De todas las entregas de premios de este certamen a las que he asistido (cuatro), nunca había escuchado del ganador algunas palabras sobre Morosoli y la vinculación de este nombre con la actividad que el premiado realiza. Cuando yo obtuve una de las menciones y fue a recogerla en agosto de 2003, quise decir algo, pero parecía que en ese caso los "mencionados" no podían hablar. Me entregaron el diploma, una maestra me estampó un beso para la foto y me hicieron señas para que me sentara. Así me quedé con las ganas de decir algo sobre mi fascinación sobre Morosoli. Luego habló Hugo Fontana, quien lo ganaba por segunda vez con "Quizás el domingo", pero sus palabras fueron más bien parcas y de rigor, sólo agradecimiento. Por eso este sábado tuve una especie de revancha. Estaba sentado en el medio del auditorio, un poco escondido, cuando vi que Valentín se levantaba, sacó un papel y empezó a leer. Más tarde, mientras cenábamos en Tres Cruces esperando para ir a Maldonado (habíamos quedado varados en Minas por ir a tomar algo y no darnos cuenta de tomar el último ómnibus a Maldonado), le dije que sus palabras me habían gustado mucho. Sacó el papelito del pantalón y me lo regaló. Debo decir que comparto punto por punto estas palabras que vienen, pero desde hace tiempo.
Agradezco a la Intendencia Municipal de Lavalleja, a la Fundación Lolita Rubial y a la editorial Banda Oriental.
Es un honor estar aquí para recibir este premio que lleva el nombre de Juan José Morosoli, uno de los más ilustres hijos de Minas. Incluso a riesgo de decir las mismas palabras trilladas que estamos acostumbrados a escuchar en las premiaciones, tengo que reconocer que debo expresar que la emoción es sincera. En mi caso concreto de escritor hasta hoy inédito, este premio me da la oportunidad de ser conocido por miles de lectores en todo el país, para cumplir la experiencia misteriosa y telepática que es la lectura.
Valoro y reivindico el realismo de Morosoli, totalmente vigente en este siglo XXI.Reivindico la tarea que él logro, de unir lo pueblerino con lo universal, sin caer nunca en el facilismo localista.
Dentro del Uruguay existen muchos Uruguay que esperan que la literatura los reinvente y les dé el carácter mítico que necesitan.
Nuestra venerable historia literaria todavía muestra, con una guiñada, miles de hectáreas vírgenes. De la firmeza y la determinación con las que y los que escriben tomen las biromes, los lápices o tipeen los teclados dependerá que esos mundos que piden cancha salgan o no a la luz de una página. Dedico este premio a toda mi familia y especialmente a mi hija Julieta.
Muchas gracias.
Agradezco a la Intendencia Municipal de Lavalleja, a la Fundación Lolita Rubial y a la editorial Banda Oriental.
Es un honor estar aquí para recibir este premio que lleva el nombre de Juan José Morosoli, uno de los más ilustres hijos de Minas. Incluso a riesgo de decir las mismas palabras trilladas que estamos acostumbrados a escuchar en las premiaciones, tengo que reconocer que debo expresar que la emoción es sincera. En mi caso concreto de escritor hasta hoy inédito, este premio me da la oportunidad de ser conocido por miles de lectores en todo el país, para cumplir la experiencia misteriosa y telepática que es la lectura.
Valoro y reivindico el realismo de Morosoli, totalmente vigente en este siglo XXI.Reivindico la tarea que él logro, de unir lo pueblerino con lo universal, sin caer nunca en el facilismo localista.
Dentro del Uruguay existen muchos Uruguay que esperan que la literatura los reinvente y les dé el carácter mítico que necesitan.
Nuestra venerable historia literaria todavía muestra, con una guiñada, miles de hectáreas vírgenes. De la firmeza y la determinación con las que y los que escriben tomen las biromes, los lápices o tipeen los teclados dependerá que esos mundos que piden cancha salgan o no a la luz de una página. Dedico este premio a toda mi familia y especialmente a mi hija Julieta.
Muchas gracias.
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