domingo, 23 de diciembre de 2007
A tarta regalada...
jueves, 20 de diciembre de 2007
De pesado
En sí, creo que esta frase puede muy bien ser un punto a considerar para quienes pretenden (lectores, críticos especializados, etc.) ascender a veces a un autor o a una obra en particular hacia determinado lugar en un supuesto canon. Porque el resultado puede ser a veces bastante forzado y el escritor en cuestión quedar como un monigote prendido con alfileres de un cañamazo que se deshilacha en ciertas partes. (Claro, ahora me acuerdo de que el texto de Bolaño arranca con el asombro [falsamente ingenuo] de cómo determinado cúmulo de intelectuales porteños aristócratas y burgueses entronizaron al Martín Fierro de José Hernández.) El caso de Levrero, acá, se le parece bastante, por lo de ese apresuramiento que se tiene de que quede resplandeciente como una placa de bronce. Y no tengo porque tirar la piedra y esconder la mano: hace varias semanas escribí en mi columna para la revista Freeway de Montevideo una nota sobre Levrero, su novela luminosa y sus epígonos (http://blogs.freeway.com.uy/noviembre2007/pozo/). Como es una columna en la que tengo que hablar de lo que me gusta leer, así, sin aspavientos y yendo al fondo visceral de mis gustos de lector de cada día, recuerdo que empecé jugueteando con la idea de que en nuestra literatura había como una inversión, algo así como que la "rareza" (eso que quizás sembramos en el impoluto corazón de un poeta que le regalamos a Francia) se transforma en "norma", en lo "intelectualmente bien visto", en lo "común". Bueno, la frase de Bolaño de más arriba, creo que hace pensar que, como en el fútbol, hay escritores que tienen que jugar en su puesto y no salir de ahí, o no considerárselos con valoraciones que son más pertinentes para otros escritores.
Lo otro, leyendo "Derivas de la pesada", es esa confirmación incesante de la riqueza y variedad de las letras argentinas. Bolaño habla de parejas de autores como Borges-Soriano, Arlt-Piglia y O. Lamborghini-Aira y uno se da cuenta de que allí pasa algo, de que la literatura es además un campo de batalla. Así, se me ocurrió que la literatura uruguaya hoy, según leo hasta en los suplementos culturales (quizás digo "literatura uruguaya", cuando debo decir "narrativa uruguaya", mayormente) es como una especie de casa grande heredada en sucesión y habitada por muchos futuros beneficiarios. Todos comparten los espacios de todos, duermen bastante cerca. Unos roncan, otros hacen el amor, otros se masturban, y siempre, indefectiblemente, eso se siente a través de las paredes. Si alguna chispa de discordia saltara entre ellos, si eso sucediera, ellos creen que la pelea haría que la misma casa, incluso, se viniera abajo.
lunes, 17 de diciembre de 2007
33
Cuando ayer se fue Felipe también me puse a escuchar a Bix Beiderbecke. Tengo una colección de catorce discos y me propuse agotarlos mientras me dedicaba a terminar de pasarle brocha al resto de la casa. Pero me ocurrió que barriendo y sacando telas de araña de la cocina, me vino un ataque de asma. Fue el primer ataque de asma del año. El último había sido, creo, a fines de 2005 o comienzos de 2006. Literalmente, quedé doblado. Me tendí unos minutos sobre una frazada vieja, en el piso y esperé en vano que se me pasara. Salí al fondo y tampoco hubo alivio. Como estaba solo y no tenía carga en el celular para llamar a mi padre para que me llevara al sanatorio, seguí esperando. Pensé en acudir hasta alguno de mis vecinos y pedirles ayuda. Pero conozco tan sólo a un par y parecían no estar, o durmiendo la siesta de la tarde del domingo, vaya uno a saber... El caso es que me parecía también bastante engorroso todo el trámite de tener que explicar qué me pasaba y ver cómo a mi alrededor se formaba un pequeño revuelo. Esperé más aún y maldije todo ese tiempo en que estuve por comprarme el inhalador y no me lo compré. Hasta que decidí salir en la bicicleta. Junté algunas cosas en la mochila y subí el repecho del comienzo del camino con la bici a un costado. Durante todo el trayecto, haciendo todo lo posible por dar la menor cantidad de pedalazos, sentí que había avanzado en mi vida medio siglo. Sé que cuando tenga entre 75 y 80 años me voy a sentir como me sentí ayer al querer ir al sanatorio.
Pero lo más interesante, como tenía que ser, ocurrió en el sanatorio, donde me tuvieron retenido un par de horas. Recuerdé que hacía un par de días había ido hasta allí, por otra complicación. (Olvidé decir que estoy con otitis en el oído derecho) Pero fue recién ayer cuando se me hizo bastante clara la idea de que ir al sanatorio con una crisis asmática no es lo mismo que ir por cualquier otra cosa. En mi caso, tiene que ver con la seguridad, porque cuando tengo una crisis asmática me vuelvo, me siento un ser absolutamente vulnerable. Pierdo la confianza en todo. Esa sensación me comunica inmediatamente con mi niñez. Yo tenía cinco años cuando enfermé de neumopatía aguda en el pulmón izquierdo. Pasé mucho tiempo internado. En esa época el sanatorio Mautone estaba sobre la calle que hoy es Joaquín de Viana (antes Avenida Artigas). Me acuerdo bien de algún domingo en que me abrían la cortina de la habitación y veía a poca distancia el ajetreo de la feria. Algunos sonidos traspasaban el vidrio y me ponían contento. Había sol. Recuerdo también una noche en que mi hermana Andrea fue con mi padre a visitarme y mi madre le pedía que no hiciera ruido porque me iba a despertar. Mi hermana tenía tres años. Trataba de llegar a una mesita en la que había algún juguete mío, creo que un autito. Cada tanto, mientras mis padres hablaban, mi hermana se movía, decía alguna cosa y volvía a intentar llegar hasta ese juguete. Entonces mi madre le repetía a mi hermana la advertencia. Tenía miedo de que yo me despertara. Lo que ninguno sabía era que yo estaba bien despierto y me hacía el dormido. Debe de ser el primer momento de mi vida del que tengo conciencia de haber ejercido esa práctica. Lo otro que me quedó bien fijado en la memoria, fue la noche que me desperté y me senté de golpe repitiendo "No me quiero morir... no me quiero morir". Mi madre, que dormía sentada al lado, se despertó también y me abrazó diciéndome que yo no me iba a morir, que ella estaba allí conmigo y que me iba a cuidar mucho. Ella creía que todo era producto de una pesadilla. Pero el hecho es que yo recuerdo muy puntualmente que sentía la angustia de la posibilidad de morir. No era una frase hecha o algo aprendido hacía unos días y que yo ponía en práctica para ver cómo era. Cuando vi "Annie Hall", de Woody Allen, me llamó la atención, aparte de reírme muchísimo, esa escena en que aparece el Woody Allen chiquito sentado en un banco de escuela y empieza a reflexionar sobre el valor de la muerte en nuesta cultura, o a preguntárselo, que es más o menos lo mismo. Yo era muy chico cuando pasó aquello, pero ya tenía esa conciencia, sabía que un día me iba a morir y que no iba a haber vuelta atrás, que después de morir no iba a pasar más nada, que todo se iba a ir o a perder, y que al menos necesitaba de la presencia de alguien a quien amaba para mitigar esa sensación. Veintidós años después no puedo cambiar mucho esa visión. De esa experiencia de la neumopatía me quedaron al menos, dos secuelas más. La primera fue el dejar de ser el niño más o menos rollizo de papá y mamá y transformarme en un flaquito enfermizo. La segunda fue un asma a veces furiosa, que me dejaba morado, al borde de la asfixia, y que hacía que mis padres agotaran recursos para poder tratármela o curármela, en el mejor de los casos. Gran parte de mi infancia es como una especie de tortuosa peregrinación hacia la soledad de verme a mí mismo esperando en salas con sillones que yo examinaba puntillosamente, o esperando que tras una puerta apareciera un doctor. Pero no sólo médicos vi, sino también, y esto creo que fue de las experiencias más extrañas de mi vida, toda una serie de expertos en sanación. Ya la palabra "sanación" tiene un reverso que es la palabra "curandero". Mis padres estaban verdaderamente despesperados. Yo casi ni podía respirar el aire del exterior. Cuando me llevaban a la escuela me envolvían en un montón de bufandas y los niños me miraban a la entrada como si llegara un emisario de Oriente. Allí mismo, en la escuela, yo tenía que pasar muchas veces los recreos dentro del salón. Había un par de maestas que me decían que yo era un niño muy imaginativo, que bajara de la luna por un rato. A mí esas palabras siempre me sonaron un poco injustas, quizás peyorativas. Como sea, para mí la imaginación estaba al alcance de la mano, y esta idea me viene de haber mencionado recién a los "sanadores" o "curanderos". Porque, ¿quién le puede explicar a un niño qué es la realidad, qué es lo normal y lo que no, cuando pasa por una experiencia como la que sigue?... Una vez mis padres me llevaron a un campo donde vivía uno de estos curanderos. El hombre tomó una "hoja" de tuna, le sacó las espinas y la abrió en dos mitades como si fuera un pan felipe. Luego colocó ambas mitades en el suelo y me pidió que me parara con los pies desnudos sobre cada mitad, como si fuean unas chancletas. Después de eso el hombre tomó las tunas, las santiguó y se las dio a mis padres con la instrucción de que las colgaran a los pies de mi cama durante determinado tiempo. No sé cuánto tiempo fue. Ahora arriesgo que fue un año, quizás. Lo cierto es que durante todo ese período yo me despertaba y veía a los pies de la cama, colgando de un piolín, a las dos tunas amarronadas, resecándonse, enroscándose la una con la otra en un abrazo cuya fuerza era la fuerza de querer hacerme algo o quitarme algo.
Vuelvo de nuevo al día de ayer, porque cuando el médico de guardia me examinó me vino súbitamente la vulnerabilidad. Y más cuando muy extrañado, el doctor me pidió que repitiera el número 33 indefinidamente mientras se fijaba con el estetoscopio en mi pulmón izuqierdo. La extrañeza le venía de que al revisarme ese pulmón, no lo escuchaba. La conclusión era medio obvia: no lo estaba utilizando. Así que me pasaron a otro consultorio para hacerme nebulizaciones y prepararme para una placa. Ese consultorio, que en realidad eran dos paredes de yeso que partían de otra de material, cuyo frente era un cortinado, era el "B3", que, ahora que lo pienso, es un 33, pero con el ceño fruncido. Inevitablemente, la concentación de la nebulización me comunicó otra vez con las experiencias previas. Otra vez esas horas de estar siempre mirando lo mismo, de saberme de memoria la variedad y las formas de los enchufes, las conexiones para el oxígeno. Otra vez ese tiempo muerto. La aguja del medidor de oxígeno y yo. Siempre. Y en seguida la certidumbre de la limpieza. La asepsia. Creo que por eso me gusta tanto la asepsia, la limpieza total en una casa. A mí el polvo me destroza, me deja como ayer. Cuando me voy tanquilizando, cuando salgo de mi vulnerabilidad en el sanatorio, entro como en una ensoñación en la que la asepsia es su marca. Ayer, entre las nebulizaciones y los varios disparos con Ventolín, el ritmo cardíaco me empezó a subir, las manos me hormiguearon y se pusieron a temblar. Un dulce mareo me hizo recostar en la camilla y dejar la vista en cualquier lugar del techo, tan blanco... Y entonces me di cuenta de una cosa que me gustaba de tener asma, cuando era chico. Eran las historias que comenzaban a llegar. Porque ayer también llegaron. Yo recostaba mi cabeza y miraba el techo mientras el suero goteaba sin apuro, y escuchaba las voces que llegaban de los otros consultorios, voces que le hablaban al mismo médico que me había atendido a mí hacía unos instantes, y que en ese momento empezaban a construir vidas, otras vidas muy distintas que se reunían con la mía a lo largo de los consultorios. Eran vidas que yo iba sintiendo a través de las paredes de yeso y que lo disgregaban al punto de que yo hacía un esfuerzo y lograba ver los rostros de esas voces. Pasaba a vivir las vidas de los otros a partir de esas voces y lo poco o mucho que le contaban al médico. Yo no lo podía evitar ni ocultar, era como si me saliera un grano en la cara. Mi madre me hablaba y yo no le daba bolilla. Y así se iban las horas de internación. Ayer había dos niños. Uno había pasado corriendo y se había hecho algunos cortes muy profundos en la cara al darse contra algo. El otro se había caído de la bicicleta. El médico y sus padres estaban a la espera de unas placas o no que confirmaran o no la fractura. Luego llegó un hombre de unos cincuenta años, quizás. Un obrero que salía de la construcción y empezaba sentir un dolor muy intenso en el brazo. Cuando llegaba a la casa no podía más. Como ayer era domingo y no trabajó, no le dolía tanto. Después llegó el cirujano para coser la cara del primer niño. Apenas dijo unas palabras ya me vi venir el resto de la historia, lo que pasaría en cinco minutos más. "Hola. Vos y yo somos amigos y vamos a estar juntos y tranquilos ahora. Vas a ver que no te va a doler nada". Yo me preguntaba por qué el hombre hablaba gritando. Cuando le fue diciendo al niño cosas como "Mi vida" o "Mi amor", me pareció una versión más o menos científica de Susana Giménez. No había duda de lo que iba a suceder. Lo primero en que pensé fue un pasaje de la primera parte de "Mientras escribo", de Stephen King. Allí King habla de su infancia y de su detestable experiencia con los doctores, y en especial con la frase "Esto no te va a doler". El autor entonces cuenta que luego de una frase como esa le metieron la aguja de una jeringa dentro de un oído y sintió cómo le reventaba todo dentro de su cabeza. Se ve que estaba para acordarme de libros. Cuando empecé a sentir los gemidos del niño me imaginé al doctor aplicando sus intrumentos sobre aquel rostro ante la mirada permisiva de los padres. Y entonces me acordé de "La isla del Dr. Moreau", de H.G. Wells, en la parte en que el protagonista siente a través de las paredes los gemidos lastimeros de los animales al ser operados sin anestesia e injertados con partes de otros animales.
Cuando pude respirar normalmente me hicieron la placa. Al final, resultó que todo estaba bien en el pulmón.
Salí del sanatorio, me subí a mi Ondina y pedalée lentamente hasta el Kennedy. Allí estaba mi padre.
martes, 11 de diciembre de 2007
Gusto a perro
Otra cosa más, y esto lo voy a decir por puro interés de divulgación, por el hecho de que este blog no olvida nunca su función de mantener informada y al tanto a la comunidad. Hace algunas semanas, mi padre me consiguió un perro. Es un pastor catalán al que le puse Bob. Con los días notamos que Atenea, la perra de mi hermana, que también está acá (la perra, no mi hermana), se le sube encima a Bob como para hacer cachorritos. ¿Podrán creer?... Bueno, ayer una profesora de química (lo de química no tiene nada que ver, es sólo una cuestión de identidad) me dijo en el liceo que en su casa pasa lo mismo. Y entonces me explicó que el veterinario, a su vez, le dijo que eso significaba que la hembra trataba de dominar al macho. ¡Qué tierno! ¿No?... Sólo que lo que le causaba más ternura a esta profesora era el hecho de que su perrita cimarrona, pobrecita, era muy chiquita, y no le daba la altura para subírsele al perro de la casa. ¡Pero qué ambiciosa!, ¿no?... Tan chiquita y ya con la idea fija.
jueves, 6 de diciembre de 2007
Highways # 60 & 12 revisited
B) Bob Dylan: Gracias Bobby... ¡Qué se te puede decir! Cantaste para nosotros a la ida y a la vuelta... Lo tuyo es realmente muy bueno, eh... "Highway 61 revisited", "From a Buick 6", "It takes a lot to laugh, it takes a train to cry", "Tombstone's blues" y, sobre todo, "Dirty road blues". Shalom!!...
C) Conejos blancos: caminábamos en la hora muerta de la noche sobre el pasto, en la falda del cerro. Dijo Victoria: "¡Los conejos!". Y allí estaban, al lado de un árbol, quietos, con sus ojos rojos prendidos en la noche como botones.
D) Duchas femeninas: un cartel decía *NO MALGASTE EL AGUA. SOLAMENTE TRES MINUTOS EN LAS DUCHAS *RETÍRESE VESTIDA DE LAS DUCHAS *NO GOLPEE LAS PUERTAS *CUIDE SU VOCABULARIO *GRACIAS.
E) Elefante de cemento gris: Estaba en un jardín en Piriápolis. Daban ganas de bajarse y abrazarlo.
F) Fotografías: lindas, pero pocas. Nos olvidamos del cargador de las baterías y las que llevábamos se agotaron.
G) Guanaco: Había una llama... ¿Pero el otro era un guanaco?...
H) Historias de amor: cuando llegamos a la administración del camping, interrumpimos a la encargada, que leía sobre el escritorio, con el pelo oloroso de recién lavado cayendo hacia ambos costados, una novelita de Corín Tellado sosteniendo un cigarrillo en alto, como esperando un desenlace.
I) Inglés:
-I don't wanna climb...
-Yes, you must...
J) Julepe: el de Victoria con una araña pollito del tamaño de su mano, bajando del cerro. Las briznas de pasto crujían bajo sus patitas.
K) Kilómetros: 250.
L) Lagarto: Medía quizás un poco más de medio metro. Estaba tomando sol sobre una piedra gris en la cima del cerro Arequita. Nosotros nos acercamos y sentimos el sacudón en la hierba seca de la cumbre, la oscilación enojosa de la cola; todo rumbo a lo profundo del monte. Victoria gritó. Yo también, pero me las ingenié para que el "¡¡¡Ah!!!" se continuara en un "¡¡¡Ah!!! ¡El lagaaaartooo! ¡Qué lindoooo!...". (Shhhh...)
M) Minas: Minas es una ciudad que me sigue fascinando. No sé bien por qué; creo que me trae siempre, me actualiza, una suerte de pasado indefinido, ni feliz ni triste, anterior a mi existencia, como una marca de cómo era todo antes de que yo naciera o cuando yo era muy niño. Es la ciudad de Morosoli, también. Morosoli sigue vigente más allá de los cambios que uno pueda suponer. Allá están los conflictos íntimos de esa gente del pueblo que el escritor transmitió en muchos cuentos (me acuerdo de "Mujeres"), allá están los cerros al final de cada calle.
N) Nubes: pinceladas de abajo hacia arriba. Había una con la forma de una trompeta.
Ñ) "Ñ": del diario Clarín del sábado pasado. Muy buena la nota de tapa, la entrevista a Josefina Ludmer.
O) Ómnibus: El de ida, por la 60: lento, ruidoso, se llovió en el asiento de Victoria luego de que la lluvia terminó. El de vuelta, por la 12. rápido, con el ruido imprescindible, con el panorama del atardecer a todo lo largo, esquivando vacas sueltas, con muchas interrupciones en el discman por los mensajes de texto de los celulares.
P) Palmera: la palmera perdía sus palmas... Un petizo saltaba con machete y en el aire hacía "¡¡¡Iiiiaaaahhh!!!! a lo ninja y cortó un par de palmas.
Q) ¡Qué liga!: encontramos un peso tirado...
R) Ravioles: riquísimos... Como Victoria no los pudo terminar yo fui solidario.
S) Sol: el primer día no. El segundo sí: glorioso, sobre todo llegando a Minas. ¡Vamos por más!...
T) Terminal: la gente se despide, se va a trabajar, regresa... Siempre es interesante mirar las caras por la ventanilla del ómnibus.
U) Unicornios: no había. (No existen)
V) Vecinos: unos con un auto azul y con un niño que pasó corriendo una vez. Después otros, en otra cabaña más alejada, pero sólo vimos el mantel amarillo que habían dejado en la mesa de afuera. "¡Hay gente que trae mantel!". No más.
W) Wi-fi: no había. (No necesitábamos) Lo más parecido era cuando uno de los que se encargaban de cuidar los animales te gritaba "¡Guay! ¡Ay!", cuando algún bicho se enloquecía.
X) Xuxa: en la administración del camping había una biblioteca improvisada con libros y revistas de todo tipo para que los turistas puedan pasar sus horas. Había una revista de chimentos con Xuxa en la tapa. ¿Hace cuánto que Xuxa fue por última vez tapa de GENTE?
Y) Yogur: Conaprole, de frutilla, 500 cm, de desayuno. Más o menos el 58% de la dosis diaria recomendad de calcio por día.
Z) Zzzzzzzz...: (de dormir, de estar cansado a la vuelta y caer rendido...)
lunes, 3 de diciembre de 2007
Phil y su cama del tiempo
Hace unos días, el jueves, luego de almorzar en la cama, nos tiramos a ver algunos videos. Empezamos por Peter Capusotto y luego seguimos con algunas cosas de Paul Mc Cartney, en especial unos videos raros, todos con el mismo formato, en los que Paul toca en su guitarra, sentado en un taburete sobre un fondo blanco, temas de su último disco:"Memories almoust full"... (Pero cómo nos emocionamos también con el video de "Mull of Kintyre"... Es sencillamente hermoso.) Los recuerdos casi completos pertenecían a nosotros dos cuando nos dimos cuenta de que youtube tenía más y más para darnos. Es decir, pasamos a recuperar una parte del pasado, a completar algunos vacíos. Curiosamente, la mayoría de ellos se colmaron viendo propagandas políticas para la campaña presidencial de 1989, que terminó ganando Luis Alberto Lacalle. Eran tiempos raros. De a poco, con cada video nos hizo sumirnos en un silencio en el que las cosas cambiaban de forma, la gente que nos rodeaba era otra. He aquí algunas ideas sueltas a propósito de ciertos videos, seguidas de los links respectivos.
Empecemos con este:
http://youtube.com/watch?v=QS0y6hvh36I&feature=related
Es la primavera de 1989... Puede ser un día cualquiera de calor... Felipe y yo no nos conocemos, no tenemos ni idea el uno del otro; tenemos 10 y 9 años. Yo estoy en el Kennedy, probablemente haya vuelto de la escuela y haya dado una vuelta hasta el campo de golf con mi hermana Andrea. Quizás estuviéramos cuidando a Franco. Podemos estar también en el cuarto de nuestros padres, donde estaba el único televisor y ver esta propaganda, subidos en la cama matrimonial, porque no había ni sillas ni sillones. Era así, nos sentábamos en la cama para ver la tele. Felipe está en una casa de la calle San Carlos, muy cerca del centro de Maldonado. Está en el patio dando vueltas bajo la parra, mientras sus abuelos maternos sacan el televisor hasta allí mismo y se sientan a tomar mate. La propaganda en cuestión nos hizo (ahora, 2007) reír mucho, no sólo por lo que dice Lacalle, a todas luces ingenuo (sobre todo eso de cómo incluir a los chicos en la lucha contra la drogadicción), sino por ese comienzo "in media res", como si ya estuvieran charlando del tema antes de que el director dijera "¡Acción!" y el Cuqui sacudiera su pelito accediendo al primer plano.
Sigamos con este otro:
http://youtube.com/watch?v=dsFKAwppuU8&feature=related
Millor acompaña a Pacheco. No hay mucho que decir al respecto. Millor da su palabra de honor... Pero fíjense en la escasa luminosidad de la filmación. Con Felipe terminamos heridos de pasión melancólica. Millor parece una especie de Petrus onettiano, un tipo que quiere convencer cuando al mismo tiempo todos sabemos que no, así, a secas.
Volvamos a Lacalle, a la misma elección...
http://youtube.com/watch?v=RNf1RfjEV3Q&feature=related
Sin duda, el que se roba la película es el camionero. Con Felipe vimos esta propaganda varias veces. Mezcla imprecisa entre el Zorro, el Herrerismo y las tecnologías inminentes.
Dejemos ahora la política de lado. Pasemos a las marcas que dejaron una huella en nuestro inconsciente colectivo post-dictarorial. Veamos las cosas que nos podían hacer unos niños superados, niños que estaban más allá de la bolita, los trompos y las cometas, niños más sofisticados. Por ejemplo: uno tenía que tener los armatodos de Pepsi y toda la colección de vasos de esa bebida que salió de forma paralela: http://youtube.com/watch?v=iKZfqbtKkl8&feature=related
Además, si te agarrabas piojos, soñabas con que no te pasaran querosén y te raparan y que, en cambio, te aplicaran QUITOSO y tu mamá fuera como la de esta publicidad para que nuestra pulsión edípica no se fuera al traste:
http://youtube.com/watch?v=MFkuWu6iF2Q&feature=related
Por otra parte, estaba el tema de los championes... Los chicos de hoy se pueden matar de la risa. Pero si teníamos championes FLECHA, nuestras posibilidades de hacer terapia psicoanalítica dentro de veinte años disminuían considerablemente, aún más que poniéndonos los TOPSY: http://youtube.com/watch?v=sGrEQH3GC6Q&feature=related
Éramos unos pibes y no fumábamos (bueno, a Felipe por esa época no le faltaba mucho), pero acá está esta publicidad de CORONADO LIGHT en donde vemos a un futuro sex-symbol argentino de telenovelas (¡a ver si adivinan quién es!), en una puesta en escena que nos recuerda un borrador de la taberna de Moe en los Simpson.
¡¡Los televisores SAMSUNG!! ¿Quién no tenía un televisor SAMSUNG? Bueno, yo no conocí a nadie con uno y Felipe sabía de un niño solo cuyos padres se habían comprado uno. De esta publicidad me acuerdo porque la pasaban incansablemente en los días previos al Mundial de Italia '90, evento que le daba cierta razón de ser a esta publicidad. Fíjense lo galán que era Humberto de Vargas por esa época. ¡Dios mío! Las décadas pasaron y desperdiciamos uno de nuestros mejores super-hombres tan sólo por la ineptitud de no tener una industria de telenovelas establecida. Y encima tuvimos el orgullo de no venderlo Buenos Aires para que fuera una especie de Osvaldo Laport adelantado. Bueno, yo veía esta publicidad varias veces de tarde y de mañana, creo que en canal 9 (hoy, canal 7), que retransmitía del 10 de Montevideo. Yo tenía hepatitis y me miraba todo el Mundial acostado frente a un televisor blanco y negro Philips, chiquito y de ciertas mañas. Una de las mañas era la de demorar para encenderse. Dice mi madre que eso se debía a que una vez entré desde el patio con una manguera y lo regué. Afortunadamente estaba apagado, desafortunadamente, el surrealismo ya había sido inventado. Ahora me acuerdo también de que a esa tele yo le debo mi formación en westerns. Me levantaba los sábados de mañana y ponía el canal 11. A veces lloraba porque me despertaba solo en la habitación. Mis padres estaban trabajando en el bar, al frente de la casa. Entonces ocurría que venía mi madre y hacía girar la perilla hasta el 11. Un día me desperté y pensé que lo podía hacer yo solo, pero la tele estaba desenchufada. Cuando traté de enchufarla, recibí la primera descarga eléctrica de la que tengo memoria. Fue muy fuerte. Así que a mí no me vengan con eso de que nadie se olvida de su primera relación sexual... ¡Pavadas! Esa patada que me dio el enchufe me dio la dimensión de lo que era el mundo. Así que bueno, gracias Humberto de Vargas por hacerme recordar tantas cosas. Sos la vainilla que uno hunde en la tacita. Algunas cosas más de esta publicidad de los televisores SAMSUNG. 1: En definitiva, es una publicidad de una casa de electrodomésticos que se llamaba CENTRO ELÉCTRICO... A Felipe y a mí casi se nos pone la piel de gallina. 2: Fíjense la pista que esta publicidad nos da de nuestra economía... ¡En cuotas de 26.300 pesos!... 3: El cabezazo y la sonrisa de de Vargas, o sea, lo que le faltó al Chengue en el Mundial de Japón y Corea 2002. ¡Ah!... Acá está el link: http://youtube.com/watch?v=t9KE8SoisjA&feature=related
En fin, pasaron los años y nos hicimos adolescentes. Entonces quisimos demostar que éramos jóvenes y que nos llevábamos el barrio por delante. Teníamos nuestra TARJETA JOVEN. Dicen que hay gente que la ha usado de forma constante. A mí siempre me pareció un poco patotero sacarla a relucir en un comercio. Nunca lo hice. Dice Felipe que él dos veces. Pero el tema acá es otro. ¿Por qué las publicidades que se refieran a los jóvenes suelen mostrarnos como boluditos? Porque eso es lo que veo en esta publicidad de hace quince años o menos... Miren la chica vestida de tenista y con las trencitas al lado. ¿Los padres le pegaban con una raqueta en las nalgas? Esta cuestión no se detiene. Me trae a la memoria una vez que leí en un diario algo así como una cobertura de una "movida de arte joven" que se hizo en Montevideo. Y ahí estaba el lugar común, parece que en la "inteligencia" de los medios las palabras "arte" y "joven" pronunciadas una al lado de la otra significan aptitud para tirar pelotitas para arriba en cualquier semáforo o pararse hecho una estatua viviente. Ok... Respetable. Pero, ¿no hay jóvenes que hagan otras cosas?... http://youtube.com/watch?v=r1IYNqDoi14&feature=related
Ahora regresemos a la política con los tres últimos ejemplos del youtube. Para comenzar esta propaganda de Jorge Batlle con el ya consabido lema de que Batlle "le canta la justa". Lo que me llama la atención es que el formato de dicha propaganda hoy en día, aparte de obsoleto, es en realidad el formato que se utiliza en cualquier programa televisivo de humor para reírse de un político. ¿Lo sabría Batlle? ¿Una autocrítica lúcida? Que el lector juzgue en: http://youtube.com/watch?v=uYhdu_IW37Q&feature=related
Esta que viene a continuación me gusta mucho. Despidamos a Lacalle con esta presentación de su familia bastante reciente. Pero no se pierdan por favor la reacción del perrito cuando el ex-presidente empieza a hablar sobre los valores de su familia, como tampoco dejen de apreciar y valorar en su justa medida el denodado esfuerzo de su hijo por hacer que el chicho siga dentro del encuadre: http://youtube.com/watch?v=EuvUIQIsGJ0&feature=related
Y como dijo Bob, "los tiempos están cambiando". La política que fue a finales de los '80 ya no es la misma que ven nuestros hijos. No adelanto nada de este último video: http://youtube.com/watch?v=P_Sja_O3kCU&feature=related
viernes, 30 de noviembre de 2007
Todos los niños mimosos van a Umpilandia
domingo, 25 de noviembre de 2007
Los desaparecidos
Es curioso cómo a veces las lecturas se cruzan y se conectan. Hace unas semanas estuve leyendo "La noche del oráculo", de Paul Auster, que me pareció una buena novela, quizás no tanto a la altura de "El palacio de la luna", que hasta el momento me parece lo mejor del autor de lo que he leído, pero, quiero decir, "La noche del oráculo" está muy bien escrita y atrapa al lector. En ella se cuenta la historia de un escritor que sobrevive inceríblemente a una enfermedad terminal. En los primeros días de su vuelta a casa se afronta con la realidad de que no puede escribir... hasta que, claro, ocurre algo. Y eso es que compra un cuaderno que lo fascina y en el que decide, aunque más no sea para trazar algunas líneas cada día, proseguir con una historia que se comenta tangencialmente en "El halcón maltés" de Dashiell Hammett, la historia de Flitcraft. Un día Flitcraft va caminando cuando ¡zas!, se le cae al lado un andamio. En ese instante se da cuenta de que bien podría ser hombre muerto. Así que en un segundo ve su vida y se da cuenta de que no ha hecho lo que ha querido hacer, o que su vida en realidad carece de sentido. "Flitcraft concluye que no tiene más remedio que someterse a esa fuerza aniquiladora, que debe destruir su vida mediante algún gesto sin sentido, totalmente arbitrario, de negación de sí mismo." (en "La noche del oráculo"). Entonces se toma el primer autobús (o tren, no me acuerdo) y se va a otra ciudad cualquiera a comenzar con otra vida desde cero. El protagonista de la novela de Auster, Sidney Orr, va sobre esa veta para poder escribir. Ese tema, el de la persona que deja todo atrás, sin siquiera dar cuenta de su acción a sus seres "queridos", para comenzar una nueva vida, es un tema que creo que ha estado presente, en mayor o menos medida, en la cabeza de todo ser humano al menos una vez en la vida. Es parte de esa fascinación por lo otro, o por la posibilidad de saber cómo seríamos en otros contextos, qué habría sido de nuestra existencia de no haber mediado aquellos hechos que creemos que fueron influyentes. Es como para repensar también el asunto de la gente desaparecida que se termina transformando en una foto que un día aparece en un informativo. ¿Alguien se ha puesto a pensar si algunos de esos de los que no se supo nunca nada más no están, en definitiva, mejor de lo que estaban antes de desaparecer? ¿Habrá que pensar siempre que cuando desaparece una mujer tenga que estar en un harén en Arabia Saudita? El asunto es complejo. Todo se sume en un misterio. No recuerdo del todo bien, pero tengo como la sensación de que alguien me contó una vez una cosa que le pasó a una mujer conocida. Resulta que esta mujer, cuando era adolescente vivió la desaparición de su padre. Una tarde se quedaron en su casa esperando que regresara del trabajo y el hombre no apareció. Lo esperaron al día siguiente y luego al otro y al otro y nada. Hicieron la denuncia y eso tampoco ayudó mucho. Esa adolescente creció, se hizo mujer, se casó, tuvo hijos. Pasaron muchos años. Un día, de viaje por una ciudad más o menos olvidada del país, cruza una plaza y ve a su padre sentado en un banco, con un par de niños grandes en la vuelta. La mujer no dice nada. Quién sabe si el hombre llegó a verla y, en definitiva, reconocerla. A mí siempre me fascinó esa situación. ¿Qué fue lo que faltó para que esas dos líneas de vida (la del hombre y la de su hija) que un día estuvieron cercanas, volvieran a acercarse? ¿Qué fue lo que detuvo a la mujer de pararse frente a su padre y pedirle explicaciones?... Y hay otra historia que conozco casi de primera mano porque se dio en el Kennedy, cuando yo era adolescente. Un vecino que se dedicaba a la pesca en embarcación, desapareció junto con otros compañeros en medio de una tormenta casi en alta mar. La embarcación no resistió el oleaje y se dio vuelta de inmediato. Yo conocía a varios de sus familiares, algunos jugaban al fútbol conmigo, y pude enterarme de cómo sintió la falta la familia. Pero se dio una situación muy extraña que hizo que todo se hiciera un poco más angustiante. Los cadáveres de cada uno de los pescadores fueron apareciendo en el correr de las semanas, pero el de mi vecino no apareció nunca. Jamás. Sé que suena morboso, pero desde esos días tuve la idea siguiente: ¿qué habría pasado si mi vecino en realidad fuera el único que se hubiera salvado? La ausencia del cuerpo, la ausencia de algo tangible sobre lo que colocar el duelo por la muerte, puede estimular ese tipo de pensamientos. Seguramente ahora esté olvidándome de ejemplos similares al de Flitcraft que haya leído o visto en películas. Sé que debe haber decenas. Sin embargo, recuerdo que Gabriel García Márquez comenta en "Vivir para contarla" sobre un terremoto en Colombia o Centroamérica que le permitió a varios individuos desaparecer, abandonar sus mujeres, sus hijos y sus trabajos para comenzar otra vida. De hecho, en mi caso, a comienzos de 2006 empecé a escribir una novela (que pienso terminar este verano) y en la que cuento la historia de un individuo que abandona principalmente sus obligaciones laborales, ya que no tiene mayores vínculos familiares, y desparece en un extraño viaje a Brasil, pero con la idea de llegar un día a un cierto bosque de una localidad de Inglaterra sobre la cual leyó en varios libros a lo largo de su vida. Hay un episodio que me parece muy divertido, y es la parte en que el protagonista está casualmente frente a un televisor y ve en un informativo la noticia de que ha desaparecido. Entonces ve, con una perplejidad que da paso a las carcajadas más desaforadas, como varias personas que le expresaron el mayor de los repudios, hablan ante cámaras como si lo hubieran amado profundamente.
Escribí más arriba lo de las lecturas conectadas porque en estos días estoy terminando de leer lo último que publicó la editorial Planeta (filial Uruguay): "El hombre perdido", de Horacio Bernardo. En realidad, la historia de "El hombre perdido" gira alrededor de lo mismo. Un muchacho de 18 ó 19 años abandona a su familia sin motivos aparentes. Parece que la vida es perfecta, que nada le falta, pero a él eso no le satisface. Entonces se toma el primer ómnibus que sale a cualquier ciudad (¿Flitcraft?) y desaparece. Y luego hace eso un par de veces más. La cuestión es que la lectura se me ha hecho tan cuesta arriba que terminar el libro ha sido dificilísimo. Además, creo que ya estoy cansado de que en nuestras letras haya tantos ejemplos de historias como estas, plagadas de espíritu de grandilocuencia, seriedad e intelectualidad, historias que terminan siendo bastante aburridas, hostiles al lector. El narrador de "El hombre perdido" está todo el tiempo mencionándonos cómo se siente, cómo ve el mundo, en vez de hacérnoslo sentir. La prosa, finalmente, se contamina de la insustancialidad de la vida del personaje del que quiere tratar. Era el riesgo... Aparte, con esta novela, la editorial Planeta insiste de nuevo en una idea: la de la presencia ya real en el mercado editorial de una "renovación de la narrativa uruguaya", la aparición de una narrativa joven. Todo empezó con la publicación de "Pendejos", de Patricia Turnes (que, como dijo oprtunamente un crítico en Brecha, ya no me acuerdo si fue Ignacio Bajter, es un ejercicio de banalidad). Luego de "Pendejos" llegó "El hombre perdido". En una de las solapas aparece (como pope literario ya indiscutido) Tomás de Mattos diciendo que Horacio Bernardo es "uno de los autores más promisorios de la generación joven de la narrativa uruguaya". Si yo sumo el caso de Bernardo al de Turnes lo único que encuentro es autocomplacencia, cero renovación y una apuesta por lo seguro, como lo es del algún modo ese punto de partida en común que tienen sus obras: la dedicatoria al maestro ya ausente físicamente: Mario Levrero. ¿Dónde está el imperio de la imaginación que predicó el autor de "La ciudad"? Y no me vengan con que la imaginación es también ese juego (que quizás en algún momento Levrero sí supo hacer bien, pero sólo él) de pasar de una situación y luego a otra totalmente "desconectada", quizás la primera que viniera a colación... porque ese ejercicio de la imaginación es bastante conformista, jugar a la ilógica por la ilógica es fácil. ¿Qué es más difícil que hacer entrar a la ilógica dentro de una lógica precisa, a la manera de los sueños de Fellini? Sé que tanto la novela de Turnes como la de Bernardo no entran en esta última discusión, pero tenía ganas de decirlo. Si esta es la nueva guardia de la narrativa uruguaya yo ya empiezo a tramitar la ciudadanía argentina, o en su defecto me hago un hara-kiri con una cuchara (Wow! ¡Qué loco lo que dije!...)
jueves, 8 de noviembre de 2007
Mientras tanto
En realidad, mientras me tomo un tiempo para ponerme al día con la vida en algunas cosas, comento en un breve índice que no todo ha sido ni dolce far niente, ni ob-la-di ob-la-da... porque...
a) he estado corrigiendo mucho
b) continúo escribiendo a medias con mi amigo la novela... sobre todo con entusiasmo, con mucho entusiasmo... cuatro capítulos en un mes...
c) indignadísimo por lo mala leche y berreta de una crítica aparecida en Brecha al libro de Valentín, "Jaula de costillas", y firmada por una tal María Nélida Riccetto...
d) leo lo que un estudiante me escribe en un trabajo comentando una frase de una ensayo de Borges sobre la poesía... algo así como que, me dice el chico, la poesía puede dividirse en tres ramas: la que juega con las palabras, la romántica y la aburrida...
e) apasionado con la lectura de "El oráculo de la noche", de Paul Auster...
f) andando en bicicleta y pensando en Walt Whitman (dijera un conocido que una vez me vio pasar por la rambla un soleado domingo de mañana...
g) empezando a sentir cómo la temperatura del agua del mar se hace cada vez más invitante...
h) otras cosas más...
sábado, 27 de octubre de 2007
¿Novísimos nuevos?
miércoles, 17 de octubre de 2007
Anales de la literatura uruguaya (I)
Con este texto de hoy se da por inaugurada la serie ANALES DE LA LITERATURA URUGUAYA, un esfuerzo a fondo que trae por detrás el otro esfuerzo, el de varios colaboradores de tartatextual todos desparramados por el país y que no se cansan de buscar y de también encontrar lo que se podría llamar "el otro canon", o sea: esos escritores que han quedado desplazados de la historia de nuestra literatura debido a múltiples factores como la política, el centralismo montevideano o la inteligencia. Porque, ¿cuántos verdaderos valores han quedado al costado del camino sin que los lectores comunes y corrientes los conozcan o sin que los profesores de Literatura puedan poner sobre ellos pruebas sorpresas cuando no tienen ganas de dar clases y así poder entrar con sus celulares a salas de chateo porno para aficionados a los perritos pekineses? Autores de los que el "Diccionario de autores uruguayos" no refleja nada y que es un libro que como hemos visto consiste en realidad en dos tomos de color verde, uno que dice "uno" y el otro que dice "dos"; autores de los que los dos tomos de "Literatura uruguaya contemporánea", dirigidos por Raviolo y Rocca tampoco dicen nada, porque la colección menciona autores que eran deudores del BPS; autores de los que tampoco dice nada la última edición del "Diccionario de la cultura uruguaya", de Miguel Ángel Campodónico, que es un libro con una tapa espantosa. ¡Sí! ¡Atención estudiantes y amantes de la literatura en general, atención profesores de literatura y empleados del Banco República que escriben después de las cinco de la tarde! Porque ahora llega la Historia de la Literatura Uruguaya a la que nadie le había dado bolilla, y no sólo en la Dictadura... Llegan los ANALES DE LA LITERATURA URUGUAYA, porque no hay mejor literatura que una literatura bastante abierta...
Vida y muerte de Ronnie "Chelo" Martinelli (Durazno, 1960-2004)
Juan José Morosoli (en una carta a Santiago Dosetti)
martes, 16 de octubre de 2007
Querido Damián...
Querido Damián, ¡oh, sí!, veo y leo que estás muy ocupado con tus clases y tus cosas de escribir de a uno, de a dos y de aquí para allá para este o aquel, ocupado leyendo cosas que te parecen a veces una pelotudez total... ¡Oh, sí! Lo veo... ¿Cómo no lo voy a ver si saturás tu precioso blog con esas boludeces? Antes que nada quiero pedirte disculpas por no poder enviarte un mail y sí esta carta más tradicional, pero escrita en papel de maní y con tinta violeta. El motivo de esta (la carta) no es otro que decirte que he encontrado con algunos de mis colaboradores un rastro de hechos interesantes de escritores uruguayos que darían para una investigación más extensa que por obvias razones yo no puedo hacer. Estas razones son que, como lo sabés, el programa en canal 7 (de acá) me lleva mucho tiempo, y la otra razón: que de la literatura uruguaya no entiendo una mierda... Por lo tanto desearía mucho que te dedicaras a eso y me tuvieras al tanto de lo que hacés.
Ahora me despido excusándome con dos razones, la primera es que tengo que terminar de escribir la carta, y la segunda es que en este café donde estoy sentado a una mesa escribiéndote puedo ver salir del baño al vocalista de Miranda, que tiene el cierre de la bragueta trancado en medio del pirulín, y que grita "Miren, miren, no me duele, no me pasa nada..."; lo cual, como bien sabemos, es verdad.
Un fuerte abrazo.
Tuyo... Peter Capusotto.
jueves, 11 de octubre de 2007
El payaso tendrá su día (El código Cacho)
Ahora, las claves de este ascenso inminente...
a) El factor golero de Cacho Bochinche
Lo que le aconteció a la selección uruguaya de fútbol en la pasada Copa América de Venezuela, precisamente en el partido contra Brasil por semifinales, ratifica algo que viene de largo tiempo: no podemos embocarla más de dos veces seguidas en una definición desde el punto penal. ¿Culpables?... Bueno, no se busque a los culpables en los jugadores, los técnicos o los formadores de inferiores... El culpable es Cacho de la Cruz. Las estadísticas revelan que tanto la selección como los clubes uruguayos en partidos internacionales han ganado el 17, 56 % de los encuentros en que han ido a penales. La curva descendente de la gráfica que muestra la acentuación de las derrotas se percibe notoriamente sobre comienzos de los años '90. Es lógico. Si se hace un mínimo de memoria se recordará que la última victoria importante por penales es del año '88 (Nacional ante el PSV Eindhoven, en Tokyo). ¿Por qué no ganamos casi partidos por penales desde esa fecha?... Porque los jugadores que los disputaban, de promedio de edad de 24 años y algunos meses, estuvieron formados en el ideal de pegarle al golero antes de meter el gol, propio del famoso juego de Cacho Bochinche, donde, sábado a sábado, como recordarán los lectores, no había que hacer el gol, sino tratar de descabezar de un puntazo al macaco con la pelota Cubilla, esa pelota cuyo eslogan decía: "Para hacer goles de maravilla"... Una maravilla era que alguno de los pibes algún sábado no reventara alguno de los focos del estudio de canal 12. Sin duda, la audacia de Cacho de la Cruz es superlativa. Demostró que caló hondo en el inconsciente colectivo de los chicos que miraban su programa infantil allá por la década del '80, y la cosa seigue... No es más que el primer paso de un plan que tiene como objetivo arrastrar y poner bajo el fango la seguridad añeja de nuestros pobladores, con el fin de que, conociendo lo más bajo, los uruguayos estén preparados para la recompensa, el día en que Cacho de la Cruz cabalgue por los cielos junto con los otros tres jinetes, soplando su trombón y llamando al pueblo al inicio de una nueva era. (Los otros tres jinetes son Laura, Fermín, el de los títeres, y, por supuesto, Pelusita).
b) El factor Ultratón
Verdadero superyó de los nuevos uruguayos, Ultratón, quien venía de la inmensidad del espacio exterior, es el elemento represor de los vestigios infantiloides de este pueblo que deberá madurar, le guste o no le guste.
c) El factor Laura
Miremos nuestro entorno. ¿Qué mujer no se parece ya a Laura? Verdadero arquetipo de la nuova donna, esta madonna que apila nota tras nota los fines de semana, es el perfecto ejemplo de la construcción de la Belleza. Nuestras madres, nuestras hermanas, primas y novias saben de lo que hablamos. Llegará el día en que todas las uruguayas luzcan como si hubieran nacido en Gotebörg o Upsala y vayan al spa y saquen sus propios discos de karaoke.
d) El factor Pelusita (por supuesto...)
Especie de Krusty avant-la-léttre, es, en última instancia uno de los elementos más solemnes del programa, el que demuestra que tras la terrible capa de pintura, algo más serio se cierne sobre el individuo. Bienaventurados de aquellos que puedan trascender los colores del cutis de Pelusita, porque aquellos verán la verdadera cara, y serán salvos.