sábado, 31 de mayo de 2008

Harry Dickson, el psicólogo sin igual

(Revolviendo en algunas carpetas de la computadora con la finalidad de borrar archivos inútiles, me encontré con una copia de un mail que le envié a Valentín hace dos años exactos. Era por los días en que yo había hecho el segundo viaje más largo de mi vida, un viaje a Paysandú. Publico el mail porque me hizo reír, además de que ni me acordaba de algunas cosas, y de algunas otras sigo sin acordarme... Los poemas de Carneiro que transcribo al final los saqué seguramente de una edición de Brecha que me fui leyendo en el tramo final del viaje, Montevideo-Maldonado; si mal no me acuerdo estaban como material adjunto a una nota de Alicia Migdal sobre la poeta.)

Valentín:

VIAJE DESDE PAYSANDÚ

Acá va la primera parte de los escritos que Llarvi hiciera cuando volvía de Paysandú.
“Hemos pasado por Young (We’re in Young... Where were when we’re in Young...). En honor a un conocido que vende libros y que es de este pueblo pongo un disco de Dizzie Gillespie. Una mujer sentada un par de asientos más adelante saca cosas de su bolso, y lo que haya para leer en ellas. Es hermosa, tiene algunos rasgos de raza negra y las pestañas largas. En cierto momento saca una cámara digital y trata de enfocar algo a su alrededor: pudo ser el final del pasillo del ómnibus (por donde descenderemos), o un par de hombres conversando a su derecha. Ahora ha sacado un discman y escucha (escuchará, me digo yo) música. Sobre su pelo, una luna creciente sale entre la resolana de los campos de Río Negro. Muchos aprovechan para dormir. Yo no me aguanto en el asiento porque ahora Dizzie hace con su banda ‘Sometimes I’m happy’ y me dan ganas de salir corriendo. A lo lejos surgen tras las lomas unos árboles encorvados como caballos de Figari. Cruzamos el Río Negro. Ahora el relieve es más accidentado. Hay unos campos con lomas cargadas de granos a punto de recoger. A lo alto, recortándose amarilla contra el cielo celeste, muy lejos, una segadora sin apuro avanza con un hombre que va sentado en su interior un sábado a la tarde, recibiendo la tibieza del sol a través de los cristales.” (...)
Ahora que transcribo este texto me doy cuenta de que no es tan bueno... Pensé que había escrito otra cosa, aunque falte referir lo que pasó después que dejamos Florida y llegábamos a Santa Lucía y escuché cuatro o cinco asientos más adelante que alguien decía algo sobre Winston Churchill... Será para otra oportunidad.
Estoy leyendo una novela policial (mala) que una alumna del liceo 3 me prestó, se trata de “El castigo de los Foyle”, de Jean Ray... es una de esas novelas del investigador Harry Dickson... me muero de risa con algunas situaciones insoportablemente mal narradas que siempre viene muy bien leer... Te alcanzo estas dos entre varias, que hasta me dan la pauta de poder escribir algo así sobre un personaje con un sesgo irónico...
 “Harry Dickson examinaba la pieza con esa inteligente celeridad que lo caracteriza.”
 “Y, de pronto, a partir de esos fragmentos, todo un sórdido y lamentable romance se reveló a Harry Dickson, el psicólogo sin igual.”


POEMAS DE CRISTINA CARNEIRO
(de Para simplificar)

vigilia I

Todos los días de mi vida despierto creyendo que tengo madre
del sueño de que tengo madre.
Apenas despierto me pongo a soñar que tengo madre
y creo que la sueño despierta
creyéndola apenas despertar soñada.
Ella pasó en esta tierra sus días, yo
toqué su cuerpo de carne.
De ahí mis confusiones.
No intento engañar a nadie.
Estoy sinceramente equivocado.

vigilia II
Todos los días de mi vida despierto creyendo que tengo madre
hasta que un día no despierte
para que ella se retracte.

vigilia III
Me le rendí a causa del viejo de la bolsa
amniótica. Luz, oscuridad rojiza
en la pared interior del párpado,
esperan al ojo al volver de ver.

vigilia IV
Todos los días de mi vida despierto creyendo que tengo madre.
Si seré necio.

vigilia V
Hurgón de alcantarillas,
modesto mercader de huesos,
todos los días
soy el viejo duelo entre mi cirujano y mi gozador
y mastico el habitual narcótico con la prótesis del habitual amor.
El príncipe del mundo no me sobresalta.
Todo es, por desgracia, inteligible.
Y despierto creyéndome y me duermo sin haber creído.

vigilia VI
Todos los días de mi vida despierto creyendo que tengo madre,
soñando que al caer la noche tengo por fin madre.
Comida caliente. Comida caliente y ropa limpia
para el bruto que vuelve de ganar el día a tiniebla y
crujir de dientes, comida en la mesa
para el duro traficante que llega del osario,
comida para resistir la noche,
comida, comida caliente me esperará al caer la noche, pues
la vida humana es aún sagrada, si no me confundo,
si estoy sinceramente confundido.

vigilia VII
Todos los días, todos los días, todos los días.

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Bueno, un abrazo y mandame esos textos... ¡Venga!
D.

domingo, 18 de mayo de 2008

¡Pero mire qué Sabor!


Tengo serias sospechas de que César Aira me está persiguiendo... De hecho han pasado cosas muy extrañas, tanto como que él se ma ha aparecido... Pero todo a su tiempo.
En un texto anterior ("Los malabarismos de un irresponsable") había mencionado la recurrencia que hacía Aira de la cotidianidad argentina, sobre todo los conflictos sociales. No me quedé muy conforme con lo que dije. Dije algo así como que Aira borraba todo rastro de ello. En realidad me parece que no es tan así. Me acordé del telón de fondo que es la Argentina pre-menemista en la novela "Embalse", pero también me topé con la tercera parte de "Las aventuras de Barbaverde", llamada "Los juguetes", y en donde puede leerse esto: "Un consorcio de laboratorios multinacionales había construído en medio del río un complejo de alta tecnología para la producción de células madre, por un acuerdo con los gobiernos de las dos provincias que compartían la jurisdicción de las islas. Los trabajos se habían hecho con poca publicidad, y fue la investigación de periodistas de El Orden la que sacó a la luz las implicancias del proyecto en términos de contaminación del medio y peligros para la salud de la población. La opinión pública se había movilizado, y el asunto no tardó en volverse una causa nacional". Suena muy conocido, ¿no? Bueno, el punto es que ahora me parece que Aira no toma un elemento de la realidad social para discutirlo, enfrentarlo, sino que lo usa como segundo o tercer plano, como un cañamazo alucinado donde va tejiendo la descripción de unos personajes. En el fondo, eso es, como había dicho, algo político, una réplica. Pero una réplica tan irónica, tan indirecta, que es difícil clasificarla como una toma de posición ante un conflicto social (en este caso el de las papeleras entre Argentina y Uruguay); más bien parece la intención de borronear algo. Sigo citando: "No tardaron en surgir disensiones en el seno de la resistencia. Se dividieron en res bandos: Asambleístas Duros, que exigían el desmantelamiento inmediato de las plantas, sin atender razones; Asambleístas Dialoguistas, que dejaban abierta la posibilidad de la instalación y la permanencia de las plantas, aunque mediando estudios fehacientes realizados por un comité científico independiente; y Ambientalistas, aliados con Greenpeace. Unos y otros se acusaban de connivencia con el gobierno y el consorcio, y los tres estaban infiltrados por militantes de distintos partidos políticos. Una buena docena de líderes de las distintas facciones habían alcanzado una notoriedad estelar." Por supuesto que el punto de lo que yo estaba diciendo radica en qué pasa con la narración luego de esta situación de partida. Y ahí está eso de que Aira lo toma para acomodar sus piezas según le convenga, ya que no le importa proseguir con las implicancias de ese supuesto conflicto, sino que termina siendo el lugar, el imperio de las causas y las consecuencias de uno más de los capítulos de la lucha entre Barbaverde y el profesor Frasca. Por ahí viene el borroneo.
Hace una semana, dentro del marco de mi asistencia anual a un cumpleaños de 15, estábamos con V. sentados a una mesa mientras charlábamos entre nosotros o con algunos conocidos, mirando el desarrollo del evento. De vez en cuando jugábamos a encontrar gente parecida a alguien. Llegado un momento de la noche o de la madrugada encontramos a un tipo muy parecido a Julio Ramón Ribeyro y a una viejita casi llevada en andas que se parecía a Marguerite Duras. Hasta que pasó lo que pasó. Se me acercó un mozo ofreciéndome algo, no me acuerdo qué. Era César Aira. Aira es muy polifacético, eso todo el mundo lo sabe. Y además es un burlón de primera. Por lo que esto de hacer de mozo en un cumpleaños de 15 de un pueblo perdido del Uruguay, para burlarse de un joven más o menos traumado con sus obras, esto, esto mismo, es muy de él. V. no lo vio. Me dijo que ya no jodiera más con lo mismo. Yo sabía que algo iba a tener que pasar. El mozo era demasiado parecido a César Aira como para no ser él mismo. Y lo que sucedió fue que en la vuelta siguiente se me aparecía con una bandeja enorme y me dijo:
-¿Salmón?...
En efecto, en la bandeja había algunas decenas de bocadillos de salmón. Todo ese color rosa era como el color de una broma.
Me acordé del primero de los capítulos de "Las aventuras de Barbaverde", que se llama "El gran salmón". Luego Aira, pensando en que yo dudaba mucho, dijo:
-¡Pero mire que tienen rico sabor, eh!...
Pronunció la palabra "sabor" de una forma demasiado evidente. Aldo Sabor es el protagonista de esta última novela.
Me seguí negando. Aira frunció el ceño y luego se encogió de hombros dirigiéndose hacia otro lugar de la mesa. V. me preguntó si no me gustaba el salmón. En realidad creo que nunca lo probé o que no tengo memoria de haberlo probado. Tendría que preguntarle a mi madre.
Después de esa vez, Aira no pasó más por mi mesa ni se vio más en el cumpleaños. Y yo me puse a pensar que había pifiado algo en mi texto del blog sobre su última obra.

viernes, 16 de mayo de 2008

An epic apple around a sunny mouth


Se viene el fin de semana, y no hay como esas peliculitas para todas las edades.
Pensando en eso, me acordé de esta filmación que me realizó Felipe en abril de 2007. Le pusimos "An epic apple around a sunny motuh", así, bien pomposo y tonteril. La música corre por cuenta de Charles Mingus.

domingo, 11 de mayo de 2008

La vuelta de las canchas


Pensaban que no iba a volver, pero no. Once meses después de que me fracturé en medio de un partido, regresé a las canchas. Fue una vuelta esperada, prácticamente todo Maldonado estuvo pendiente. Fueron periodistas, curiosos, médicos y enfermeros. Por la mañana llegó el fax desde Zürich con la habilitación de la FIFA más un mail del Diego y otro Heber Silva Cantera. Todo estaba listo. A las cuatro de la tarde, en la cancha de fútbol cinco del barrio Iporá, allí mismo donde me había lesionado, sonó el silbatazo inicial, me pasaron una primera pelota, eludí dos jugadores seguidos, y cuando se me fue un poco larga hacia el área y el golero quiso contenerla, choca con mis pies y la pelota me queda servida, con el golero ya vencido, para el primer gol del partido. Era el inicio del partido y ya ganábamos 1 a 0. Algunos querían parar ya el partido, pero yo dije no, no, ahíto de la humildad del futbolista medio uruguayo, y dije no, no, sigamos...
Bueno, en este punto, un amigo mío, seguró que sí, me diría: "Pero Damián... Jugabas con niños de 14 ó 15 años... ¡Qué osado lo tuyo!...". Y yo diría que bueno, que sí, que eran mis estudiantes de 3º2 y 3º3, pero que también ellos jugaban, que no eran de palo, y que sí, tenían 14 ó 15 años. Pero yo ya tengo 28... Se me hacía tarde para el partido y todavía estaba en casa. Aunque la cancha me quedaba a unas cuatro o cinco cuadras, igual me fui en la bicicleta, lo más rápido que pude, y llegué cansado.
En la semana, medio en broma, había prometido diez goles, pero hice seis... Ya describí el primero, que según la prensa departamental (o sea, los periodistas de canal 11 Eduardo Batista y Marcelo Pullares justo estaban en el quincho del club tomando una cervecita y departiendo sobre la conveniencia o no del verso alejandrino de catorce sílabas en la poesía bucólica, cosa por demás innecesaria, porque el bucolismo se terminó, porque todas las publicidades de agua mineral y de jabón en polvo borronearon el concepto) fue un gol "notable", digno de aquellos regates de Claudio Paul Caniggia. Eduardo Batista lo calificó con un 8. Los siguientes cinco goles fueron así...
El segundo: Antes de este gol ya había pegado de derecha, cruzado, anticipando en un corner, y la pelota había dado en el ángulo y se había ido de la cancha... Pero el segundo gol vino también en un corner, desde la izquierda. La pelota me llega, la duermo bajo la suela derecha y ahí nomás le meto un puntazo con el mismo pie. La pelota pasa por el espacio que hay entre el estómago y el brazo del golero. (Homenaje a Romario).
El tercero: Parecido al primero, sólo que anticipo un pase entre dos defensas, eludo otro jugador y al golero y defino con el arco vacío. (Marcelo Pullares: "¡A la puta! ¡Qué poder de reacción!... Sinceramante, no pensé que fuera a llegar al partido en estas condiciones tan buenas. Creíamos que su estado físico no iba a ser el mejor, como se dice generalmente luego de que un jugador regresa de una larga inactividad, y que, por lo tanto, dado esa inactividad física a la que hacíamos referencia, no iba a estar en las mejores condiciones" [Pullares gusta de los circunloquios])
El tercero: No me acuerdo, pero estuvo buenísimo...
El cuarto: Tampoco me acuerdo bien, pero fue como uno de esos que hacía Cruyff, que es el jugador que más se me parece cuando me pongo esa remera naranja que tengo, una de tela vieja.
El quinto: Un pase al medio en la puerta del área y le pego al palo del golero. La pelota pega en el palo y entra, justo en el rinconcito. Tipo como uno que hizo Zidane una vez.
El sexto: Ante un rechazo del golero, saco una volea de zurda que cruza ante todo el arco y se incrusta en el ángulo superior izquierdo. (Antes casi había hecho un gol de taco, de espaldas, por arriba del golero. La pelota pegó en el travesaño y se fue).
Bueno: las calificaciones...
Eduardo Batista: 10
Marcelo Pullares: 10
En fin... Quedé muy contento con el desempeño, pero eso no podría haber sido nada sin el esfuerzo de todo el equipo, que peleó cada pelota como si fuera la última. Y ahí se notó el trabajo de toda la semana, que pienso "de que" es muy importante para que las cosas salgan el día del partido. Además justo hoy me terminé de bajar el Concierto por Bangla Desh, de George Harrison, y ver imágenes de ese país, o ver tocando una vez más a Ravi Shankar, me trajo recuerdo de otro de mis grandes partidos, uno que jugué en Bombay en 2003. Resulta que Felipe y yo ya habíamos terminado la carrera de profesorado y como habíamos salido medio abombados de estar tantas horas por día, nos fuimos a hacer un tour Hare Krsna! quedándonos en templos a través de las gestiones de varios de sus amigos devotos. Bueno, se armaban los propios partidos. Una vuelta bajaron unos del lado del Himalaya, casi unos renunciantes totales en lo material, se podía decir que vivían del aire, pero cuando veían una pelota dividida los tigres te metían la suela en la garganta. Además la movían con propiedad. Bueno, esa tarde jugué muy bien, también. Felipe, por una cuestión de número, porque a ellos les faltaba uno, se ofreció a jugar para el otro equipo (fue una especie de renuncia, por lo tanto, algo así como la imposibilidad de decir NO o su postura del SÍ fácil). Felipe siempre recuerda la vez en que encaré hacia el área y él me salió al cruce. Le tiré flor del caño y rematé cruzado al segundo palo. Golazo. Los gurús me levantaban, me llovían pétalos de la tribuna. Así ganamos 5 a 4 con ese gol. El asunto es que a la salida un fotógrafo galés que estaba de excursión y que había visto el partido me dijo que había tomado varias fotos, entre ellas la mi caño a Felipe. Al otro día la descargamos del mail en la laptop que había en el templo. Felipe nunca la quiso conservar, no tanto porque no salía bien parado, sino porque es una especie de recuerdo de una época que él preferiría olvidar, ya que justo ese mismísimo día en Bombay le ocurrieron cosas muy, muy fuertes, que después cuento en otro post. Pero cosas muy fuertes fueron.


domingo, 4 de mayo de 2008

Los malabarismos de un irresponsable


Ayer de tarde terminé de leer las dos primeras de las cuatro historias que componen el último libro de César Aira: "Las aventuras de Barbaverde". Se trata de "El gran salmón" y de "El secreto del Presente". En realidad, para el ritmo de publicación al que nos tiene acostumbrados Aira, cada una de estas historias podría funcionar como una nouvelle. Tienen prácticamente la misma extensión, o más en algún caso, que las novelas que ha publicado para la editorial Interzona ("Yo era una niña de siete años" y "Yo era una chica moderna"), que también, según se dice, conforman una serie.
Hay por lo menos dos cosas que me fascinan de Aira: su imaginación y su (llamémosle así) irreverencia para con ciertas figuraciones de la escritura, o sea, su manera de "no importarle" determinados horizontes de expectativa que se puedan generar en torno a un tipo de escritura, a un modelo de escritor, a una determinada función de la literatura, a una cierta tradición. Pero por lo menos, esa irreverencia puede develar, de manera inversa, cierta preocupación. Hace unos días un amigo me preguntaba por qué me gustaba tanto Aira, justamente. Y mientras trataba de darle una forma a esos sentimientos tan difusos que me genera leerlo, con la intermitencia del messenger, empezó a surgir la idea de que Aira es como un niño, un niño prodigio y caprichoso que hace lo que se le viene en gana. Pero así y todo esa imagen es insuficiente, hace agua por algunos lados. Lo que sí es cierto es que Aira posee un gran talento para escribir, y como los grandes artistas, a veces subyuga los procedimientos de creación para llevarlos a otra parte. Como se dice que han hecho algunos grandes al final de su carrera, planteando cosas que no tienen nada que ver con lo que han hecho, Aira siempre tiene presente en su proceso de escritura, que se desenvuelve y continúa libro a libro, la renovación, el planteamiento de un nuevo procedimiento que desemboque en un nuevo modelo. En este último caso, con "Las aventuras de Barbaverde", aborda el mundo de los superhéroes y los villanos, asiéndose de todo el arsenal de recursos y lugares comunes del género. Pero, por si fuera poco, he notado algo así como una desescritura, una manera de subvertir esas "normas", esas maneras entendidas como correctas para exponer determinados asuntos dentro del desarrollo del relato. Por ejemplo, sucede algo imprevisto, o algo que no encaja con lo anterior, y ahí nomás el narrador no tiene ningún empacho en decir que se había olvidado de mencionar algo para que todo pueda entenderse. Creo que, considerado en algún escritor nuevo (por lo menos en un escritor nuevo) eso puede atribuirse a la falta de autocorrección, a la impericia, etc., pero en el caso de Aira es sumamente sospechoso, desde luego. Parece que Aira se hace el bobo, que no cumple con el A, B, C del narrar. Y ahí hay que ver una postura, una postura contra algo o en la línea de uno vaya a saber qué, pero hay una inflexión.
Hace unos días leía algunas reseñas de libros de Aira en el blog www.ininteresante.blogspot.com y en general tuve que coincidir con muchas cosas que se decían allí, pero hubo una afirmación que me llamó la atención. Salteándose ciertas formalidades, quien escribía decía que Aira es, lisa y llanamente, Bioy Casares, Bioy Casares en esta época, en un contexto argentino con particularidades muy diferentes. Yo, sin embargo, había tenido una idea similar. Que Aira es hoy lo que Borges fue para otra Argentina. Por lo siguiente... Comparada con las obras de otros contemporáneos, dónde se podía encontrar en la obra de Borges una referencia (¿realista?) a lo que pasaba en el país en los años que le tocó vivir. Borges se iba para atrás, hacia un mundo de compadritos que ya no existía, hacia el siglo XIX pampeano y su fascinación por lo fronterizo, que lo hizo apelar a la Banda Oriental más que al Uruguay. Con Aira sucede exactamente lo mismo. ¿Qué podemos saber de la Argentina de hoy por sus ficciones? Se puede decir que una novela como "Las noches de Flores" (2004) es sucedánea de la crisis de 2002, pero Aira ni siquiera se interesa o pone el énfasis en la crítica social. Esa novela termina directamente en las estrellas. Aira escribe historias que, retomando esa fascinación post-Borges, ocurren en el XIX, o historias que transcurren en otros lugares distantes del mundo (China, Grecia, Italia, Rusia, Honduras, Colombia, Polonia, etc.). Yo creo que, la misma negación del entorno social específico que circunda al escritor de carne y hueso como materia para sus narraciones, es también una réplica, una política indirecta. En ese sentido creo también que Aira dice mucho de la Argentina de hoy, aunque su última obra hable del superhéroe Barbaverde y tenga como comienzo un final del mundo que tiene como epicentro (otra vez más) la ciudad de Rosario.
"El gran salmón" es la primera de las historias del libro. En síntesis trata acerca de la aparición, en la órbita de la Tierra, de un enorme salmón (nunca queda muy claro si es un salmón, pero lo llaman así, qué más da) que llega de los confines del Universo para hacer peligrar a la Humanidad. Ha sido traído por el profesor Frasca (enemigo acérrimo y elemental de Barbaverde) y mide exactamante cincuenta millones de años luz. Rosario es el centro de la historia porque el salmón queda apuntando con su boca a esa ciudad. Por momentos la historia, como decimos de forma criolla, parece no tener pies ni cabeza, es un delirio permanente. Sin embargo la historia toma forma, es, increíblemente, creíble.
Hay otro aspecto que me ha llamado la atención en esta lectura parcial de "Las aventuras de Barbaverde" (me faltan "Los juguetes" y "En el gran hotel") y es la perspectiva con la que se narra, que a priori puede resultar incómoda para los que están habituados a leer historias de superhéroes. Aira parece dar vuelta como una media ciertas convenciones del género, y eso se nota en el punto que elige para narrar. Aira rompe con el modelo básico de situar la mirada en el superhéroe en los momentos precisos en que la aventura se insinúa, se transita y se consuma. Si el superhéroe es un ser misterioso (si juega con el componente del misterio de quién es y el riesgo de no ser descubierto, por aquello de que el héroe, como condición esencial, es "distinto" al resto de los seres de su comunidad) es precisamente porque hay un otro lado, otros personajes posibles para los que esa experiencia es todo misterio, personajes que determinan el misterio, porque este está elaborado en relación a ellos. Aira pone la historia, si de experimentar se trata, desde el otro lado, salteándose rotundamente la perspectiva puesta en las peripecias del superhéroe y contando los ecos de ellas en quienes están atentos a los sucesos. Como si se apoyara un vaso sobre una mesa, Aira no narra el hecho de cómo el vaso se apoya (o trata de no hacerlo, hasta donde le permite la lógica del relato), sino que parte de la marca del vaso para realizar una inferencia del incidente.
Es sobre el final de "El secreto del Presente" que sucede una de las cosas más importantes de la obra, y que se impone como una especie de centro neurálgico de la escritura que Aira desarrolla aquí. Es el encuentro entre el protagonista, el periodista Aldo Sabor, y Sergio. Aldo Sabor ha seguido las aventuras de Barbaverde en Egipto a través de Karina, que ha devenido en corresponsal involuntaria, y ha tenido en vilo a los lectores del diario rosarino El Orden a lo largo del mes en que se han desarrollado los sucesos. Sabor se descubre escritor, ha logrado que la gente se entusiasme leyendo esa historia, día a día, entrega a entrega. Acá nos podemos dar cuenta también de que Sabor termina siendo una especie de alter-ego de Aira. Puede que Sabor no haya contado en sus crónicas algo tan distinto a lo que nosotros hemos leído. El encuentro con Sergio es muy gracioso:
"-¿Hoy escribís el último artículo de la serie? ¿El gran final? ¡Qué bien la hiciste! ¡Vos sí que sos un macaneador de primera! Me los leí todos, no vayas a creer que hablo por boca de ganso. Tenés una imaginación de la San Puta.
Sabor, con helada ironía:
-Gracias.
-No, pero hablando en serio, ¡qué desastre! Qué bajo ha caído El Orden, para publicar tanta pavada, con las cosas importantes que pasan en el mundo. Aunque la culpa no es del diario sino del público, que pide morbo y frivolidad. Por supuesto, vos escribís lo que escribís para reírte de todo el mundo, no te importa nada, sos un postmoderno. Lo que hay que reconocerte es el color que le ponés. Tenés garra, lástima que no sepas escribir. (...) ¡Ojo, que no te estoy restando méritos! Ya te dije que leí todas tus notas. Es cierto que las leí para reírme nada más. Pero también es cierto que terminé sintiendo algún interés, aunque más no fuera para saber cómo te las ibas a arreglar para seguir adelante. Los malabarismos de un irresponsable pueden ser fascinantes de contemplar. (...)"

Ahora, hablado de alter-egos, es Sergio el que parece ser Aira, el Aira que se adelanta a lo que puedan decir sobre él y el relato que ha escrito, el Aira que se despacha hasta con su resistencia a que lo traten de "post-moderno", el Aira que dice: "sí, escribí esto, tal cual". Así parece que cualquier crítica se condiciona, el autor, como el esquivo Barbaverde, pasa a ser ese conejo blanco de la narrativa argentina que nadie puede atrapar.

viernes, 2 de mayo de 2008

Porro 2.0


¡No lo puedo creer! ¡Qué atavismo más grande! Dicen, según leí en algunos mails que me llegaron, que mañana sábado 3 de mayo en Montevideo, en el Molino de Pérez (¿?), habrá una marcha por la legalización de la marihuana. Yo, desde mi humilde lugar en la web, desde este blog que mal o bien es leído por 15 ó 20 gatos sueltos de todo el mundo, por el bien de esta pauperizada república, yo, Damián González Bertolino, cédula número tal, domiciliado en la ciudad de Maldonado, yo, cabeza abierta de par en par y pensante, coco fecundo que partiose expeliendo la leche de la razón, yo, el que suscribe arriba y también abajo, yo digo: NO, NO VAYAN A LA MARCHA, DÍGANLE NO A LA LEGALIZACIÓN DE LA MARIHUANA. No lo saben, pero todo esto es un plan secreto de las potencias del primer mundo para estupidizar a los humanoides del tercer mundo (nosotros) y dejarlos fuera de combate para el día en que la polución gane aquellas patrias. Ese día, el tercer mundo, intacto, será en Nuevo Edén y nosotros, o nuestros hijos, o nuestros nietos, si es que nos queda la capacidad de la descendencia con los aparatos obturados por el humo, nosotros, entonces, seremos la ceniza del ayer más irredento. ¿Se imaginan lo que podría pasar de aquí en más si todos fumaran por todas partes libremente (ya fuman por todas partes libremente, pero bueno, la marcha vendría a ser una representación, hacer idea, manifiesto puro, una práctica, o sea lo contrario de las revoluciones del XIX para acá, lo que no es novedoso, tampoco...). ¡Dios mío! Bob Marley sería ya indiscutiblemente el patrono del humo y nadie lo escucharía (nadie lo escucha en realidad, es como el Che Guevara, que pasó a ser un dibujo que queda bastante bueno en las remeras de manga corta, y en las de manga larga también). ¿Se imaginan a nuestra juventud a nuestra senectud toda, caminando con los ojos rojos? La Patria Boba se avecina. Rodó nunca imaginó un cosmos más caótico que este. Una Patria del "to'o bien", el "arriba, vo" y la polivalente interjección "¡¡ehhhh!!". (Entre otras cosas: ya nadie leería a Herrera y Reissig, todos se pensarían que son Herrera y Reissig, o lo que es más, todos tendrían la imperturbabilidad, de pocos, de Danilo Astori, por ejemplo). ¿Qué más? Bueno, nadie se pelearía, todos escucharían todo el tiempo No Te Va Gustar o La Vela Puerca o ese tipo de música. Los policías fumarían en sus horas de trabajo y ya no habría material para escribir buenas novelas. En suma, el poco sentido crítico que nos quedaba se neutralizaría y quedaríamos medio tarados del todo y todo nos parecería bueno, como un Adán medio boludón que toca esto y lo otro y le parece buenísimo porque no conoce otra cosa, porque justo lo agarró Yahvé y se lo chupó. Más todavía, todos nos pasaríamos hablando de libros como "Las puertas de la percepción" o "El almuerzo desnudo" sin tener que haberlo leído (en realidad la mayoría no los leyó, la mayoría de los que fuman marihuana, porque arrancan a leerlo y ya les da ganas de fumar y dejan de leer, y luego no se acuerdan de lo leído y van otra vez al principio del libro y así ad infinitum). Todos nos creeríamos medio inteligentes e hipersensibles y proclives no sólo a opinar de cualquier arte, sino a practicar cualquier arte; como ahora, pero peor. ¿Qué más? Sí, las primaveras ya no serían lo mismo. El olor insoportable de los porros inundaría los jardines y las plazas y adiós a los azahares, adiós... Pero bueno, no vayan, no vayan por lo que más quieran a esa marcha. Es una cuestión estética. Piénsenlo. Además, yo, el que escribe todo esto, pienso que no hay mejor crítica que la que ofrece una alternativa. Por eso quiero recomendar a mis lectores algo que está mucho mejor que la marihuana (o debe estar, qué sé yo), mejor que la "cannabis sativa", y es la "chondrocanthus chamissoi", más conocida entre los habitantes del Pacífico Este como la "cochayuyo". Es cierto que parece joda, pero está buenísima. Con mi hermano menor hace por lo menos tres o cuarto años que conocemos la "cochayuyo" y que hemos visto cómo nuestra ha vida ha cambiado sensiblemente. De veras, cada vez estamos mejor y nos sentimos más aptos para los desafíos que se vienen. Una buena forma de consumir la "cochayuyo" es con leche, que es una mezcla bastante nutritiva al fin y al cabo. Mi hermano, por ejemplo, se pega un saque de "cochayuyo" early-in-the-morning y el pibe no para de sacar standards de jazz con la viola. Todo el día pium-pium-pium, meta glissandi y staccato y esas cosas. Yo, por mi parte, le encuentro un gustito, un qué sé yo a la literatura uruguaya actual que no sé cómo expresar. Soy feliz. Principalmente lo que hago es tomarme la "cochayuyo" con un buen café con leche hecho con tres cucharadas soperas de azúcar, o si no directamente la masco con unas galletitas de ceral y miel o de canela y manzana. El otro día terminé de leer la última novela de Milton Fornaro y me voló la cabeza. Lo que me pasó fue que en la tapa había una foto de Hemingway, y yo giraba el libro y la cabeza Pappa Hem también giraba y en una me dice: "Pará, tarado, pará de darme vueltas que voy a vomitar, que ya tengo bastante con estar acá". Y después me dijo esto: "Está bien lo del IRPF a los jubilados, que les saquen la guita, si se la terminan quemando al Kini o al 5 de Oro". Otras cosas zarpadas que hacemos con mi hermano luego del "cochayuyo" son: andar en bicicleta, hacer la plancha en la 16 de la Brava y más cosas. Está bueno el "cochayuyo", pruébenlo, no vayan a esa marcha-paloma de mañana allá en Montevideo, quédense en Uruguay. Piensen en el país. Lean a Rodó. Estudien. Sepan la letra entera del Himno. Y así...