martes, 7 de setiembre de 2010

Procesión


Estábamos caminando con un amigo por las afueras de Maldonado, cuando nos topamos con una procesión que venía andando por donde antes había unas vías de tren. Como el tendido estaba en una parte alta del terreno, veíamos a las personas de la procesión un poco desde abajo. No llegué a darme cuenta de qué llevaban quienes iban al frente, pero en el medio de todo venía caminando trabajosamente, como si fuera lo último que le quedaba por hacer, un buey blancuzco al que le habían colocado unas alas inmensas. Lo que le habían hecho es lo siguiente: lo habían abierto a cada costado de la columna y allí le habían encajado las alas, que eran tan largas como su lomo. Pero las alas iban como muertas y caían hacia un lado y otro. Donde se producía la unión entre el cuerpo del buey y las alas había una mescolanza de sangre, emplastos y crema. Mi amigo, o alguien más que no llegaba a ver bien, me decía que no había dado el tiempo como para que las cicatrices se cerraran del todo, y que era probable que las alas se soltaran un poco de la carne del buey. En cierto momento, la procesión se detuvo. El buey, que había estado avanzando todo el tiempo entre resoplidos, se había desviado un poco y había comenzado a trastabillar. Entonces empezó a desender por la pendiente de la vía sin poder afirmarse por completo. Parecía que en cualquier instante se iba a caer sobre su ala izquierda y que terminaría rodando hacia el lugar en que estábamos nosotros. Pero cuando las patas iban marcando surcos en la bajada, el buey de pronto se irguió y levantó un breve vuelo. La procesión se desbandó y todos empezaron a gritar. Mientras el buey avanzaba a media altura aleteando casi sin poder batir las alas, le pregunté a mi amigo si eso era un pegaso. "Eso no es un pegaso", me respondió. De pronto, como a unos cien metros, el buey se acercó al suelo y se quedó quieto. No fue una caída. Después todos corrimos hasta el lugar y nos quedamos parados frente al buey, que comenzaba a morirse. Sin embargo, no le podías ver los ojos.

domingo, 5 de setiembre de 2010

Apuntes de fútbol (IV)


Domingo de noche. Viendo Vélez Sársfield y River Plate por la tele. Vélez gana 2 a 1 y se apodera junto con Arsenal de la punta del Apertura. Las cámaras siguen a Santiago Silva, el delantero uruguayo del equipo de Liniers. Silva no deja de escupir y sacarse mocos a cada primer plano. Como al pasar digo que debe de secretar como un kilo de mocos por partido. Hay entonces un comentario femenino a mi lado: "¡Ay, pobres!... ¿No pueden usar pañuelitos?"
Unos minutos más tarde Silva busca su segundo gol personal. Fuera del área se la lleva desde la punta al medio y, aunque es derecho, le pega de zurda. El remate da en el palo derecho de Carrizo. Salto desde mi silla y me agarro la cabeza con ambas manos. ¿Por qué tengo que reaccionar así?... Bueno, explico, un gol así terminaba siendo un acto estético... No sé por qué, pero hablo así... Y sigo diciendo que en realidad lo que lamento es la no concreción de ese acto estético. Entonces se deja caer el nuevo comentario: "Por favor... Es un partido de mierda".

miércoles, 1 de setiembre de 2010

Apuntes de fútbol (III)


¡Pero vaya, vaya con la nota que el suplemento Ovación del diario El País le acaba de dedicar a Juan Ramón Carrasco!
Ya parecía raro que a la vuelta del Campeonato Uruguayo no se supiera nada de Carrasco luego de su alejamiento de River Plate.
Una periodista cae entonces por la casa, lleva un fotógrafo, y Juan Ramón se saca la siempre tranquilizadora y aleccionante foto del hombre de fútbol junto a su familia. Carrasco, vestido de equipo deportivo, sonríe de costado rodeado de niños.
"¿Qué está haciendo Carrasco?" es la obvia pregunta que le da impulso a la nota. Y es que al parecer Carrasco nos ha acostumbrado desde hace largo tiempo a la idea de que siempre está haciendo algo. En realidad, la idea es ahora la de una fuerza que se mueve casi de forma subrepticia, algo que se trama por detrás del escenario. Por eso el título: "Carrasco dispuesto a compartir sus secretos".
Primero es preciso ir al final de la nota y dejar que Carrasco opine sobre la reciente actuación de Uruguay en la Copa del Mundo. Dice que lo vivió con mucha alegría como todos los uruguayos. Conociéndolo a Carrasco, parece que a esa declaración devota le falta una post-data del tamaño de una bola hecha con todos los chicles que se mascó desde aquel partido contra Venezuela en 2004. Y la bola no se hace esperar mucho, baja desde la cima de su personalidad a todo lo que da, soltando baba vieja para todos lados... Claro que le gustó la participación de Uruguay en Sudáfrica, pero... pero... La nota contiene algunas declaraciones entrecomilladas al respecto, y ya imaginamos a Carrasco trabajando sus muelas de juicio antes de responder: "No se puede analizar cuando se vivieron tantas emociones. Obvio que tengo mi análisis, pero con lo que lograron hay que dejarlo de lado. ¡Fue impresionante!". No se sabe cuál es el análisis. Simplemente parece ser el momento menos indicado para hacerlo. Está bien. Acá tenemos entonces al ex- director técnico de la Selección Uruguaya preparando algo en su cocina mientras todos festejan en el living: Tabárez, los jugadores, la prensa, los dirigentes y el pueblo.
Entonces, cuando se vuelva al comienzo de la nota, esta ya no será la misma.
Hay algo luciferino en las declaraciones de Carrasco. Él, justo él, que fue expulsado del Paraíso Celeste por el pecado de los pecados de la autosuficiencia, o algo por el estilo, tiene un plan... Cada día de la vida de Carrasco, desde aquella fatídica derrota ante Venezuela en el Centenario, cada minuto, cada segundo, cada vuelta de cada una de sus neuronas yendo a buscar algún tipo de información al segundo palo o abriendo las piernas para dejar correr la pelota, han estado orientados no sólo a demostrar el error en el que vivió la gente desde aquel partido, sino a apoderarse de una vez por todas del fútbol uruguayo. Lo efectividad y lo vistoso del juego de River Plate no son nada al lado de lo que se viene. Ahora Carrasco no va a tener jugadores a los que cambiar de la noche a la mañana a su "filosofía de juego"... Ahora los va a moldear desde su más tierna infancia y van a salir todos en serie como de una fábrica con el "el chip Carrasco", porque se viene su academia de aprendizaje futbolístico. Junto a un equipo que incluye a un psicólogo y a un nutricionista, entre otros profesionales, Carrasco promete la llegada de una revolución para dentro de unos años con la aparición de un tipo de jugador que llevará su marca indiscutible. La gente apuntará con el dedo hacia la cancha de cualquier partido de América o de Europa y dirá: "¡Oh! ¡Aquel, sí, aquel a quien ves correr como nadie tras la pelota, ese, ese está hecho a imagen y semejanza de Juan Ramón."
A Carrasco no le preocupan las eventualidades, como el hecho de que en el próximo verano pueda transformarse en el nuevo técnico de la selección de Panamá. Todo está listo como para funcionar aun si él no estuviera en el país. Se trata, en síntesis, de la puesta en marcha de un mecanismo que no se interrumpirá con nada. No importa qué haga Carrasco de aquí en más. Con sólo activar la palanca dentro de unos días sus nuevos esbirros comenzarán a salir uno tras otro. Primero coparán el fútbol uruguayo, y serán el fútbol uruguayo; más tarde, ya llevando el germen de la nueva era, y como si observáramos en un mapa la extensión del desarrollo de una epidemia, los jugadores llegarán al fútbol argentino, y después al peruano, al paraguayo, al colombiano... Y no será noticia que un día no muy lejano le toque el turno a España, Italia e Inglaterra hasta que el impulso abarque el Mundo entero.
Como en un buen dibujo animado de un sábado por la mañana, el villano puede estar jugando a dos puntas. Ataca por un lado mientras en su laboratorio algo funciona en paralelo. Carrasco "is in the making", Carrasco se está haciendo a sí mismo...
¿Quién no lo ve? Carrasco volverá y será millones. Su cuerpo, su ya fláccido cuerpo de veterano retirado del fútbol con más de cuarenta años, más por imperio de la circunstancias que por aburrimiento, está pronto para dejar salir su alma ansiosa y transmigrar al cuerpo múltiple de su creación monstruosa.