domingo, 25 de noviembre de 2007

Los desaparecidos

Es curioso cómo a veces las lecturas se cruzan y se conectan. Hace unas semanas estuve leyendo "La noche del oráculo", de Paul Auster, que me pareció una buena novela, quizás no tanto a la altura de "El palacio de la luna", que hasta el momento me parece lo mejor del autor de lo que he leído, pero, quiero decir, "La noche del oráculo" está muy bien escrita y atrapa al lector. En ella se cuenta la historia de un escritor que sobrevive inceríblemente a una enfermedad terminal. En los primeros días de su vuelta a casa se afronta con la realidad de que no puede escribir... hasta que, claro, ocurre algo. Y eso es que compra un cuaderno que lo fascina y en el que decide, aunque más no sea para trazar algunas líneas cada día, proseguir con una historia que se comenta tangencialmente en "El halcón maltés" de Dashiell Hammett, la historia de Flitcraft. Un día Flitcraft va caminando cuando ¡zas!, se le cae al lado un andamio. En ese instante se da cuenta de que bien podría ser hombre muerto. Así que en un segundo ve su vida y se da cuenta de que no ha hecho lo que ha querido hacer, o que su vida en realidad carece de sentido. "Flitcraft concluye que no tiene más remedio que someterse a esa fuerza aniquiladora, que debe destruir su vida mediante algún gesto sin sentido, totalmente arbitrario, de negación de sí mismo." (en "La noche del oráculo"). Entonces se toma el primer autobús (o tren, no me acuerdo) y se va a otra ciudad cualquiera a comenzar con otra vida desde cero. El protagonista de la novela de Auster, Sidney Orr, va sobre esa veta para poder escribir. Ese tema, el de la persona que deja todo atrás, sin siquiera dar cuenta de su acción a sus seres "queridos", para comenzar una nueva vida, es un tema que creo que ha estado presente, en mayor o menos medida, en la cabeza de todo ser humano al menos una vez en la vida. Es parte de esa fascinación por lo otro, o por la posibilidad de saber cómo seríamos en otros contextos, qué habría sido de nuestra existencia de no haber mediado aquellos hechos que creemos que fueron influyentes. Es como para repensar también el asunto de la gente desaparecida que se termina transformando en una foto que un día aparece en un informativo. ¿Alguien se ha puesto a pensar si algunos de esos de los que no se supo nunca nada más no están, en definitiva, mejor de lo que estaban antes de desaparecer? ¿Habrá que pensar siempre que cuando desaparece una mujer tenga que estar en un harén en Arabia Saudita? El asunto es complejo. Todo se sume en un misterio. No recuerdo del todo bien, pero tengo como la sensación de que alguien me contó una vez una cosa que le pasó a una mujer conocida. Resulta que esta mujer, cuando era adolescente vivió la desaparición de su padre. Una tarde se quedaron en su casa esperando que regresara del trabajo y el hombre no apareció. Lo esperaron al día siguiente y luego al otro y al otro y nada. Hicieron la denuncia y eso tampoco ayudó mucho. Esa adolescente creció, se hizo mujer, se casó, tuvo hijos. Pasaron muchos años. Un día, de viaje por una ciudad más o menos olvidada del país, cruza una plaza y ve a su padre sentado en un banco, con un par de niños grandes en la vuelta. La mujer no dice nada. Quién sabe si el hombre llegó a verla y, en definitiva, reconocerla. A mí siempre me fascinó esa situación. ¿Qué fue lo que faltó para que esas dos líneas de vida (la del hombre y la de su hija) que un día estuvieron cercanas, volvieran a acercarse? ¿Qué fue lo que detuvo a la mujer de pararse frente a su padre y pedirle explicaciones?... Y hay otra historia que conozco casi de primera mano porque se dio en el Kennedy, cuando yo era adolescente. Un vecino que se dedicaba a la pesca en embarcación, desapareció junto con otros compañeros en medio de una tormenta casi en alta mar. La embarcación no resistió el oleaje y se dio vuelta de inmediato. Yo conocía a varios de sus familiares, algunos jugaban al fútbol conmigo, y pude enterarme de cómo sintió la falta la familia. Pero se dio una situación muy extraña que hizo que todo se hiciera un poco más angustiante. Los cadáveres de cada uno de los pescadores fueron apareciendo en el correr de las semanas, pero el de mi vecino no apareció nunca. Jamás. Sé que suena morboso, pero desde esos días tuve la idea siguiente: ¿qué habría pasado si mi vecino en realidad fuera el único que se hubiera salvado? La ausencia del cuerpo, la ausencia de algo tangible sobre lo que colocar el duelo por la muerte, puede estimular ese tipo de pensamientos. Seguramente ahora esté olvidándome de ejemplos similares al de Flitcraft que haya leído o visto en películas. Sé que debe haber decenas. Sin embargo, recuerdo que Gabriel García Márquez comenta en "Vivir para contarla" sobre un terremoto en Colombia o Centroamérica que le permitió a varios individuos desaparecer, abandonar sus mujeres, sus hijos y sus trabajos para comenzar otra vida. De hecho, en mi caso, a comienzos de 2006 empecé a escribir una novela (que pienso terminar este verano) y en la que cuento la historia de un individuo que abandona principalmente sus obligaciones laborales, ya que no tiene mayores vínculos familiares, y desparece en un extraño viaje a Brasil, pero con la idea de llegar un día a un cierto bosque de una localidad de Inglaterra sobre la cual leyó en varios libros a lo largo de su vida. Hay un episodio que me parece muy divertido, y es la parte en que el protagonista está casualmente frente a un televisor y ve en un informativo la noticia de que ha desaparecido. Entonces ve, con una perplejidad que da paso a las carcajadas más desaforadas, como varias personas que le expresaron el mayor de los repudios, hablan ante cámaras como si lo hubieran amado profundamente.
Escribí más arriba lo de las lecturas conectadas porque en estos días estoy terminando de leer lo último que publicó la editorial Planeta (filial Uruguay): "El hombre perdido", de Horacio Bernardo. En realidad, la historia de "El hombre perdido" gira alrededor de lo mismo. Un muchacho de 18 ó 19 años abandona a su familia sin motivos aparentes. Parece que la vida es perfecta, que nada le falta, pero a él eso no le satisface. Entonces se toma el primer ómnibus que sale a cualquier ciudad (¿Flitcraft?) y desaparece. Y luego hace eso un par de veces más. La cuestión es que la lectura se me ha hecho tan cuesta arriba que terminar el libro ha sido dificilísimo. Además, creo que ya estoy cansado de que en nuestras letras haya tantos ejemplos de historias como estas, plagadas de espíritu de grandilocuencia, seriedad e intelectualidad, historias que terminan siendo bastante aburridas, hostiles al lector. El narrador de "El hombre perdido" está todo el tiempo mencionándonos cómo se siente, cómo ve el mundo, en vez de hacérnoslo sentir. La prosa, finalmente, se contamina de la insustancialidad de la vida del personaje del que quiere tratar. Era el riesgo... Aparte, con esta novela, la editorial Planeta insiste de nuevo en una idea: la de la presencia ya real en el mercado editorial de una "renovación de la narrativa uruguaya", la aparición de una narrativa joven. Todo empezó con la publicación de "Pendejos", de Patricia Turnes (que, como dijo oprtunamente un crítico en Brecha, ya no me acuerdo si fue Ignacio Bajter, es un ejercicio de banalidad). Luego de "Pendejos" llegó "El hombre perdido". En una de las solapas aparece (como pope literario ya indiscutido) Tomás de Mattos diciendo que Horacio Bernardo es "uno de los autores más promisorios de la generación joven de la narrativa uruguaya". Si yo sumo el caso de Bernardo al de Turnes lo único que encuentro es autocomplacencia, cero renovación y una apuesta por lo seguro, como lo es del algún modo ese punto de partida en común que tienen sus obras: la dedicatoria al maestro ya ausente físicamente: Mario Levrero. ¿Dónde está el imperio de la imaginación que predicó el autor de "La ciudad"? Y no me vengan con que la imaginación es también ese juego (que quizás en algún momento Levrero sí supo hacer bien, pero sólo él) de pasar de una situación y luego a otra totalmente "desconectada", quizás la primera que viniera a colación... porque ese ejercicio de la imaginación es bastante conformista, jugar a la ilógica por la ilógica es fácil. ¿Qué es más difícil que hacer entrar a la ilógica dentro de una lógica precisa, a la manera de los sueños de Fellini? Sé que tanto la novela de Turnes como la de Bernardo no entran en esta última discusión, pero tenía ganas de decirlo.
Si esta es la nueva guardia de la narrativa uruguaya yo ya empiezo a tramitar la ciudadanía argentina, o en su defecto me hago un hara-kiri con una cuchara (Wow! ¡Qué loco lo que dije!...)

22 comentarios:

Unknown dijo...

sé de un caso muy cercano de uno que fue tragado por el mar; vi hoy en el informativo de la tele que en Bahia (Br) encontraron el cuerpo -previamente violado- de una mujer que conocí, que vivió en Maldonado, era amiga de una que yo andaba, fue novia de uno que era compañero de Hernán del ISEF y no he podido encontrar un acomodo a eso, y yo apenas si la conocía tangencialmente. Lecturas cruzadas...

Damián González Bertolino dijo...

Nacho:
No tengo palabras para expresar la desazón que siempre nos genera una noticia de esas, y más si sabés que es alguien que estuvo a tu lado; entonces el hecho se redimensiona, porque uno lo ve con una dureza tal, como si se hubiera tratado de una mujer cercana a uno (novia, hermana, madre, amiga, etc.)
Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Hombres perdidos, bueno Wakefield, de Hawthorne, y el mismo Ben Sachs, de Auster, por ejemplo, D.
Respecto a la nueva literatura uruguaya, o a la corriente joven, o lo que sea, habrá que ver, darle tiempo, dejar que se acumulen algunos libros por ahí y veamos si al final vence lo seguro, lo banal, lo ilógico por lo ilógico, o si, en una de esas, la imaginación se hace espacio para respirar y para decir "aguante la ficción". Veremos. Veremos.

Leonardo de León dijo...

Quise dejarte un comentario para mencionar a Wakefield, pero me ganaron de mano.
Ya que estamos, menciono que Loza Aguerrebere tiene un personaje (un padre) que abandona a su familia luego de salir rumbo a la casa del sastre. El suceso se reitera, curiosamente, en muchos de sus cuentos y en alguna de sus novelas...como si la circunstancia fuera unánime; como si en todo contexto siempre está la imperancia latente de la huida.
Sí...es así.

Damián González Bertolino dijo...

Leonardo:
Es cierto, me olvidaba del Sachs de "Leviatán", de Auster. Pensaba también que, aunque con variaciones de grado, la Parábola del Hijo Pródigo parte de esa misma problemática. Y, ahora que lo pienso, creo que el mismo Robinson Crusoe se va de su casa sin ningún aviso.

Anónimo dijo...

Damián, se me dice que me he fanatizado con tu blog. Es hora de enviarte unas líneas anunciándote que tendrás que comentar pronto el concurso de microrrelatos por sms, cuya función responde a enaltecer la literatura oriental, es decir, percibir, premiar y homenajear, corrientes "latinoamericanas" fuertemente antiintelectualistas como todo lo verdaderamente latinoamericano. Para eso está Delgado Aparaín y el club Sepúlveda. Los dictadores también ataron la imaginación. Una extensión del Premio Paco Espínola. Bajter

Damián González Bertolino dijo...

Estimado Ignacio Bajter:
Si sos vos realmente, si tu nombre no cayó presa de la impunidad que genera el anonimato en la web, entonces bienvenido a mi blog y muchas gracias por dejar un comentario. Y, como anticipás, hace tiempo que tengo ganas de escribir sobre cierto fenónemo que vislumbro en la actualidad de nuestras letras, más particularmente en el plano narrativo, y que es la exacerbación de lo micro, una exacerbación que tiene costados muy riesgosos que atentan contra el centro mismo del ejercicio narrativo. Ambos concursos, promovidos por la misma inteligencia, están hablando de determinadas carencias de los creadores actuales. ¿Va la misma inteligencia a promover un concurso de novela? Sería interesante. Pero cuántos se presentarán. Ahí sí pongo mis grandes dudas a que la convocatoria sea tan sideral; y creo que los organizadores en el fondo lo saben. Que más de 41.000 relatos por SMS lleguen a Antel, no tiene mayor mérito, que me disculpen. Otra cosa, en el mismo tema y con la concisión que demanda este lugar: ¿por qué premios llamados "de narrativa", como el Banda Oriental, también lo son de narrativa breve? Lo de Banda puede ser en última instancia una cuestión editorial. Pero qué siento que hay en el ambiente, en el espíritu de este tiempo... ¿Pudor de caer en las formas extensas de narración por creerlas prácticas al borde de la mercantilización a la manera del primer mundo (¿y este?), por creer que demandan un esfuerzo y una constancia que para algunos está más cerca del trabajo de oficina, siendo que el ESCRITOR, esa sufriente entidad, es otra cosa? Pfffff....

hyperas pistes dijo...

"Qué triste paradoja, pensó Amalfitano. Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren camino a lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros. O lo que es lo mismo: quieren ver a los grandes maestros en sesiones de esgrima de entrenamiento, pero no quieren saber nada de los combates de verdad, en donde los grandes maestros luchan contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acoquina y encacha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez." Roberto Bolaño, en 2666. Aquí está el escritor de nuestro tiempo. El escritor encerrado en un pueblo de la Costa Brava. Un hombre que enseña a leer. Pareciera demasiado exigir una novela abismal y sangrienta a los narradores uruguayos. Ser un narrador "uruguayo" es como ser escritor "chileno", es decir, octava y extenuada división de la literatura. Lo ha dicho Bolaño, qué más da. Percibo que aquí se apuesta a la literatura nacional; para las letras eso es un asunto político y de segundo orden, claro está. Para un lector lo mismo da que la obra sea de un uruguayo o de un serbio, no? siempre y cuando merezca leerse porque tiene ese vértigo en el espíritu. No has sido engañado por el anonimato de la red. Hasta pronto, IB

Damián González Bertolino dijo...

¡Ja!... Buenísimo... Suscribo toda la cita de Bolaño. Claro que sí... Recuerdo que cuando tenía 20, hace poco, por otra parte, yo estaba demasiado metido haciendo palíndromos, me había agarrado la época de las lecturas de Juan Filloy y me encerraba en mi cuarto a tentar frases de un lado y otro. En una vino un profesor de Literatura muy querido y me dijo que me dejara de esas "gimnasias". En ese momento fue como si me cayeran varias fichas, como se dice ahora. Y eso, hay un riesgo en esos ejercicios, y es el de transformar la inteligencia y la agudeza que uno tiene que tener para ver el mundo en una masturbación de la habilidad verbal per se. Hace unos días leía que Montesquieu se preguntaba si la razón podía influir en algo tan volátil como es el gusto, ya que está ligado a otras cosas del alma, algo de eso. El caso es que a mí, desde el momento de esa anécdota, se me hizo más fácil leer a Dumas que a Monterroso... Gustos de lector. Como son gustos de lector que de vez en cuando me meta en la cabeza demasiado la abstracción "literatura uruguaya", como decís, en este blog. Son cosas pasajeras, que voy dejando porque leí algunos libros que me removieron algunas otras cosas, no más...
Abrazo.

Anónimo dijo...

"Escribí más arriba lo de las lecturas conectadas porque en estos días estoy terminando de leer lo último que publicó la editorial Planeta (filial Uruguay): "El hombre perdido", de Horacio Bernardo. "

"sé de un caso muy cercano de uno que fue tragado por el mar; vi hoy en el informativo de la tele que en Bahia (Br) encontraron el cuerpo -previamente violado- de una mujer que conocí, que vivió en Maldonado"

Curiosamente, conocí a las dos personas antes mencionadas.

Con respecto al segundo comentario, nada que agregar, yo también "...apenas si la conocía tangencialmente..." y "...no he podido encontrar acomodo a eso..." Estamos en la misma situación, ignacio.

En lo referente al ESCRITOR Horacio Bernardo, bueno, las mayúsculas me delatan.

A esto sí que le llamo "LECTURAS CONECTADAS"

Unknown dijo...

estimado anónimo: no sé quién serás, aunque supongo que debo descartar a Horacio Bernardo, en virtud de que creo que no comprará su propio libro...

Anónimo dijo...

Ignacio:

No fue mi intención (por lo menos no de manera consciente)escribir desde ese esterilizante -aunque cómodo- anonimato .

Igualmente debo asumir que no te molestó, teniendo en cuenta el adjetivo que precede a la palabra "anónimo" en el comentario en que te dirigís a mí...o tal vez fue sólo un formalismo de tu parte. Se agradece de todos modos.

Como verás, mi nombre es María Noel y como ya habrás intuído luego de mi entrada anterior en el blog, mientras leía la novela de H.Bernardo experimenté sensaciones diametralmente opuestas con respecto a las aquí manifestadas por Damián.
La lectura me resultó ágil y al mismo tiempo profunda, algo poco frecuente en la literatura uruguaya.

Damián:

En respuesta a un anónimo (¿ Ignacio Bajter?), planteás la siguiente pregunta: "¿Va la misma inteligencia a promover un concurso de novela? Sería interesante. Pero cuántos se presentarán?"

Y bueno, teniendo en cuenta que el ganador del concurso de cuento hiperbreve vía sms organizado por Ancel fue el mismísimo Horacio Bernardo, escritor de cuya NOVELA opinabas en tu entrada original, creo que coincidirás conmigo en que al menos UNO de los "jóvenes escritores uruguayos" podría presentarse a ambas convocatorias sin problema alguno.

A propósito, y continuando con la idea de las "lecturas conectadas" (que, dicho sea de paso, es un tema que me fascina), una de las varias lecturas que puede hacerse del minicuento ganador tiene que ver con "los desaparecidos" durante el proceso dictatorial...otra clase de desaparecidos que se suma a los que te llevaron a titular este tema.

Y si bien secundo las palabras de "psicoactivo": ("...aquí se apuesta a la literatura nacional; para las letras eso es un asunto político y de segundo orden, claro está."), y la elección de ese minicuento de H.B. por parte del jurado le otorga más fuerza a dichas palabras, sé que dentro de los 100 textos ganadores que publicarán hay otros de Bernardo mucho más creativos.

Damián González Bertolino dijo...

Estimada María Noel:

Antes que nada muchas gracias por leer, disentir y comentar. En cuanto a nuestras lecturas de "El hombre perdido", no sólo reafirmo lo que dije, sino que, a propósito de la "agilidad" que te provocó su lectura (que no impugno), debo al menos decirte por qué a mí no. Primero que nada por una incapacidad para saber llevar la historia hacia adelante, para hacerla creíble al lector y no (no sé si ya lo dije) el berretín de un paranoico. Y explico más: lo que se llama la "lógica episódica" (el famoso "cómo pasamos de una cosa a otra") está realizada con grandes problemas; yo no sé si la novela tendría que tener el doble de páginas, pero a cada situación que vivía el personaje, además, le faltaba una exploración consecuente y a la altura del conflicto que el protagonista decía padecer. Y esto hay que agregarlo a lo segundo: la falta de oído... No se me puede hacer ágil una novela cuya prosa carece de "oído", en el sentido de que el armado de las frases, cuando no parece impostado, es desafinado. Y más: fui subrayando mientras leía por lo menos una veintena de errores de sintaxis nada despreciables, por cierto, a la hora de discutir eso del "oído".

hyperas pistes dijo...

El microrrelato de Horacio Bernardo se agota rápidamente en dos lecturas: a- evidentemente política y atañe a los desaparecidos, cuyas historias -para los hijos- no acabaron siempre con ese final feliz de Bernardo (contando historias para inventar a X), sino en la locura, en la persecución, en el suicidio, en el espantoso vacío de perderse para siempre en Europa. Y b- la palabra como restauradora (presencia/ausencia) de un objeto X. El cuento fue escogido por el jurado según A y B. B es muy íntima sobre todo a Mario Delgado. Escúchalo siempre hablando de la memoria, la tradición, el papel de los cuentos en la cultura, etc. Delgado habla como un político: ¡escúchalo! / Es evidente que el único microrrelato que sobrevive es el que apela al género fantástico. Los ejemplos sobran. Lo adviertieron Borges, Bioy y Silvina en su Antología. Y si acaso se puede con el realismo, hay que ser Hemingway para vibrar en seis palabras: "For sale: baby shoes, never worn". Debo indicarles un artículo de E. Berti en Página/12 sobre este asunto que ahora para mí es nocturno. Pero no un nocturno de Darío, sino de otro tipo, ya ven, besos, IB

Anónimo dijo...

Acabo de terminar de leer la novela "El hombre perdido" de Horacio Bernardo y quedé muy entusiasmada y me puse a buscar información sobre el autor. Me gustaría saber donde puedo conseguir más textos o info sobre el escritor. Saludos y gracias.

Anónimo dijo...

Hola Cristina, podés adquirir el libro de cuentos "Libres y esclavos" en cualquier librería.

Saludos

Anónimo dijo...

Donde también puede encontrarse informacion sobre H. Bernardo es en Wikipedia. http://es.wikipedia.org/wiki/Horacio_Bernardo

Anónimo dijo...

Bueno, parece que llego un poco tarde a esta discusión, pero igual me atrevo a dejar un comentario...

Qué historia la de la mujer que encuentra al padre en esa plaza. Hay algo sumamente trágico en esa opción, en el momento exacto en que opta por no decir nada y alejarse. Claro, tal vez no haya sido una verdadera opción, sólo una imposibilidad tan acuciante que la imposibilidad misma "opta" por uno. Es una historia fascinante.

Horacio Bernardo! Ahora sí que tengo curiosidad por leer esa novela. De un día para el otro parece que todo el país no habla de otra cosa que de Horacio Bernardo, y todas las opiniones son distintas. Me gustaría ver a qué te referís con eso de la grandilocuencia de HB. Como no vivo en Uruguay, me cuesta un poco hacerme de las "novedades editoriales", pero voy a conseguirlo pronto. Lo poco que vi de ese libro, sólo la primera página, no me pareció grandilocuente, pero tampoco sabía de qué trataba la historia. El de Turnes, pido disculpas, me voy a cuidar de no leerlo.

Muy interesante eso de las frases sin oído. Me da todavía más curiosidad. Si tenés alguna a mano, te animarías a copiarla?

Más de una vez pensé que, si pudiera escribir cualquier libro en el mundo, escribiría uno que fuera como una película de Fellini. Pero qué difícil, no? Hay algo caprichoso, pero cada capricho tiene un lugar justo y propio; como decís, hay una lógica interna dentro de esa apariencia ilógica. Es verdad que, por momentos, hay en la literatura uruguaya cierta falta de generosidad... pero eso, me parece, no es únicamente un vicio de nuestras letras :)

Ahora ya quedé enganchada y no tendré más opción que leer este rollo chino desde el principio ;) Me va a llevar un tiempo, porque veo que es muy intrincado.

Saludos!

Damián González Bertolino dijo...

Estimada Fernanda:

Muchas gracias por tus comentarios y tu deferencia.
Hay algo que planteaste que me trajo un pensamiento que tuve recientemente. El jueves de noche vi "Las noches de Cabiria", de Fellini, justamente. Y recuerdo que me volvió una vez un pensamiento recurrente, que es que me gustaría escribir un libro y que ese libro se lea como con una lógica afín a la de las películas de Fellini. Al menos, en mi caso, para narrar y describir la realidad que tengo al estirar la mano, creo que funcionaría. Es más, pensé que si hay alguien con el que me siento afín al mirar la realidad y la sub-realidad, ese es Fellini. Fellini hizo que explotara el tubo que contenía el pasaje de la sustancia del mundo del inconsciente hasta el mundo de la realidad más tangible, derramó todo, uno tiene que ir clavando el remo entre aguas distintas.
Gracias también por el otro comentario.

Anónimo dijo...

Lo curioso es que después de mirar una película de Fellini, siempre me quedo con la sensación de haber leído un libro. No es que "piense" en la película durante varios días, sino que tengo la sensación de haber permanecido o de haber visitado un lugar muy ancho, de que la película no duró unas horas sino días, semanas o meses, como cuando uno está leyendo un libro largo y lo lleva para arriba y para abajo, en el ómnibus, en la plaza, en la cama, y el mundo de ese libro nos habita durante un tiempo. Será que cuando explota el tubo, uno entra en trance...

Gracias por contestar. Me divertí mucho con el texto de la Olivetti, también.

Saludos!

Damián González Bertolino dijo...

Ja!
Eso mismo...
Una de mis grandes favoritas es "Las tentaciones del Dr. Antonio", y me pasaba lo mismo... No sé cuánto dura exactamente la película, quizás media hora, pero tienen una densidad, un conjunto de capas que exigen de uno una concentración para muchas más horas. De última, también todo esto es gusto, pasión por Fellini...
Gracias por seguir leyendo.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

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