domingo, 14 de enero de 2007

El corazón del domingo a la noche


Hoy es domingo. Ya es de noche. Mª se fue a Minas esta tarde a visitar a su madre por una semana. Estoy recostado en la cama, escribiendo. En el equipo de audio suena la voz de Tom Waits. Hace varios días que vengo pensando en la idea de actualizar el blog. (Esto de los blogueros que escriben sobre el blog en sí mismo puede transformarse en una epidemia, en la muerte del blog)... mmm, se terminó el disco de Tom Waits (era "The heart of saturday night", qué ocurrente, ¿no?... mmmm...). Lo cambié por uno de Paul Mc Cartney: "Run devil run", un disco en el que Paul juega a ser Elvis Presley, Carl Perkins,y toca junto a Ian Paice (el baterista de Deep Purple) y David Gilmour, etc. Un lujo que un tipo como Paul puede darse. Y que le sale muy bien, por cierto. A todo esto iba a decir que varias causas me quitaron tiempo como para tener más o menos al día el blog. La principal de ellas fue estar trabajando para ISCARIOTE, sobre todo diseñando en el Pagemaker y escribiendo algunas notas de último momento cuando aparecía espacio libre. El poco tiempo que me quedaba lo dediqué a seguir escribiendo esa novela breve que estoy por terminar y que tiene forma de diario. Como no puedo decir el título porque es muy probable que la mande a un concurso, vamos a llamarla acá simplemente como "La novela-diario". Los tiempos de escritura se me han ido haciendo morosos. Quería tener terminada o a punto de terminar esta novela para inicios de enero, máximo mediados de mes. Y lo cierto es que ahora me doy cuenta que apenas he pasado la mitad. Quería terminarla y retomar otra novela breve que empecé a fines de noviembre de 2005, llamémosle a esta novela "La novela asimétrica", por ponerle un nombre. Aparte, ya a mediados de febrero tengo que escribir el capítulo de "Los trabajos del amor" que va a aparecer en La Letra Breve de marzo. El viernes de noche, en un concierto de rock en la parada 23 de la Mansa (¿rock?... Lo único que escuché fue un continuo chiqui-chiqui-chiqui imitación pasada por lavandina de reggae, tipo La Vela Puerca, pero hecho por bandas jóvenes de Maldonado...), me encontré con una muchacha que me dijo que estaba leyendo "Los trabajos del amor" y que estaba muy mal con eso de esperar número a número de la revista qué era lo que iba a pasar. ¡Ja! Eso estuvo bueno. Es más... creo que subrepticiamente trataba de sacarme alguna futura novedad sobre el Toto y Morales, los protagonistas. A propósito, el otro día soñé con el comienzo de una película que era justamente "Los trabajos...". El primer plano era el de una ruta (la que va para La Barra, la Aparicio Saravia). Los autos pasaban y la cámara permanecía sobre el carril que daba a su izquierda. De repente un autito, a lo lejos, quedaba en la atención particular de la cámara, hasta que se acercaba del todo, frenaba y doblaba lentamente a la derecha. La cámara, que estaba fija sorbe la ruta, ahora se fijaba a la parte delantera del auto, de tal modo que se podía ver a Morales y al Toto manejando a través del parabrisas. Ahí aparecían unas letras grandes, rosadas, entre psicodélicas y funk, que anunciaban el nombre de la película. De fondo había música, quizás la música que los hombres escuchaban en la radio del auto, pero ya no recuerdo si era música funk, precisamente, o cumbia, lo que debería ser. Bueno, hablando de cosas atrasadas, aún me queda un cuento largo que empecé el verano pasado, vamos a llamarle "Un cuento con un pito". De lecturas estoy atrasado, atrasadísimo. No he podido terminar algunos libros que empecé sobre fin de año, y en cambio, entre medio, leí otros. Por ahora estoy con "Os voluntários", de Moacyr Scliar; "La región sumergida", de Tabajara Ruas; "Cartas de Hastings y de París", de Pierre Teilhard de Chardin y algunas de las "Novelas ejemplares" de Cervantes, que nunca hay que dejar de leer, nunca, nunca, nunquita. ¡Ah! Y también leo "El Uruguay y su gente", de Carlos Maggi. Aparte en mi pilita de prioridades (prioridades vanas, según mi ánimo del día) andan "Delirio", de Laura Restrepo; "La invención de la soledad", de Paul Auster (todavía sigue en la pila desde el año pasado, desde antes de las vacaciones); "Tratado sobre la imbecilidad del país", de Julio Herrera y Reissig y "El bastardo", de Carlos Mª Domínguez.
Pese a tantas postergaciones, lo que sí no he postergado es la playa. Aunque ayer y hoy no fui. Ayer sopló muchísimo viento luego del mediodía: oleaje bravo y revuelto y arena volando como en un desierto. Hoy me levanté bastante tarde y me puse a escribir algunas notas para la revista. Pero anteayer fuimos con Felipe a un lugar de Punta del Este conocido como Las mesitas, y ocurrió algo más o menos digno de contar. Las mesitas es un lugar rocoso en el que el mar entra y ha entrado formando algo así como unas piscinas naturales cuya agua se renueva cuando las olas que rompen a unos diez metros de las "piscinas" hacen subir la marea. Y, por supuesto, hay mesitas de material construidas sobre las rocas, a unos pasos del agua; bueno, en realidad queda una sola en pie, y que yo recuerde nunca vi más de una. Cuando llegamos no había mucha gente. Una mujer tomando sol en una reposera con un perro de bolsillo atado a una pata del asiento y unos niños casi adolescentes dándose chapuzones, serían unos cuatro o cinco. Hacía calor, muchísimo calor. Dejamos las cosas sobre unas piedras y nos tiramos al agua en seguida. Fue después de salir del agua que me di cuenta que a nuestra izquierda, casi escondidas sobre unas rocas bastante avanzadas sobre el mar, había tres mujeres más o menos gordas sentadas. Yo las miraba de reojo porque me había dado cuenta de que ellas también miraban de reojo por si las miraban de reojo. Eso mismo. Me pareció que por su aspecto bien podría tratarse de una hija más su madre, más la madre de esta. Tres generaciones tomando el sol. También me di cuenta de que no eran turistas. Las mujeres parecían ser santiagueñas, pero no de Santiago de Chile, sino de Santiago del Estero. O sea, generalmente son las empleadas de muchos turistas argentinos que se las traen para las vacaciones. En fin, podría decirse que, como estas mujeres tomando sol, su turismo es algo indirecto, pero turismo después de todo. INTERRUPCIÓN... Me llamó Ignacio Fernández por teléfono. Yo lo había llamado para devolverle esta computadora en la que estoy escribiendo y no lo había encontrado. Quedamos en que esta noche, quizás a eso de las dos de la madrugada pasa y le doy el notebook. Debe ser duro para él. Se está muriendo de ganas de escribir en SU computadora y yo se la estoy usando. Pero quede en su honor el hecho de que me la prestó para sacar de un brete editorial a ISCARIOTE. Pero es bravo, es como que seas Rambo y de repente aparezca Chuk Norris y te pida prestado el cuchillo. No, eso no se hace. Y si se hace, se hace rapidito. También se había terminado el disco de Paul; así que lo cambié por uno de Bob Dylan: "Time out of mind". Ahora acaba de empezar un tema llamado "Dirt road blues". ¡Carajo! ¡Cómo me enloquece esta canción! Me dan ganas de robar un auto ahora mismo y salir a hacer carretera tipo "Telma & Louis", poner una cámara pegada a una puerta y acelerar. RRRRUUUMMMM!!!!!... pero en realidad no sé ni pasar un cambio en un auto, ni apretar el embrague. Seguramente jamás en mi vida aprenda a manejar uno. Debe ser más o menos como las tres gorditas que vi sobre las piedras cuando fui con Felipe a Las mesitas. Tenían las piscinas naturales allí nomás, pero no se podían zambullir, seguramente no sabrían nadar o la corriente les jugaría una mala pasada y se golpearían contra las rocas. Así que lo que pueden hacer es quedarse allí sobre las rocas, de cara al sol y esperar a que le bueno del mar se levante en una buena ola que sobrepase las piedras y las bañe, incluso a la que no se animó a sacarse la remera y deja también que el pantalón largo se le moje. Cuando nos fuimos, como a las siete, el mar estaba subiendo y muchas olan subían a las piedras. Miré de reojo a las gordas y una me miró también. Se reían.