viernes, 15 de febrero de 2008

Puños


Quizás alguien ya lo dijo o lo escribió. Pero el asunto es que el hecho de escribir es casi ezquizofrenia. Uno pasa por una calle pensando en ciertas cosas y ve esas ciertas cosas en cada hecho mínimo, aislándolo de su situación original y reaprovechándolo. Una especie de ready-made, eso es para uno la realidad cuando se escribe. Entonces, el chiflido que un hombre da de una vereda a otra se transforma en el final de la trampa para un personaje. Pero puede pasar algo más, que es cuando las cosas empiezan a suceder. Y eso me pasa a mí, o me pasó ayer cuando más lo necesitaba. Me pasaron cosas. Ayer a la mañana estaba un tanto complicado con una parte de "Nos cagaron a piñas", es decir, cómo hacía yo para unir una parte con otra y para que el personaje supiera contarlo. Algo así. A eso de las cuatro de la tarde me había encontrado con mi padre en la Avenida Roosevelt, y de ahí me fui hacia el centro. Generalmente paso por un callejón detrás de un edificio y sigo hasta Sarandí para doblar a la izquierda. Pero ayer, no sé por qué, doblé dos cuadras antes, en Dodera. A la altura de la UTU veo tres chicos pegando afiches en una columna de alumbrado público. La única palabra que pude distinguir del afiche fue "BOXEO". Frené y di la vuelta. Eran tres chicos de no más de catorce años. Pegaban afiches anunciando unas peleas para hoy, cuatro combates de exhibición más una pelea internacional de fondo entre un salteño y un argentino. Le pregunté al chico que hablaba más si él boxeaba y me dijo que sí, pero que esta noche no iba a pelear porque no había entrenado bien. Le miré la nariz y traté de ver si tenía marcas de golpes, porque la nariz de un boxeador es muy importante para mí en estos días. Fue una sensación muy confusa. Vi muchas cosas más, vi la carne de todo el asunto sobre el que estoy escribiendo, y hoy espero ver más. Jamás fui a ver una pelea. De hecho, ¿cuánto hará que no hay en Maldonado un espectáculo público de estas características?... mucho tiempo... Y ahora esto, para mí... Llegué a casa y me di cuenta de que era más claro ese puente que quería hacer entre dos pasajes de mi historia, sólo me faltaba el estímulo, y para que este llegara precisaba a su vez que me pasaran y que me pasen ese tipo de cosas. A la noche empecé a escribir, pero justo nació el hijo de una amiga de V. y tuvimos que salir hacia el sanatorio, comprar pañales, bombones, esas cositas. En el sanatorio se estaba hablando mucho de un hombre que había llegado en emergencia del campo tras habérsele caído encima un caballo. Me acordé levemente del cuento de Valentín que hay en "Jaula de costillas": "Amor en febrero"... Febrero... El mes es un poco más corto, cuando ya de por sí el verano me parece corto. Los hechos se suceden rápidos, pegados entre sí sin distinción, y yo voy corriendo tras ellos hasta que el otoño me devuelva a otro lugar de mi ánimo. Como decimos con un amigo: "¡Aguante la ficción!"...

1 comentario:

Nadia Pereira dijo...

Febrero, sí, es rápido..mes de readaptaciones, de cambios. Para mí es como que va empezando el año recién realmente. Está bueno eso de los estímulos que se dan en la calle para escribir. De donde menos se espera surge una sensación como de hambre de historias, o de ganas de decir cosas usando la realidad.
Que bueno también vivir esa clase de aventuras, así, cualquier día por la ciudad de uno observar cosas de golpe inspiradoras.
Saludos!