Hace un par de semanas, a propósito del 40 aniversario del disco "Sgt. Pepper’s", leí en el diario Clarín unas declaraciones de Charly García acerca de Paul Mc Cartney que me dejaron satisfecho, sobre todo porque admiten lo que a veces a costado mucho reconocer o, directamente, no se ha reconocido: "En realidad, es un disco de Paul: hace poco Ringo dijo que era una basura, y a John tampoco le gustaba. Lo que pasa es que cuesta reconocer que Paul es un genio. Odio cuando hablan de Lennon y no se dan cuenta de lo genio que es Mc Cartney; es que uno siempre idolatra al rebelde. Quizás no es tan inteligente, pero Paul es mucho más músico que John.". Estas palabras me parecen encomiables porque, si vamos al caso, Charly ha exhibido siempre un toque más o menos "lennoniano" y ha sabido jugar de "rebelde".
Recuerdo también una charla con Valentín hace también un par de semanas. Íbamos caminando un sábado de madrugada por Avenida España rumbo a su casa. Me decía que había visto la película "Let it be". "Let it be" debe ser, de toda las películas de los Beatles, aquella en que menos están los Beatles, es más, es el manual, para muchos, de cómo desarmar una banda. Por allí se ve a George y a Paul discutir por una línea de guitarra de "I’ve got a feeling". La cosa es que le pregunté a Valentín si él compartía algo que siempre se me hace presente cada vez que veo esa película. Y es que, fuera de la lucha de egos tan publicitada entre John y Paul, lo que se percibe todo el tiempo es la voluntad que tiene Paul para colaborar y tocar lo que sea y hacer lo que haya que hacer en los temas de George y de John. Es algo que casi no tiene parangón entre los otros Beatles y que quizás se deba a que Paul es multiinstrumentista (hay que recordar que en sus primeros discos solistas él tocaba absolutamente todos los instrumentos). Y no sólo se percibe esa voluntad que lo distingue de los otros, sino que es palpable que el único que está o sigue comprometido y tiene ganas (muchas ganas) de estar allí es Paul. Hay que ver la pasión que pone al hacerle los coros de "I me mine" a George, por ejemplo; o verlo tocar el piano en ese medley de rock de los ’50 al que se suma también Billy Preston (que tiene cara de no-me-puedo-creer-ni-que-me-maten-a-palos-lo-que-estoy-viviendo), mientras calientan motores. La energía de Paul en "Let it be" es altamente contagiosa. Mientras George canta mantras atrasados, mientras Ringo espera una seña y John y Yoko se juntan a hacer dibujitos debajo de un piano, Paul desborda energía por lo que está haciendo. No se aguanta. Creo que eso se nota también en su primer disco solista, el "Mc Cartney". Por cosas como estas yo he llegado a admirar a Paul, aunque algo tardíamente; y eso sin desmedro de mi pasión por las figuras de los otros.
Bueno, el caso es que, por los días en que me entero de que volvió a sacar otro disco, todavía con 64 años de edad, a poco de un gran trabajo como el "Chaos and creation in the backyard", veo en una disquería de Montevideo el disco "Ram". Así es que, después de tantas veces de verlo y desearlo y terminar por comprar otra cosa, lo sumo a lo otro que me llevaba. Antes pedí para escucharlo en una de las compacteras. Nunca había escuchado una sola canción del "Ram". Y la verdad es que me empezó a sacudir. Otra vez esa energía.
Estaba en Montevideo porque mi hermano Franco tenía que tocar como músico invitado en un espectáculo de Juventudes Musicales, en la sala Zitarrosa. Tocaba junto al compositor y guitarrista Vladimir Guicheff Bogasz una obra para guitarra, viola y marimba llamada "Ah". "Ah", de "Ah! Me olvidaba de algo", explica Guicheff en el escenario, más tarde. Por culpa de Paul, por quedarme prendido escuchando "Ram", llegaba tarde al espectáculo, por culpa de Paul, por pasar el disco a mi discman y caminar escuchándolo, me pasé por alto la sala Zitarrosa y llegué hasta la Plaza Independencia casi sin darme cuenta. Al final llegué en hora. Al comienzo hubo un recital de una pianista y una soprano haciendo cosas de Bellini, Donizetti, Mozart, Häendel y Serebrier. Después vino Guicheff, solo, con su guitarra, ejecutando piezas de Villa-Lobos, Leo Brower y también suyas. Al final subieron, para el cierre, mi hermano y la muchacha que tocaba la marimba. La obra "Ah" es, de algún modo, un tributo a los devaneos vanguardistas, a Varése y a Brower. Los instrumentos abrieron tocando segundas, produciendo un fuerte batimento en las ondas. Y así siguió todo. Cualquiera podía entrar y, como en muchas expresiones del arte moderno, percibir que "hacían que tocaban mal". En eso podría estar (en eso, o en la tranquilidad de saberse soportado por el sonido ambiente) el hombre que al fondo se echó su buen soñito y empezó a roncar cada vez más estridentemente. En un pasaje Franco tenía en la partitura un calderón (algo así como la posibilidad del interpretante de jugar a piacere con el silencio) y comenzó a dejar entrar el ronquido entre su solo, para que se acomodara de a poquito. Risas. Al final, una chica no lo soportó más. Se levantó casi desde el centro de la sala, estirándose en la oscuridad, y literalmente expulsó al hombre del recinto. A la calle.
A la calle tenía que irme yo. Eran las 21:55. La obra no había terminado y mi último ómnibus para Maldonado salía a las 22:15, para llegar a las 00:15, para acostarme a la 1:00, para levantarme a las 7:00, para entrar a clase a las 7:40. Me quedé con las ganas de conversar un rato con Franco. Hacía días que no lo veía. A una cuadra de la sala encontré un taxi que me llevó a Tres Cruces. El chofer quería saber de dónde era. Le dije que de Maldonado. Luego me dijo que él, antes de la crisis (¿qué crisis? Yo interpreté que hablaba del año 2002) había vivido en Cerro Pelado y cerca del centro. En verano vendía pareos en la playa. Hablamos de la conveniencia de vender en la Mansa y no en la Brava. "Hay gente con más guita del lado de la Brava. Pero en la Mansa no tenés tanto viento y la arena no es tan pesada, ¿viste?" Luego me habló algo más de si iban a sacar de su puesto a la Jefa de Policía de Maldonado y me bajé en la terminal. Serían ya las 22:05. No tenía tiempo de ir al baño. Me lamentaba no haber ido antes de entrar en la sala, tres horas antes. Saqué el pasaje y compré algo para comer en el camino. Un juguito multifruta y un alfajor Milka… Bueno, no sé por qué, pero me dieron ganas de comprar otro más. Subí al ómnibus. Asiento 30. Pasillo. En el asiento del lado de la ventanilla un hombre que chupaba un chupa chupa. Arranca el ómnibus. No, no. Se detiene. Sube un muchacho. Es mi hermano. Se va hasta el fondo. Recién en ese instante me ve. Me pregunta qué ando haciendo arriba de ese ómnibus. "Te vine a ver", le digo con aire de madre. Tiene asiento 42. Nos vamos para el fondo. Viene una mujer buscando el 43 y mirándome con cara de descolocada. Le hago el canje de asiento. Abro mi alfajor y le paso el otro a Franco. Dos alfajores. La vuelta a Maldonado era perfecta. No podía pedir nada más. Terminamos de compartir el juguito y me metí en el baño. Nunca había usado el baño de un ómnibus. Fue mi primera experiencia. Y bastante particular, por cierto. La ventana estaba abierta y digamos que la frescura que entraba me parecía algo sofisticado. Hasta que en unos semáforos paró al lado de mi ómnibus otro de pasajeros, uno departamental, un Cutcsa, creo, y a la señora que miró por el recuadro de la ventana, iluminado por los focos de la vía pública, no le pareció nada sofisticado lo que yo hacía. Vuelvo al asiento. Le pongo a Franco los auriculares para que escuche al menos un minuto de cada tema del "Ram". Un minuto, nada más. Lo controlo. Franco empieza a reírse, a sacudirse en el asiento. Es la energía de Paul que llega. Delante hay una pareja, más o menos adulta. Piden silencio, Quieren dormirse. Pero en realidad, se la pasan dándose besos. Y más cuando apagan las luces. Un policía, parado al lado del baño, nos observa de tanto en tanto. No entiende mucho. Le cuesta meternos el rótulo, me parece. Luego es mi turno. Me coloco los auriculares. Franco estira su asiento hacia atrás. Y yo entro en el resto de la noche mientras Paul canta "Too many people".
Recuerdo también una charla con Valentín hace también un par de semanas. Íbamos caminando un sábado de madrugada por Avenida España rumbo a su casa. Me decía que había visto la película "Let it be". "Let it be" debe ser, de toda las películas de los Beatles, aquella en que menos están los Beatles, es más, es el manual, para muchos, de cómo desarmar una banda. Por allí se ve a George y a Paul discutir por una línea de guitarra de "I’ve got a feeling". La cosa es que le pregunté a Valentín si él compartía algo que siempre se me hace presente cada vez que veo esa película. Y es que, fuera de la lucha de egos tan publicitada entre John y Paul, lo que se percibe todo el tiempo es la voluntad que tiene Paul para colaborar y tocar lo que sea y hacer lo que haya que hacer en los temas de George y de John. Es algo que casi no tiene parangón entre los otros Beatles y que quizás se deba a que Paul es multiinstrumentista (hay que recordar que en sus primeros discos solistas él tocaba absolutamente todos los instrumentos). Y no sólo se percibe esa voluntad que lo distingue de los otros, sino que es palpable que el único que está o sigue comprometido y tiene ganas (muchas ganas) de estar allí es Paul. Hay que ver la pasión que pone al hacerle los coros de "I me mine" a George, por ejemplo; o verlo tocar el piano en ese medley de rock de los ’50 al que se suma también Billy Preston (que tiene cara de no-me-puedo-creer-ni-que-me-maten-a-palos-lo-que-estoy-viviendo), mientras calientan motores. La energía de Paul en "Let it be" es altamente contagiosa. Mientras George canta mantras atrasados, mientras Ringo espera una seña y John y Yoko se juntan a hacer dibujitos debajo de un piano, Paul desborda energía por lo que está haciendo. No se aguanta. Creo que eso se nota también en su primer disco solista, el "Mc Cartney". Por cosas como estas yo he llegado a admirar a Paul, aunque algo tardíamente; y eso sin desmedro de mi pasión por las figuras de los otros.
Bueno, el caso es que, por los días en que me entero de que volvió a sacar otro disco, todavía con 64 años de edad, a poco de un gran trabajo como el "Chaos and creation in the backyard", veo en una disquería de Montevideo el disco "Ram". Así es que, después de tantas veces de verlo y desearlo y terminar por comprar otra cosa, lo sumo a lo otro que me llevaba. Antes pedí para escucharlo en una de las compacteras. Nunca había escuchado una sola canción del "Ram". Y la verdad es que me empezó a sacudir. Otra vez esa energía.
Estaba en Montevideo porque mi hermano Franco tenía que tocar como músico invitado en un espectáculo de Juventudes Musicales, en la sala Zitarrosa. Tocaba junto al compositor y guitarrista Vladimir Guicheff Bogasz una obra para guitarra, viola y marimba llamada "Ah". "Ah", de "Ah! Me olvidaba de algo", explica Guicheff en el escenario, más tarde. Por culpa de Paul, por quedarme prendido escuchando "Ram", llegaba tarde al espectáculo, por culpa de Paul, por pasar el disco a mi discman y caminar escuchándolo, me pasé por alto la sala Zitarrosa y llegué hasta la Plaza Independencia casi sin darme cuenta. Al final llegué en hora. Al comienzo hubo un recital de una pianista y una soprano haciendo cosas de Bellini, Donizetti, Mozart, Häendel y Serebrier. Después vino Guicheff, solo, con su guitarra, ejecutando piezas de Villa-Lobos, Leo Brower y también suyas. Al final subieron, para el cierre, mi hermano y la muchacha que tocaba la marimba. La obra "Ah" es, de algún modo, un tributo a los devaneos vanguardistas, a Varése y a Brower. Los instrumentos abrieron tocando segundas, produciendo un fuerte batimento en las ondas. Y así siguió todo. Cualquiera podía entrar y, como en muchas expresiones del arte moderno, percibir que "hacían que tocaban mal". En eso podría estar (en eso, o en la tranquilidad de saberse soportado por el sonido ambiente) el hombre que al fondo se echó su buen soñito y empezó a roncar cada vez más estridentemente. En un pasaje Franco tenía en la partitura un calderón (algo así como la posibilidad del interpretante de jugar a piacere con el silencio) y comenzó a dejar entrar el ronquido entre su solo, para que se acomodara de a poquito. Risas. Al final, una chica no lo soportó más. Se levantó casi desde el centro de la sala, estirándose en la oscuridad, y literalmente expulsó al hombre del recinto. A la calle.
A la calle tenía que irme yo. Eran las 21:55. La obra no había terminado y mi último ómnibus para Maldonado salía a las 22:15, para llegar a las 00:15, para acostarme a la 1:00, para levantarme a las 7:00, para entrar a clase a las 7:40. Me quedé con las ganas de conversar un rato con Franco. Hacía días que no lo veía. A una cuadra de la sala encontré un taxi que me llevó a Tres Cruces. El chofer quería saber de dónde era. Le dije que de Maldonado. Luego me dijo que él, antes de la crisis (¿qué crisis? Yo interpreté que hablaba del año 2002) había vivido en Cerro Pelado y cerca del centro. En verano vendía pareos en la playa. Hablamos de la conveniencia de vender en la Mansa y no en la Brava. "Hay gente con más guita del lado de la Brava. Pero en la Mansa no tenés tanto viento y la arena no es tan pesada, ¿viste?" Luego me habló algo más de si iban a sacar de su puesto a la Jefa de Policía de Maldonado y me bajé en la terminal. Serían ya las 22:05. No tenía tiempo de ir al baño. Me lamentaba no haber ido antes de entrar en la sala, tres horas antes. Saqué el pasaje y compré algo para comer en el camino. Un juguito multifruta y un alfajor Milka… Bueno, no sé por qué, pero me dieron ganas de comprar otro más. Subí al ómnibus. Asiento 30. Pasillo. En el asiento del lado de la ventanilla un hombre que chupaba un chupa chupa. Arranca el ómnibus. No, no. Se detiene. Sube un muchacho. Es mi hermano. Se va hasta el fondo. Recién en ese instante me ve. Me pregunta qué ando haciendo arriba de ese ómnibus. "Te vine a ver", le digo con aire de madre. Tiene asiento 42. Nos vamos para el fondo. Viene una mujer buscando el 43 y mirándome con cara de descolocada. Le hago el canje de asiento. Abro mi alfajor y le paso el otro a Franco. Dos alfajores. La vuelta a Maldonado era perfecta. No podía pedir nada más. Terminamos de compartir el juguito y me metí en el baño. Nunca había usado el baño de un ómnibus. Fue mi primera experiencia. Y bastante particular, por cierto. La ventana estaba abierta y digamos que la frescura que entraba me parecía algo sofisticado. Hasta que en unos semáforos paró al lado de mi ómnibus otro de pasajeros, uno departamental, un Cutcsa, creo, y a la señora que miró por el recuadro de la ventana, iluminado por los focos de la vía pública, no le pareció nada sofisticado lo que yo hacía. Vuelvo al asiento. Le pongo a Franco los auriculares para que escuche al menos un minuto de cada tema del "Ram". Un minuto, nada más. Lo controlo. Franco empieza a reírse, a sacudirse en el asiento. Es la energía de Paul que llega. Delante hay una pareja, más o menos adulta. Piden silencio, Quieren dormirse. Pero en realidad, se la pasan dándose besos. Y más cuando apagan las luces. Un policía, parado al lado del baño, nos observa de tanto en tanto. No entiende mucho. Le cuesta meternos el rótulo, me parece. Luego es mi turno. Me coloco los auriculares. Franco estira su asiento hacia atrás. Y yo entro en el resto de la noche mientras Paul canta "Too many people".
5 comentarios:
Mi experiencia con los baños tiene mucho que ver con la imposibilidad y la persistencia: muchas veces iba y no podía hacerlo, no salía. Fui capaz primero de mear en un avión que en un ómnibus de Olivera, cosa que terminé logrando en definitiva, lo cual me proveyó mayor goce que mi primer encuentro carnal (he de decirlo). Por otra parte, lo de Paul lo supe "dende el vientre de mi madre", como dijo Martin Iron, crítico inglés por excelencia.
"Dear friend" fue quizas, y sin quizas, la cancion de McCartney que ocupo el lugar de 3 legs. No soy "beatlemaniaco" (ser eso es haber histeriqueadocon la moda pasajera y recordar esos 4 o 5 temas de sus inicios) soy si, un cultor de su musica, de esos que ha acumulado versiones raras de sus temas que dejan a la "Antologia" chiquitita, chiquitita. He seguido tambien sus etapas "solitarias". La pelicula LEt it be tiene ese dejo de "zapada al pedo", ese olor a bosta que me entristece, sobretodo si despues llego "Abbey Road". Conociendo un poco la carrera posterior de los demas, uno tiene que entender que el esfuerzo creativo de McCartney para lograr "algo" era en definitiva solitario, y quizas un poco egoista, en el buen sentido. Lennon ya se habia introducido en el pelotudo espiral pseudopolitico que lo llevaria a discos tan olvidados (y olvidables) como "sometimes in the new york city"... quizas sea un lugar comun, pera la japonesa lo cago, lo hizo un intelectualoide de sobaco pomposo y aburrido, barrutando incoherencias en nomrbre de la paz, que hippie fuera de epoca. Comparto con ud. esa admiracion respetuosa (y silenciosa?) por McCartney...
PD: Momma miss America, del disco "McCartney", es una joyita, ideal para ir manejando un automovil a gran velocidad)
Zaid
Coincido ampliamente. ¿Te acordás de aquel caricaturista canadiense que entra al Bed Peace a darles palo John & Yoko? Bueno, buena parte de lo que el tipo dice condensa lo que era el lado pseudo-político de Lennon... La verdad es que sí, cada vez que Lennon abría la boca era demasiado... Aparte, todo ese activismo revolucionario y antiburgués era cacareado por un tipo que tenía (creo que lo confiesa en su entrevista a Playboy allá por 1980) inversiones en ganado o algo así. La misma letra de "Imagine", es una sarta de lugares comunes-bien-pensantes-burgueses que cualquier lectura apenas superficial de, por ejemplo, Lévi-Strauss tira abajo, demostrando que no, que es mejor no imaginarse un mundo sin países. Pero bueno, cuántas cabezas hicieron bandera con ese solo verso. De última, la actitud de paul como solista era más honesta, y ni que decir de la de George, que fue un verdadero ejemplo. Hace unos días vi el concierto por Bangl Desh, y me di cuenta una vez más de lo que era George como tipo. Realmente conmueve todo lo que hizo. Quiso ayudar e hizo algo concreto, a años luz de eficacia al lado del Bed Peace. A George le faltaba, afortunadamente, todo el cacareo de Lennon.
En cuanto a "Momma miss America", me encanta. La escucho en la bici a toda velocidad y me enloquezco... ¡Ese comienzo "Rock and roll springtime... Take one..." Y aparte, hay que escucharlo a Paul, que grabó instrumento por instrumento, gritando al final. Esa pasión, en solitario o no, es lo que me conmueve de Paul. Pusiste un ejemplo paradigmático.
Soy cultor de la musica de Lennon pero todo ese pedorrismo modernista y pacifista lo detesto. Me parece que se creyo el cuento del "musico-filosofo" y le salio como el tuje. Que decir, de George. Escribir sobre el significaria llenarte tu blog de ponderaciones y citas a temas que me han acompañado todos estos años. Pero recuerdo el dia que, en Argentina, me compre el "All thing must pass". Hasta el dia de hoy amo escuchar "Beware of darkness" con auriculares y caminando... Ese disco es invernal, y si hay viento mejor.
PD: Recomiendo tambien para la salu, "Let it down"
Zaid
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