martes, 29 de setiembre de 2009

Encuentro nacional de escritores

Los días martes 6, miércoles 7 y jueves 8 de octubre, se realizará en Montevideo, en la Sala Varela de la Biblioteca Nacional, el Encuentro Nacional de Escritores, edición 2009, "Una conversación entre escritores y escritoras".
Dicho encuentro es organizado por el Área de Letras de la Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura, en coordinación con la Intendencia Municipal de Montevideo y la Casa de los Escritores.

En la noche del martes 6 de octubre, a las 19 hs, tendrá lugar el lanzamiento del Encuentro.

A lo largo de las jornadas del 7 y 8 de octubre se desarrollará una serie de mesas redondas. Los temas seleccionados proponen un primer foco de discusión en el panorama actual de las letras uruguayas: redes y asociaciones, edición y publicaciones, ley de seguridad social del escritor, poesía, dramaturgia y narrativa joven, géneros y escrituras, generaciones y situación de la crítica literaria, entre otros. La intención es debatir sobre la problemática que incide en la producción literaria nacional, en la profesionalización de la tarea y en la posibilidad de mejorar las redes asociativas entre escritores y escritoras de todo el país.

Contaremos con la presencia de escritores invitados representantes de los diecinueve departamentos del país, compartiendo opiniones sobre los diversos temas.

Al cierre de cada día, se exhibirá un fragmento de los documentales “Palabras verdaderas “de Ricardo Casas, sobre Mario Benedetti e “Idea” de Mario Jacob, sobre Idea Vilariño.
La entrada es libre y gratuita.



miércoles, 16 de setiembre de 2009

¡Agarrate, Berocay!


Atendiendo a las necesidades que te exige el mercado editorial, estoy cambiando la orientación de mi obra, y así, dándome cuenta de qué era lo que más rendía, saqué en estos días la versión 2.0 de "El increíble Springer". Por suerte hubo una página en la que alguien no dejó pasar la novedad. Así que lo saludo desde tartatextual como un periodista atento. Cuando los demás están por comentar "El increíble Springer" en su primera versión, hay quienes están en la vanguardia:

El increíble Springer
Autor: Damián González Bertolino

PREMIO NACIONAL DE NARRATIVA, 1 premio por “construir historias sobre los conflictos y las contradicciones sociales que se establecen, en un enclave balneario de la costa uruguaya, entre los lugareños y los visitantes”. Un clásico de la literatura para niños. Veinte relatos que, más que una sucesión de historias, son una recreación poética por encima de los cambios vertiginosos de nuestra época.

viernes, 11 de setiembre de 2009

Kennedy '09 (V)

Nicolás Pereyra, delantero de Kennedy, intenta convertir ante la salida del arquero de Neptuno

-Sábado 8 de agosto de 2009. 5ª fecha: Kennedy vs. Neptuno-

¡Por fin estrenamos cancha propia!
Me paro sobre un terraplén de tierra sucia y escombros y del otro lado de la cancha puedo ver los postes del alambrado pintados con los colores de la Institución Atlética Deportivo Kennedy. El rojo... El azul... El verde... El amarillo... Los cuatro colores del equipo repartidos todo a lo largo del costado aquel de la cancha, suspendidos verticalmente entre los hilos del alambre. Hacia un costado, cerca del corner derecho, está colgada la bandera del club. Es cierto lo que me dijo un amigo: parece la bandera del orgullo gay. Cada uno de los colores del club se repite por lo menos dos veces. De tanto verla de chico no había caído en la cuenta de que la similitud es bastante real, pero el orgullo está...
Parado sobre el terraplén, con la cancha de San Martín (donde jugamos los primeros partidos de local en lo que va del Apertura) a mis espaldas, a punto de comenzar San Martín - Círculo Policial, con el panorama de la vieja casa de la curandera a más de doscientos metros, encaramada en una loma que oculta del otro lado los interminables caniles de la perrera municipal y, más allá, la pista de aterrizaje donde sobrevuelan todo el tiempo avionetas privadas y helicópteros; con todo ese panorama, observo lo nuevo. Observo el vestuario con los bloques aún vírgenes que contiene en sí mismo el anhelo agazapado de los jugadores de Kennedy, a punto de salir a la cancha, de una victoria que levante el ánimo. Miro hacia el lado opuesto y reconozco el vestuario destinado al equipo visitante. Tampoco ha sido pintado, y es tan pequeño que es de dudar que pueda caber allí la mitad. Es más. Me pongo a pensar que el técnico, en una de esas, también puede entrar allí, pero si está dispuesto a dejar de lado la posibilidad de mover los brazos al hacer las indicaciones.
Ahora voy a decir una cosa que no quiero que sea tomada a mal... No le presté mucha atención, o al menos toda la atención que se merecía, al primer tiempo de Kennedy contra el equipo que llegaba desde San Carlos: Neptuno. Sé que Kennedy entró a la cancha alentado por las voces de siempre, que se sacó una foto a un costado del círculo central y que en los primeros minutos hubo un par de jugadas de riesgo tanto para un equipo como para el otro, pero no se puede hacer mucho si uno está parado al lado de algunos hinchas de Kennedy que se desempeñan como dealers o que han tenido problemas gruesos con la ley y a nuestras espaldas, en la cancha de San Martín, está jugando Círculo Policial, cuyos jugadores son, justamente, LOS REPRESENTANTES DE LA LEY Y EL ORDEN...
Así que, al este: Kennedy-Neptuno; y al oeste: San Martín-Círculo Policial.

Al este: El partido comienza a destrabarse en los primeros minutos. Los visitantes se sueltan y asedian de a poco el arco de Kennedy. Nuestros defensas logran por el momento alejar el peligro, pero la pelota no puede ir mucho más lejos. Nuestros volantes la toman y tratan de hacerla llegar a los delanteros, pero no sucede nada de importancia. O sea: regresamos una vez más al viejo deseo de poder entrar al área con la pelota dominada.

Dramatis malandrae:

(por orden de importancia)

Maschio: El líder. Unos 30 años de edad. Gorra de visera con la inicial de un equipo de la NBA. Lentes negros, manchados de huellas digitales algo grasosas. Varios dientes de menos. Tirando a gordo, por lo que se ve que le ha ido mejor en la vida en los últimos tiempos. La recibe de los grandes distribuidores, la prepara, a veces la adultera, y la vende a buen precio. Tiene buen humor, aunque no le gusta que lo jodan.
Cedrón: Es el número dos. No llega a treinta años. Su cara, vista de frente, es como un triángulo: la base es la línea superior de su frente, en el otro extremo está su barbilla afinada, con la boca diminuta y recta. No le interesan los espacios naturales que hay entre las palabras cuando tiene que hablar. Posiblemente tenga mayor facilidad para desenfundar que Maschio.
Marcelito: Es el más alto de los tres, pero el de menor importancia en cuanto a decisiones que haya que tomar. Lleva lentes de sol y una gorra como la de Maschio. Se dejó crecer la barba hace como un mes. Es obvio que depende de Machio para muchas cosas, y en menor medida de Cedrón. Marcelito no habla. Marcelito hace que sí o que no con la cabeza cuando Maschio o Cedrón dicen algo. Está sentado en el terraplén, pero un poco más abajo, a la altura de los pies de los otros dos.

Maschio: ¡¡Vamo' el Quénide, vaaaamo!!
Cedrón: ¡¡Vamo' ehhhh!!
Marcelito: (hace que sí con la cabeza)
Hay una jugada en la que el árbitro estima que debe cobrar falta a favor de Neptuno.
Cedrón: (hacia el árbitro) ¡No empecés a hacerte el fantasma, eh! ¡Tranquilito!
Maschio: ¡Dale suave, bichicome!
Marcelito: (asiente de forma eléctrica)
El tiro libre de Neptuno cae sobre el área de Kennedy. Uno de los zagueros cabecea la pelota de frente y la devuelve hacia la mitad de la cancha.
Maschio: ¡Bien, Lito! ¡Bien! (varias gotitas de saliva salen hacia adelante, terraplén abajo, como un montón de nadadores lanzándose en una competencia contrarreloj)
Cedrón: (aparte, al ayudante técnico de Kennedy) ¡Hay que darle motivación a los chicos, hay que darle! ¡El club se tiene que poner dándoles de premio una noche con el Gaby!
[Aclaración: el/la Gaby es un popular y querido travesti del Kennedy]
Maschio: El Raúl estuvo con la Gaby el otro día...
Cedrón: Me dijo, boludo... Dice que la Gaby de repente se puso a gritar: "Dame suave que soy un hombre no un animal".
Maschio: ¡Ah! ¡Pero está exquisita, ahora!
Risas.
Marcelito: (Se da vuelta, mira hacia arriba y se ríe con ellos).
Resuenan gritos y aplausos del lado opuesto.

Al oeste.

Un tiro de uno de los jugadores de Círculo Policial ha pasado rozando el palo derecho del arco de San Martín.
Cedrón: ¡Vamo' el Policial, vamo'!
Risas.
Maschio: ¡Mirá el pelao, el diez! Ese es de la GEO.
Ambos siguen con la mirada a un jugador calvo que corre como si en realidad fuera un jugador de fútbol americano, metido dentro de la parafernalia de protecciones y hombreras que se usan en ese deporte.
Cedrón: ¿Y ese juega de diez?
Maschio: (hacia la cancha) ¡Vamo' GEO, eh! ¡Estamos contigo a muerte!
Risas.
El jugador de Círculo Policial vuelve trotando suave hacia el centro de la cancha sin atender a los gritos.
Marcelito se da vuelta y pasa a observar también el partido entre San Martín y Círculo Policial.
Los ataques de Policial son más incisivos que los del equipo local. Los jugadores de San Martín parecen desorientados. Los de Policial no resultan especialmente habilidosos cuando se los ve dos veces seguidas, pero allí están, asediando de continuo el área rival.
Un volante de contención de Policial juega la pelota por alto hacia una punta. Cedrón y Maschio se lo quedan mirando.
Cedrón: ¿Ese no fue el del relajo en la calle 5?
Maschio: ¿Cuál?
Cedrón: El que me cagó a patadas y me metió de cabeza en el patrullero, boludo...
Maschio: ¿Ese es?
Cedrón: Ese, boludo...
Maschio: Lo más sorete...
Cedrón: ¡Vamo' San Martín, vamo!...
De repente hay un centro del 10, el de la GEO, y uno de los defensas de Policial, culminando brillantemente su incursión en terreno rival, salta, conecta el esférico de cabeza y la manda al fondo del arco. Cuando el arquero de San Martín toca el suelo y levanta polvareda las esposas y las novias y los hijos de los policías empiezan a saltar detrás del alambrado. Unos momentos después, cuando el abrazo múltiple de los jugadores de Policial se deshace al borde del área, enviando a cada jugador a su puesto respectivo, surge la figura del defensor goleador, corriendo con la cabeza gacha, casi indiferente a la ovación particular que lo reviste de un aura única, todo él humildad y esfuerzo. Maschio lo sigue con la mirada y de golpe hace sonar una palma de su mano con la otra; es un gesto como el de quien se acuerda de la existencia de un pariente lejano.
Maschio: ¡Mirá quién es!
Cedrón: (hundiendo sus manos en los bolsillos de la campera y encorvándose hacia adelante) ¡Noooooo!
Maschio: El que anda de noche, boludo, en la moto...
Cedrón: (gritando hacia el jugador) ¡Bien! ¡Bien! ¡Ahora sí! ¡Esta noche vas a estar calentito adentro del Corsa! ¡Felicitaciones! ¡Zafaste de la motito! ¡Vas a estar acomodado en el Corsa, calentito!...

Al este.

La gente protesta. El partido se ha detenido quizás en el mejor instante de Neptuno. Neptuno parece ser, hasta este punto, el rival más prolijo que enfrentó Kennedy desde su partido de la primera fecha contra Barrio Rivera.
El árbitro corre hasta la banda más cercana a nosotros, sostiene una breve conferencia con el juez de línea y de inmediato sale disparado hacia el área de Kennedy. Se para frente a Marcos, el número 3 de Kennedy, y le muestra la roja directa. El defensa no puede creer lo que ve. Trata de ir primero sobre el árbitro y sus compañeros lo contienen. Luego intenta lo mismo trotando hacia el sitio donde el juez de línea observa todo impertérrito.
Cedrón: ¡No seas malo, muchacho! ¡No podés ser tan botón!
Maschio: ¡Qué lambeta que saliste!
Línea: (encongiéndose de hombros, casi inaudible) ¡Qué querés que haga!
El número 3 de Kennedy se retira por el lado opuesto del campo de juego y el partido, una vez más, se le complica a Kennedy por una expulsión más que sorpresiva que obliga al Gordo Nene a hacer un sinfín de piruetas desde el sector donde comienzan a calentar los suplentes. El rival crece de una forma insoportable, entonces. Los defensas se ven desbordados, los volantes no colaboran como se debe en la recuperación de pelota. Los delanteros juegan de este lado de la línea media de la cancha.
Maschio: ¡Vamo' a meter huevo, carajo!
Voz anónima desde detrás del arco de Kennedy: ¡Callate la boca, negro!
Maschio: ¡Pagame lo que me debés, hijo de puta!
La voz anónima no responde.
Los últimos minutos del primer tiempo se vuelven angustiosos. Considerándolo bien, lo mejor que pueden hacer los jugadores de Kennedy es revolear la pelota hacia el primer lugar que se les ocurra, y con toda la fuerza posible. Y es lo que hacen, en efecto.
Cuando suena el silbato los jugadores de Kennedy se reúnen a medias contra el banderín del corner esperando cada uno su turno para pasar a través de los hilos del alambrado. Van hacia la primera charla de entretiempo que el Gordo Nene va a dar en el nuevo vestuario. Eso es algo.
Maschio: (caminando hacia el lado de la calle) Bueno... Voy en la moto a buscar vino... (a Cedrón y a Marcelito) Demen plata...
Marcelito saca algunas monedas y un billete y se lo entrega a Maschio.
Cedrón: ¡Pa! No tengo nada, boludo...
Maschio: ¿Nunca tenés plata, pelotudo? ¿Siempre te tengo que dar todo yo? (luego se dirige hacia mí) ¡Damián! Dame plata pare el vino...
Yo, que me iba alejando hacia el mismo lado, también, me entreparo y trato de decirle algo, pero meto una mano en un bolsillo del pantalón y lo revuelvo evitando los billetes, separándolos con el meñique y el anular hacia un rincón donde no abulten. Miro el cielo y pongo cara de estar fabricando el dinero, precisamente. Saco dos monedas, una de un peso y otra de dos y se las ofrezco a Maschio. Son las únicas monedas que tengo.
Maschio: ¿Otro más que no tiene nada? ¡Dejate de joder!... Si no fuera por mí estos boludos se mueren de hambre...

Para el segundo tiempo me paré detrás del arco que daba sobre la calle. Primero porque era el arco sobre el que atacaba Kennedy, y quería sacar algunas fotos. Y segundo porque del lado del terraplén Maschio, Cedrón y Marcelito empezaron a pasarse las botellas de vino y a ponerse pesados con los milicos que jugaban del lado de la cancha de San Martín.
En el segundo tiempo, en este sábado 8 de agosto de 2009, se da la conversión de Kennedy en un equipo distinto. Es algo que ni el hincha más entusiasta esperaba. Aclaremos: no se trata tampoco de que el equipo haya superado la dificultad de hacer goles. Pero la entrega, el corazón que puso cada uno de los jugadores en cada jugada fue algo que, teniendo en cuenta que se tenía un hombre de menos, fue algo que parecía sacado de otro partido. Jugadores como el Richard "Chala" Pereyra o Nicolás Pereyra o Néstor Silvera comienzan a destacarse. A esto hay que sumar el gran partido de Gaidú, que entra al partido con la difícil misión otorgada por el Gordo Nene de cubrir los huecos que dejó la expulsión. Gaidú es un jugador de la tercera y no es, que se diga, bastante atlético. Es retacón y bastante subido de kilogramos. Si en algún momento hubiera un gol de Kennedy, Gaidú, desde su humilde posición detrás de la mitad de la cancha, no llegaría a tiempo al festejo del gol, llegaría cuando la alegría sería un conjunto de retazos dispersos que él mismo tendría que tomar de alguno de sus compañeros que corren de vuelta a su propia cancha. Pero Gaidú tiene una cualidad que define a ciertos jugadores que rinden a pesar de todo: la pelota parece dirigirse siempre hacia él, con un margen de error de más o menos cero coma cinco metros. Así, a medida que avanzan los minutos y los jugadores de Neptuno se observan perplejos preguntándose qué había sido de su superioridad numérica, Gaidú va abriendo un surco desde la zona izquierda a la mitad de la cancha, algunas veces apilando un par de jugadores, otras veces logrando una buena combinación de pases a la "tuya-y-mía" que nos deja a todos con la boca abierta. Y una a una, como un goteo que abre de a poco un pequeño hoyo en la tierra, las pelotas empiezan a llegar a los dos Pereyra de la delantera de Kennedy. Tanto el "Chala" como Nicolás prueban una y otra vez al arquero de Neptuno anunciando la caída inminente de la valla. Pero el número 1 de Neptuno está en su tarde. Y el número 16 de Kennedy también. Más conocido como el "Canario", este defensa de Kennedy, también ascendido desde la tercera, es una especie de maestro de la destemplanza hecha disciplina. Porque uno sabe que es fácil de vez en cuando errarle a una pelota y pifiarla o reventar de una patada al rival, pero que eso se transforme en algo que ocurre siempre, cuando lo fácil de repente es lo otro, lo de cortar bien una pelota o entregarla a un compañero en condiciones o no pegarle a un rival, entonces estamos hablando de otra cosa muy especial. Ver al "Canario" jugando es como ver a una persona que se da cuenta de que el mundo vive en permanente alergia y que entiende que él es el único elemento capaz de contrarrestarla. Rasca, muerde, raspa, sutura, cose, descose... Ninguna faceta de la fricción le es ajena. Así que cuando el partido es más favorable a Kennedy y un delantero de Neptuno hace una expedición no del todo convincente sobre el área de Kennedy, soñando con patearle a Alfredo Rodríguez, el "Canario" hace una entrada fantasmagórica y se lleva por delante al rival como si lo estuviera invitando a pelear a la salida de un bar. El delantero pierde el equilibrio y cae hacia un costado. Los jugadores de Neptuno levantan los brazos y gritan "¡Penal". Los de Kennedy miran hacia abajo e inician el típico gesto que se continúa en una negación con la cabeza. Pero al árbitro nadie le viene con cosas raras. Grita "¡Siga! ¡Siga!" y de pronto la película vuelve a adquirir su velocidad real y Alfredo Rodríguez se adelanta un par de pasos y embolsa la pelota contra su pecho. Sin embargo, al "Canario" nadie le desconoce el mérito. Si el primer penal no le fue suficientemente convincente al árbitro, cuando el mismo jugador comete otro al árbitro no le queda más que reconocerlo sacudiendo la cabeza a uno y otro lado. No sé si se trató del mismo delantero de Neptuno, pero el agresor fue el mismo, de eso no hay duda. Esta vez el delantero abandonó la verticalidad en menos de un segundo como en una escena de Mortal Kombat y giró sobre sí mismo al menos unas dos veces paralelo al piso. El juez pita y señala el punto penal. Los jugadores de Neptuno levantan de nuevo los brazos, pero de contentos. El Gordo Nene también los levanta, pero lo que hace es una especie mímica de estrangulamiento. Entonces la cancha se vacía de sonidos. Un jugador de Neptuno acomoda la pelota sobre el punto blancuecino, retrocede cuatro o cinco pasos y casi de inmediato comienza una breve carrera hacia la pelota, casi sin mirar a Alfredo Rodríguez. El tiro sale fuerte al medio del arco y se levanta cada vez más. Rodríguez vigila la trayectoria y llega a tocar la pelota en el instante en que parecía irse por encima del travesaño. Entonces empezamos a saltar y el golero de Neptuno, a un par de metros de donde estoy, se golpea los muslos con ambas palmas de las manos y grita "¡La puta que los parió!". Luego llega el corner, alguien de Kennedy cabecea hacia afuera del área y el peligro se diluye otra vez. El partido se acerca a su final. Hay un par de intentos, uno de Nicolás Pereyra que termina invalidado por off-side cuando el gol estaba prácticamente convertido, y otro de Gaidú, llegando a las puertas del área y rematando apenas pasada la media luna. Incluso con una nueva expulsión, en este caso de uno de los defensas de Neptuno, el partido no varía. Es decir, Kennedy no encuentra la manera de convertir el gol. Ya no basta con que pase completamente por arriba a su rival en todos los otros aspectos. El partido se acaba con el 0 a 0. Los jugadores de Kennedy se miran entre sí o se concentran en el pasto como si allí buscaran un tipo de explicación. Pero nosotros nos quedamos contentos. Apareció una actitud diferente, un camino a seguir que nos puede sacar del fondo de la tabla donde nos han sepultado los últimos resultados.
Del otro lado, en la cancha de San Martín, resuenan las voces y los bocinazos de los automóviles y las motos que festejan la victoria del visitante.
Kennedy 0 - Neptuno 0.
San Martín 2 - Círculo Policial 3

Posiciones (5ª fecha):

1º Barrio Rivera - 13 pts. (+9)
2º Peñarol de San Carlos - 13 pts. (+4)
3º Nacional de San Carlos - 12 pts.
4º Huracán - 9 pts.
5º Neptuno - 8 pts.
6º Barrio Perlita - 7 pts.
7º Alianza Cinco - 6 pts. (+2)
8º San Martín - 6 pts. (-2)
9º San Lorenzo - 5 pts. (-1)
10º Círculo Policial - 5 pts. (-3)
11º Deportivo Kennedy - 4 pts. (-1)
12º Punta del Este - 4 pts. (-6)
13º Peñarol de Maldonado - 4 pts. (-7)
14º Hipódromo El Peñasco - 3 pts.

(*) Nota: Recordemos que los ocho primeros equipos clasifican para el torneo Clausura.

martes, 1 de setiembre de 2009

Kennedy '09 (IV)


"Piringo-Zidane", 10 de Nacional de San Carlos, se lleva la pelota ante la marca de Hernán Cerspo.


-Sábado 1º de agosto de 2009. 4ª fecha: Kennedy vs. Nacional de San Carlos-

(Vuelta a la localía o Queremos sumar tres puntos más o Meditación trascendental con el Gordo Nene o Dame el significado ahora o ¿Por qué carajo juegan diferente, Padre Nuestro? o ¿Sueñan los delanteros de Kennedy con los goleros con hemorroides?)

El partido, como quien dice, empezó en el segundo tiempo. O, para darle mayor precisión a todo el asunto, habría que agregar que en el segundo tiempo se revelaron o se hicieron entendibles los significados profundos que fueron anunciados en el entretiempo. Y si cabe, aún, la idea de querer resumir el trámite del primer tiempo, entonces sería esto: A) Imposibilidad de meter bien el último pase… B) [En el caso curioso en que A no era un impedimento] Imposibilidad de poder patear bien ante la oportunidad de gol… C) Imposibilidad de frenar el escaso avance de los rivales D) Imposibilidad de poder superar a los rivales de Nacional de San Carlos tanto en promedio de edad como en promedio kilogramos… E) Otras imposibilidades… F) Las frases del Gordo Nene… Ejemplo: “Hay que meterla adentro, ¿no?...” G) La confirmación de que la cancha de San Martín (donde Kennedy juega de local hasta la habilitación de su nueva cancha) ya no es lo que era… Ejemplo: el parche de arena del tamaño del círculo central… H) El poco público presente. I) El frío intenso que muerde las extremidades como un animal enloquecido… J) La melancolía del línea del lado para el que atacaba Kennedy…
Cuando termina el primer tiempo, el Gordo Nene da un primer paso hacia el interior de la cancha y con el brazo señala un sector. Los jugadores se amontonan sobre el lado izquierdo y forman un círculo callados. Saben que lo que han jugado en los últimos cuarenta y cinco minutos no tiene ningún parecido con el partido pasado, en el que le ganaron 4 a 0 a Peñarol de Maldonado. Saben que hay algo que está andando mal de nuevo. El Gordo Nene se mueve de un lado al otro del círculo, como si fuera una imagen golpeando en cada uno de los extremos en un protector de pantalla de una computadora. Hasta que los jugadores, abatidos, jadeantes, sudorosos, sienten caer sobre sí el flujo aguardado. El Gordo Nene, tronante, deja caer entonces sus palabras sin ninguna introducción: “Si no les ganamos a estos somos una pijas.”

Con la ventaja de saber que se está empatando 0 a 0, comienza el segundo tiempo. Sin embargo, cualquier sentimiento de tranquilidad se disipa en seguida. Nacional de San Carlos ha entrado a la cancha como un verdadero vendaval. Los volantes de Kennedy no logran retener la pelota y una y otra vez la zona izquierda de la defensa sufre los embates del puntero derecho y del 10 de Nacional de San Carlos, un tipo muy parecido a Zidane al que todos sus compañeros le gritan “Piringo”. Es más, si cabe la comparación con el jugador francés (puesto que estamos hablando en realidad a escala), el jugador de Nacional de San Carlos tiene de Zinedine Zidane ese doble ritmo entre la parsimonia y la resolución rápida, que tan bien lo caracterizaba. Como sea… “Piringo” Zidane, el 10, hace estragos por el lado izquierdo de Kennedy, donde el lateral Hernán Crespo no da abasto y tiene que enfrentar de a dos y de a tres rivales. Para complementar el problema, los despejes son malos, siempre a medias: unas veces a causa del viento y otras veces porque el barro no permite que los jugadores se afirmen bien al golpear la pelota, aunque también hay que hacer mención de alguna que otra mínima indispensable impericia. Como sea: el “Mono” Melo se va porque no ha hecho nada y entra Jorge “Popo” Rodríguez. Pero el problema sigue atrás. Por izquierda, Hernán Crespo está siempre solo contra dos y hasta tres rivales. Hasta que se instala en todos una única pregunta: ¿Cuándo va a ser el gol de Nacional de San Carlos?... Y… En seguida, en una jugada iniciada por “Piringo-Zidane” desde el medio hacia la punta izquierda. Uno de los delanteros desborda sobre la línea de fondo y la pelota atraviesa el área como saliendo hacia el lado de la media luna. Llega entonces otro delantero y la toca suave como un penal. Es un gol muy, pero muy parecido al gol que en ese mismo arco le hizo a Kennedy el equipo de Peñarol de San Carlos hace dos fechas.
Pese a todo, pese a que uno podía creer en lo peor, llega de inmediato, en la jugada siguiente, el gol del empate de Kennedy. Y la verdad es que es un gol como tenía que ser, teniendo en cuenta las diferencias de juego entre los dos equipos. El 6, Néstor Silvera, le da de lleno a una pelota que quedó picando de frente al arco, un poco antes de la media luna, y le sale un tiro tipo parábola, una cosa que no termina más de bajar, que entra al arco incluso un segundo después de que el golero se haya estirado en el aire y haya tocado el suelo. Cuatro o cinco compañeros corren hasta Silvera y se forma un abrazo sentido, apretado. La pelota vuelve al centro del campo y el partido se pone 1 a 1.
En los minutos que siguieron, quizás a causa del impulso que da el gol, Kennedy logra detener el avance impetuoso de su rival. Pero hablar de eso es como hablar de un veranillo, de algo breve y hermoso que en cierto modo termina siendo algo antinatural, un desequilibrio que finaliza en una tormenta. La patada aislada, innecesaria, que le da Jorge “Popo” Rodríguez al lateral derecho, y por la que se hace acreedor de una roja directa, restituye un orden que sólo un acto fuera de lugar como el remate de Néstor Silvera había podido relegar. El partido se complica, y mucho… Crespo sigue sin poder hacer nada por la izquierda, y Palacio, por el sector derecho, lo mismo. A veinte minutos del final la defensa de Kennedy da un rebote hacia el medio y llega un rival y le da a colocar de zurda, hacia el palo derecho de Alfredo Rodríguez. Es el segundo gol de Nacional de San Carlos. La pelota entra mansa y toca de aire la red del fondo del arco y se queda dormida unos instantes hasta que la revolean hasta el centro de la cancha.
De ahí en más el partido se vuelve angustiante. Los esfuerzos de Kennedy por lograr el empate, con un hombre menos, son demasiado débiles. Basta en cierta manera aguardar que no lleguen más goles del rival.
En eso llega, Alexander, un conocido del barrio, uno de esos jugadores que les hemos dado a clubes como Ituzaingó o Deportivo Maldonado. Un jugador que, de no ser por un problema incurable en la rodilla, habría terminado defendiendo la camiseta tetracolor de Kennedy. Intercambiamos algunas frases sueltas sobre un par de jugadas y de pronto tratamos de roer con nuestras mentes el nudo de lo que está sucediendo allí dentro, a unos pocos metros. Y como encontramos la respuesta muy fácilmente, nos quedamos con cierta duda. Y la respuesta es esta: los rivales simplemente se pasan la pelota entre ellos. Es decir, si uno analizara el juego de Nacional de San Carlos de forma aislada, como si se tratara de ratones corriendo dentro de unos laberintos en un laboratorio, podría decir que ese equipo juega de una forma que hace que el fútbol se parezca a una coreografía de danza contemporánea. ¡Pero qué tal! ¡Van ganando!... Y eso es lo que le cuesta hacer a Kennedy: pasar la pelota. A los jugadores de Nacional de San Carlos les basta con eso, pasarle la pelota al jugador más cercano y moverse un poco para ser un buen candidato a recibirla de nuevo. A esta certeza, observando los últimos minutos del partido, le sigue la bronca, y a la bronca, la sensación de irrelevancia de todo, de lo que está en juego y lo que no, del sudor bajando por las sienes de los jugadores, de las puteadas del Gordo Nene desde el otro lado del alambrado, de los tapones surcando el barro. Nada importa y todo se vuelve un motivo más encontrar el humor resignado con el que podamos regresar a casa. Por eso mismo, creo, cuando la realidad no da para más, es que termina reventando por algún lado. Veamos el siguiente caso, si no…
Es el último minuto del partido, o el último minuto de los descuentos, mejor dicho. La situación es agónica, realmente. Kennedy apuesta en un tiro de esquina, en una jugada que sabemos que va a ser insufrible, a lograr el tan ansiado empate que no lo hunda en lo más bajo de la tabla de posiciones. El arquero, Alfredo Rodríguez, observa apenas hacia el costado de la cancha. El Gordo Nene levanta el pulgar y entonces Rodríguez corre a toda velocidad hacia el área rival a buscar ese milagro que es ver a un golero hacer un gol de cabeza. De ahí la frase “El día del golero”. Unos segundos después el árbitro pita y el jugador de Kennedy encargado de patear el corner inicia su breve trote hacia la pelota. El centro es malo, bastante defectuoso. Un defensa lo rechaza hacia la mitad de la cancha y uno de los volantes de contención de Nacional de San Carlos, un gordito de poco más de metro y medio de altura, ve caer a sus pies, como si fuera una sorpresa de esas que la vida le da a uno en el día menos pensado, una pelota corriendo suave, sin ningún tipo de efecto o direccionalidad que complique lo que se pueda hacer con ella. El único escollo es un volante de Kennedy mal parado que el jugador de Nacional de San Carlos logra sortear con una gambeta larga. Y nada, nada más que lo separe del gol. Alfredo Rodríguez corre como un desquiciado al que se le prende fuego la casa, pero está muy lejos de poder alcanzarlo. Cuando el jugador cruza la mitad de la cancha, notamos con Alexander que algo no anda bien. Es decir, parecería que la única parte del jugador que está convencida de esa situación, que cree en la posibilidad del gol, es su torso. Lo demás, los brazos y, muy principalmente, las piernas, tienen como ciertas dudas, pero igual contribuyen a la carrera como de mala gana, por el sólo hecho de quedar bien. Dos o tres mujeres, inclinadas sobre el alambrado que queda tras el arco de Kennedy, comienzan a saltar.
-¡¡¡¡Gol, Poroto!!! ¡¡¡Gol!!! –gritan -¡¡¡¡Gol, Poroto!!! ¡¡¡Gol!!!...
Y luego se sienten unas voces masculinas que se suman. Es una melopea magnífica. Poroto acorta definitivamente la distancia con el arco rival, pisa el área, acomoda el cuerpo, siente sobre todo su cuerpo un aire nuevo que lo envuelve. Se trata de la gloria soñada. El arco libre es irreal, pero está ahí, y sólo hay una cosa para hacer al respecto.
-¡¡¡¡Gol, Poroto!!! ¡¡¡Gol!!!...
La pierna derecha de Poroto se recoge sobre sí misma, prepara el tiro de gracia. Entonces la velocidad vuelve a hacerse normal, y todo sucede tan rápido que los cerebros circundantes necesitan un provisión extra de neuronas para integrar la información exacta. El tiro de Poroto sale dando tumbos, sobre la derecha, y la pelota da en el palo y se va más hacia ese extremo. Hay unos gritos ahogados, hay un par de insultos, pero Poroto no se rinde. Corre hacia la pelota, que ha quedado picando a un costado como una mascota esperando una nueva instrucción de su dueño. Mientras tanto Alfredo Rodríguez llega al arco y se instala sobre la línea. Poroto no ve la posibilidad del gol, observa a uno de sus compañeros que entra por el medio y se la cede. El golero de Kennedy no puede atinar a ningún movimiento. Es el tercer gol de los visitantes. El árbitro señala la validez del gol y al instante, con otra serie de pitazos, anuncia el final del partido mientras sacude la cabeza hacia ambos lados. Alexander y yo estamos casi abrazados, más bien como si el cuerpo de cada tratara de impedir que el del otro se vaya al suelo. Estamos riéndonos de una manera enfermiza y en un segundo se nos empiezan a salir las lágrimas. Nunca un gol en un partido del Kennedy nos había hecho llorar tanto.
Kennedy 1 – Nacional de San Carlos 3.

Posiciones (4ª fecha): Barrio Rivera -12 Peñarol de San Carlos -10 Huracán -9 Nacional de San Carlos -9 Neptuno -7 San Martín -6 Barrio Perlita -4 Punta del Este -4 Peñarol de Maldonado -4 San Lorenzo -3 Deportivo Kennedy -3 Alianza Cinco -3 Hipódromo El Peñasco -3 Círculo Policial -2

Jorge "Popo" Rodríguez es expulsado minutos después de que su equipo lograra el empate.