UN PULPO "VIDENTE" SE INCLINÓ POR ALEMANIA
Berlín (AP). - Un pulpo de dos años con poderes de "adivino" predijo que Alemania eliminará a Inglaterra en el choque de mañana. Tanja Munzig, vocera del acuario berlinés Sea Life, explicó que Paul (tal su nombre) escogió un mejillón del vaso que tenía la bandera germana por sobre el que llevaba la inglesa. Créase o no, el molusco ya predijo los éxitos alemanes ante Australia y Ghana, y la derrota frente a Serbia.
* * *
Las cosas ya no son lo que solían ser... O al menos no como lo fueron una vez, una vez sola.
La noche anterior al partido entre Inglaterra y Alemania me puse a leer algo sobre lo que era de la vida de Huster, uno de esos típicos casos de jugadores que irrumpen en un Mundial contra todos los pronósticos, saltando del banco de suplentes para revelar una personalidad sorprendente donde otros estaban llamados a hacer las grandes cosas. Y así fue. Huster saltó a la cancha en la selección de Inglaterra en 1966 y, entre otros goles, anotó el tanto con el que Inglaterra se aventajó a Alemania en el alargue de la final, el recordado gol que no fue gol, porque la pelota pegó en el travesaño, bajó contra la línea y regresó a la cancha. Pero como el línea lo validó, y como esto es lo que tiene el fútbol, terminó siendo gol. Con la Segunda Guerra Mundial terminada en la vuelta de esquina anterior, un hecho así se cargó de un sentido insoslayable.
Un poco por eso me dio gracia escuchar "I should have know better", de los Beatles, cuando anunciaron la formación de Inglaterra ante Alemania en Radio Oriental, de Montevideo, y mucho más ver después en el compacto de la noche que Mick Jagger estuvo presente en el palco entonando "God save the Queen", minutos antes del comienzo del partido. Había que ver las arrugas de la cara de Jagger para leer allí lo que fue, lo que pudo haber sido y, sin ningún lugar a dudas, lo que nunca más va a ser. El esplendor de una Inglaterra irrecuperable. La Reina aún bien entrada en carnes saludando a los jugadores y entregándole la copa Jules Rimet a Bobby Moore, los Beatles grabando "Revolver", la sonrisa socarrona de Winston Churchill presente en la conciencia de todos como la del mismísimo Gato de Cheshire, un misterio fugaz como el de una pelota apareciendo y desapareciendo. El gol de Huster fue el momento culminante de la múltiple perspectiva lunática que uno puede hallar en un diálogo de "Alicia en el país de la maravillas". Los alemanes se metieron a jugar al fútbol en un jardín inglés y quedaron patas arriba.
Pero el mundo ha cambiado. Por eso quedaron un poco anacrónicas algunas comparaciones históricas antes del partido hechas por algún que otro periodista deportivo trasnochado con el deseo fijo en la cabeza de dar un par de materias de Ciencias Sociales. Es más, si Churchill llegaba a ver lo que fue la paliza por 4 a 1 de Alemania a Inglaterra, seguro que la sonrisa socarrona se transformaba en la expresión de la constipación más dolorosa. Y qué decir de esta selección germana en la que, sin llegar a mencionar que hay un africano y un turco, los dos delanteros son polacos; es decir, una pesadilla común y corriente de Hitler.
Y, sin embargo, hay cosas que no parecen modificarse. Como la voluntad. O la Voluntad, con mayúscula.
Recordemos. Pese a las dudas antes del partido, Alemania, con un juego práctico, que parece engañosamente sencillo, de manual de principiante, logra ponerse encima por 2 a 0. Hay que ver el primer gol, de Miroslav Klose, por ejemplo. La defensa de Inglaterra hace todo mal. Saca Neuer, el arquero teutón, y la pelota pica una vez casi a las puertas del área inglesa. Klose seguido de un par de defensores sigue el curso de la pelota aguardando el segundo pique, y cuando este se produce en el área inglesa, James, la calamidad de arquero inglés, sale a destiempo y no logra impedir el gol. Ayudados por las diversas cámaras lentas de la televisación de este Mundial, podemos apreciar con un detallismo épico la embestida de Klose. Nada podía impedir que ese fuera su gol. Y, aún así, la Voluntad no sólo es eso.
Hay que aguardar a que Inglaterra se ponga 2 a 1 y atropelle en busca del empate con más de orgullo herido que de claridad. A unos pocos minutos del final del primer tiempo Lampard saca un disparo desde afuera del área. La pelota da en el travesaño, pica dentro del arco y luego se aleja otra vez hacia el interior de la cancha. Lampard comienza a gritar el gol, pero ni Larrionda, el árbitro uruguayo, ni Espinosa, el línea de ese sector, validan el gol. Los jugadores alemanes tuvieron un gran mérito: seguir jugando como si nada hubiera sucedido, como si dentro de su información genética estuviera ya registrada esa secuencia y supieran lo que hacer en consecuencia. Lampard observa entonces la repetición en la pantalla gigante y no puede dar crédito a lo que ve. Le han negado a Inglaterra el empate que de forma más que lícita había obtenido. Como decimos en el barrio: "Hoy por ti, mañana por mí".
En el segundo tiempo a Alemania le bastaron cinco minutos para ampliar la diferencia con dos goles de Mueller. Pero dos goles en los que el peso de la decisión, la conciencia del grupo y del ideal fue tan aplastante, que poco más podía hacer Inglaterra sino aguantar los embates de la marea aferrándose al madero carcomido de su propia improvisación en defensa. Como ocurrió con el tercer gol, que nació en un tiro libre de riesgo a favor de Inglaterra. La pelota da en la barrera y comienza el contragolpe alemán. La frialdad con la que Özil lleva la pelota por la izquierda lo hace casi todo. Sólo corre y observa al otro sector del campo esperando por la subida de Mueller. Después la pelota al medio y gol. Esa frialdad de daga tallada en algún lugar esquivo del próximo Oriente ilustra mucho de lo que tiene para ofrecer esta selección alemana de la que se tenían algunos reparos cuando cayó derrotada ante Serbia. Hay una convicción en cada uno de esos sencillos y pequeños movimientos que mete miedo. Algo como el destino golpeando para que lo atiendan.
* * *
UN PULPO DE ACUARIO ALEMÁN VATICINA LA DERROTA DE ARGENTINA EN CUARTOS
OBERHAUSEN, Alemania (AFP) - Paul, el pulpo del acuario de Oberhausen (oeste de Alemania) célebre por sus aciertos en las predicciones de los resultados del Mundial, dio este martes a Alemania como vencedor en el duelo de cuartos ante Argentina, previsto para el sábado.
Según un ritual bien establecido, dos cajas con los colores de los dos equipos fueron situadas en el fondo del acuario y Paul se dirigió de nuevo a la negra, roja y amarilla, dejando de lado a la azul y blanca de los sudamericanos.
El 'pitoniso' de los tentáculos mantiene hasta el momento un pleno de aciertos, incluyendo la caída inglesa en octavos... aunque él nació en Gran Bretaña.
Berlín (AP). - Un pulpo de dos años con poderes de "adivino" predijo que Alemania eliminará a Inglaterra en el choque de mañana. Tanja Munzig, vocera del acuario berlinés Sea Life, explicó que Paul (tal su nombre) escogió un mejillón del vaso que tenía la bandera germana por sobre el que llevaba la inglesa. Créase o no, el molusco ya predijo los éxitos alemanes ante Australia y Ghana, y la derrota frente a Serbia.
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Las cosas ya no son lo que solían ser... O al menos no como lo fueron una vez, una vez sola.
La noche anterior al partido entre Inglaterra y Alemania me puse a leer algo sobre lo que era de la vida de Huster, uno de esos típicos casos de jugadores que irrumpen en un Mundial contra todos los pronósticos, saltando del banco de suplentes para revelar una personalidad sorprendente donde otros estaban llamados a hacer las grandes cosas. Y así fue. Huster saltó a la cancha en la selección de Inglaterra en 1966 y, entre otros goles, anotó el tanto con el que Inglaterra se aventajó a Alemania en el alargue de la final, el recordado gol que no fue gol, porque la pelota pegó en el travesaño, bajó contra la línea y regresó a la cancha. Pero como el línea lo validó, y como esto es lo que tiene el fútbol, terminó siendo gol. Con la Segunda Guerra Mundial terminada en la vuelta de esquina anterior, un hecho así se cargó de un sentido insoslayable.
Un poco por eso me dio gracia escuchar "I should have know better", de los Beatles, cuando anunciaron la formación de Inglaterra ante Alemania en Radio Oriental, de Montevideo, y mucho más ver después en el compacto de la noche que Mick Jagger estuvo presente en el palco entonando "God save the Queen", minutos antes del comienzo del partido. Había que ver las arrugas de la cara de Jagger para leer allí lo que fue, lo que pudo haber sido y, sin ningún lugar a dudas, lo que nunca más va a ser. El esplendor de una Inglaterra irrecuperable. La Reina aún bien entrada en carnes saludando a los jugadores y entregándole la copa Jules Rimet a Bobby Moore, los Beatles grabando "Revolver", la sonrisa socarrona de Winston Churchill presente en la conciencia de todos como la del mismísimo Gato de Cheshire, un misterio fugaz como el de una pelota apareciendo y desapareciendo. El gol de Huster fue el momento culminante de la múltiple perspectiva lunática que uno puede hallar en un diálogo de "Alicia en el país de la maravillas". Los alemanes se metieron a jugar al fútbol en un jardín inglés y quedaron patas arriba.
Pero el mundo ha cambiado. Por eso quedaron un poco anacrónicas algunas comparaciones históricas antes del partido hechas por algún que otro periodista deportivo trasnochado con el deseo fijo en la cabeza de dar un par de materias de Ciencias Sociales. Es más, si Churchill llegaba a ver lo que fue la paliza por 4 a 1 de Alemania a Inglaterra, seguro que la sonrisa socarrona se transformaba en la expresión de la constipación más dolorosa. Y qué decir de esta selección germana en la que, sin llegar a mencionar que hay un africano y un turco, los dos delanteros son polacos; es decir, una pesadilla común y corriente de Hitler.
Y, sin embargo, hay cosas que no parecen modificarse. Como la voluntad. O la Voluntad, con mayúscula.
Recordemos. Pese a las dudas antes del partido, Alemania, con un juego práctico, que parece engañosamente sencillo, de manual de principiante, logra ponerse encima por 2 a 0. Hay que ver el primer gol, de Miroslav Klose, por ejemplo. La defensa de Inglaterra hace todo mal. Saca Neuer, el arquero teutón, y la pelota pica una vez casi a las puertas del área inglesa. Klose seguido de un par de defensores sigue el curso de la pelota aguardando el segundo pique, y cuando este se produce en el área inglesa, James, la calamidad de arquero inglés, sale a destiempo y no logra impedir el gol. Ayudados por las diversas cámaras lentas de la televisación de este Mundial, podemos apreciar con un detallismo épico la embestida de Klose. Nada podía impedir que ese fuera su gol. Y, aún así, la Voluntad no sólo es eso.
Hay que aguardar a que Inglaterra se ponga 2 a 1 y atropelle en busca del empate con más de orgullo herido que de claridad. A unos pocos minutos del final del primer tiempo Lampard saca un disparo desde afuera del área. La pelota da en el travesaño, pica dentro del arco y luego se aleja otra vez hacia el interior de la cancha. Lampard comienza a gritar el gol, pero ni Larrionda, el árbitro uruguayo, ni Espinosa, el línea de ese sector, validan el gol. Los jugadores alemanes tuvieron un gran mérito: seguir jugando como si nada hubiera sucedido, como si dentro de su información genética estuviera ya registrada esa secuencia y supieran lo que hacer en consecuencia. Lampard observa entonces la repetición en la pantalla gigante y no puede dar crédito a lo que ve. Le han negado a Inglaterra el empate que de forma más que lícita había obtenido. Como decimos en el barrio: "Hoy por ti, mañana por mí".
En el segundo tiempo a Alemania le bastaron cinco minutos para ampliar la diferencia con dos goles de Mueller. Pero dos goles en los que el peso de la decisión, la conciencia del grupo y del ideal fue tan aplastante, que poco más podía hacer Inglaterra sino aguantar los embates de la marea aferrándose al madero carcomido de su propia improvisación en defensa. Como ocurrió con el tercer gol, que nació en un tiro libre de riesgo a favor de Inglaterra. La pelota da en la barrera y comienza el contragolpe alemán. La frialdad con la que Özil lleva la pelota por la izquierda lo hace casi todo. Sólo corre y observa al otro sector del campo esperando por la subida de Mueller. Después la pelota al medio y gol. Esa frialdad de daga tallada en algún lugar esquivo del próximo Oriente ilustra mucho de lo que tiene para ofrecer esta selección alemana de la que se tenían algunos reparos cuando cayó derrotada ante Serbia. Hay una convicción en cada uno de esos sencillos y pequeños movimientos que mete miedo. Algo como el destino golpeando para que lo atiendan.
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UN PULPO DE ACUARIO ALEMÁN VATICINA LA DERROTA DE ARGENTINA EN CUARTOS
OBERHAUSEN, Alemania (AFP) - Paul, el pulpo del acuario de Oberhausen (oeste de Alemania) célebre por sus aciertos en las predicciones de los resultados del Mundial, dio este martes a Alemania como vencedor en el duelo de cuartos ante Argentina, previsto para el sábado.
Según un ritual bien establecido, dos cajas con los colores de los dos equipos fueron situadas en el fondo del acuario y Paul se dirigió de nuevo a la negra, roja y amarilla, dejando de lado a la azul y blanca de los sudamericanos.
El 'pitoniso' de los tentáculos mantiene hasta el momento un pleno de aciertos, incluyendo la caída inglesa en octavos... aunque él nació en Gran Bretaña.
2 comentarios:
No digo que eso no pueda suceder, pero para estar más seguros de la capacidad predictiva del pulpo, tendrían que haberle pedido que adivinara el resultado de TODOS los partidos del mundial. Ahí estadísticamente sería más probable.
Ja ja.
Abrazo, F
Fernanda: Te respondo el comentario con atraso, pero con la seguridad (aunque nos duela) de que el pulpo fue 100% efectivo en sus pronósticos. De todos modos, hay que tomarlo en broma, como todas las cosas que hacen los pulpos...
Un abrazo grande...
PD: Atención... Me llegan las últimas palabras de Paul a la redacción de tartatextual... Dice: "Würfel sind noch nicht gefallen"... "La pelota todavía está en juego"...
¿??¿¿
Habrá que ver... ¿Se refiere a nosotros? Creo que sí...
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