totales. Pero el partido no fue el mismo a partir de entonces. Ese solo acto, en apariencia gratuito, marcó el desarrollo posterior del encuentro.
Y unos instantes después llegó el segundo gol de Suárez; un tiro en diagonal, enroscándose contra el segundo palo. La situación es tan dura e impactante que tiene la misma fuerza y duración de un rayo cayendo en el segundo más desesperante de la tormenta que sacudía esa tarde de Port Elizabeth. Los comentarios sobre cómo ese gol de Suárez dio de lleno en la sensibilidad de la gente van a trascender con los días. Las lágrimas de muchos se vinieron al suelo. Uruguay clasificaba luego de cuarenta años a cuartos de final, pero el hecho más sustancial era cómo lo lograba. El alma o el corazón o la gallardía (todas categorías evanescentes para hablar de fútbol) que demostró este equipo logró conmover a las personas, a las que les gusta el fútbol y a las que entienden poco y se arriman en épocas de mundiales. Ahora todos quieren saber qué más puede lograr este equipo. Muchos se animan a soñar de verdad, sin temor alguno, sin vergüenza. Porque todos confían, todos aprendieron a confiar. Por eso, cuando al final del partido el remate de un coreano pasa entre las piernas de Muslera y se dirige lentamente a la línea de gol, todos, dentro de la ansiedad imperante, entendimos que esa pelota no iba a entrar. Vimos entonces al capitán Lugano trotar hacia ella y salir jugando contra la línea, con los brazos extendidos hacia los costados en la clara señal de "no pasa nada". No pasaba nada: Uruguay había logrado apoderarse del espacio, el tiempo y sus ventajas.