sábado, 4 de julio de 2009

Kennedy '09 (I)



-Sábado 13 de junio de 2009. 1ª fecha: Barrio Rivera vs. Kennedy-

Y un sábado de sol, ante las puertas del invierno, comenzó el campeonato en la divisional de ascenso del fútbol de Maldonado.
Llegué más o menos temprano a la cancha de Barrio Rivera, lo justo como para poder ver la última mitad del segundo tiempo del partido de reserva y apreciar el gol con el que los locales terminaron venciendo por 1 a 0. Hacía tiempo que no iba a esa cancha. Creo que la última vez había ido con mi cuñado hacía unos tres o cuatro años, una tarde lluviosa y fría de julio o agosto, cuando se suponía que el Kennedy iba a lograr una victoria que lo dejaría con más soltura en lo alto de la tabla. Pero esa vez perdió, y perdió jugando bastante mal. A partir de entonces el equipo se acomodó en cierta parte de la mitad de la tabla y se quedó allí hasta fin de año.
Para este 2009 hubo alguien que me dijo que el equipo era bueno y que teníamos ciertas chances de subir a la "A".
Así que llegué, me ubiqué en la parte baja de la única tribuna que hay en la cancha de Barrio Rivera y empecé a mirar hacia todas partes como queriendo entrar en contacto con algo más que el partido de reserva y su desarrollo y la conexión entre esos hechos inmediatos y las reacciones de la gente. Es decir: ¿para qué fui con la idea de escribir más tarde algo sobre el partido de la primera? Tendría que rebuscar en muchos aspectos entre los que están: las ganas de escribir, naturalmente; el hecho de que el Kennedy es el equipo de mi barrio y de que fue el último club en el que jugué (dejé en 2000 por seguir estudiando Literatura); la cantidad sorprendente de hechos grotescos que presencié en muchos de los partidos que jugó; el recuerdo de viejas amistades con las que solía ir a la cancha casi todos los sábados, etcétera. Pero hay algo que me atrae más que nada: la Institución Atlética Deportivo Kennedy, desde su fundación en 1962, jamás subió de categoría. Algo similar sucedió en los '80, cuando la "C" se suprimió por la poca cantidad de equipos y los pocos que quedaban se integraron en bloque a la "B". A partir de entonces la historia del Kennedy es más o menos la historia de la "B". Hubo campañas en las que el Kennedy estuvo a punto de pasar a la primera "A", pero las ilusiones, las extrañas ilusiones de un equipo muy pequeño de un pequeño barrio obrero de Punta del Este, se fueron al traste, siempre. No importan las causas. Pudo ser una final perdida a fines de los '80 por culpa de un jugador que, dicen, entró ebrio al campo del juego (esto entra en el siempre nutritivo folclore que llega de la carencia casi total de datos o efemérides), o pudo ser, a finales de los '90, un partido crucial perdido final contra un equipo que había contratado al "Pelado" Enrique Peña cuando ya andaba cerca de los cuarenta años. Es más: necesitábamos ganar. No necesitábamos sufrir al "Pelado" Peña jugando de 10 y marcándonos un gol de tiro libre y otro de cabeza (final: 0 a 3)...
La cancha de Barrio Rivera es un lugar bastante interesante. A la izquierda de la tribuna uno puede ver la zona de los bajos de Maldonado Nuevo; de hecho, la cancha está ubicada justo donde termina la calle 7. Las casas, varias de ellas construcciones improvisadas, se encaraman unas sobre otras hacia el tope del repecho, y uno ve una escalinata descomunal repleta de vidrios que devuelven a veces furiosos la luz del sol. Del lado opuesto se completa la circunferencia del horizonte, y la mirada va más lejos y avanza hasta los campos atravesados por el arroyo Maldonado, con el Cerro de Urquiza de fondo. Por allí hay un pequeño camino que pasa por el otro lado del arroyo. A cada rato se pueden ver camiones que van y regresan. Son todos camiones de barométricas que pasan por allí hacia los vertederos. Los camiones que van marchan lentos, los que regresan lo hacen más rápido. Pero puede ser que a la distancia el cálculo de la velocidad se vuelva algo arbitrario. Los camiones son como unos bultos borrosos que se recortan sobre el verde-gris del campo. Más hacia el lado de la cancha hay algunas lagunas cortadas, restos de agua de una creciente de hace pocos días, y entre ellas y la parte de atrás del arco hay un grupo espeso y alargado de chircas.
Observando todo eso, entre la gracia del paisaje y las jugadas más o menos riesgosas del partido, es que veo pasar a un costado a Rodolfo, un amigo de la época del liceo que trabaja como periodista deportivo. Nos saludamos y lo acompaño hasta la parte alta de la tribuna, donde está la cabina de prensa. Allí en lo alto el panorama es diferente; no hay tanta gente, y la que está debajo no hace mucho esfuerzo por mirar hacia arriba, así que logro deshacerme un poco de cierta vergüenza que me había venido de que me vieran sacando notas en mi libreta. Mientras tanto Rodolfo me habla de que ahora está trabajando para Radio Maldonado y que esa misma tarde lo han enviado para cubrir el partido entre Barrio Rivera y Kennedy. Cuando veo que de repente elige sentarse a cierta distancia de la cabina, al aire libre, es que se me da por asomarme al interior. Era obvio; el olor a meado me da vuelta. Rodolfo sabe bien que soy del Kennedy y me pregunta si este año lo voy a seguir. Entonces me despacho, no sé por qué, con que voy a hace un libro sobre el campeonato. Me escucha asintiendo en silencio y juntando las cejas. Es un gesto que parece llegado a toda velocidad desde diez años atrás. Después me dice que le parece interesante, pero creo que hay algo en su respuesta que queda oculto, y lo encuentro cuando le pregunto cuáles son en su opinión los candidatos a subir a la "A" este año. Entonces se larga: Barrio Rivera, Huracán de San Carlos, Alianza Cinco, Nacional de San Carlos, Peñarol de San Carlos y Punta del Este... Luego me entero de otras cosas que desconocía totalmente, como por ejemplo el modo de disputa del campeonato. Es así. Primero el campeonato Apertura, del que salen ocho equipos clasificados para jugar el Clausura. El campeón del Apertura, además, se reserva el derecho de definición del torneo anual en el caso de que le vaya mal en la segunda parte. Por otro lado, los campeones del Apertura y del Clausura participan después en una liguilla junto a tres o cuatro equipos más de mejor puntaje y etcétera, etcétera, etcétera...
En eso estábamos cuando terminó el partido preliminar y los equipos de primera pasaban por detrás de la tribuna para calentar en la zona de las canchas de baby-fútbol. Me dio en seguida la sensación de que este año el Kennedy utiliza una camiseta diferente a la del año pasado, al menos en los detalles. La camiseta sigue siendo amarilla, pero ahora tiene, sobre la parte derecha del pecho, tres bastones: uno verde, otro rojo y otro azul; el azul casi debajo del brazo. Todo lo demás, los cuellos, los puños, el short y las medias, es azul también.

* * *

El primer equipo en entrar fue el local. Después entraron los jueces en la típica media carrera que hacen hasta el círculo central: los dos líneas empuñando cada uno su banderín, a ambos costados, escoltando más destacada del árbitro; sólo que en esta oportunidad el árbitro surge apocado cada vez que los cuerpos de los líneas lo descubren. Es decir: metido entre los líneas, que son tipos corpulentos (uno mucho más gordo que el otro), la figura del árbitro parece la de un niño contento que trota hacia la mitad de la cancha como si le hubieran dado el gusto de ser juez por un rato. Segundos más tarde, cuando los tres hombres se detienen, suena un silbatazo breve. Pero el Kennedy demora en ingresar. Intercambio unas pocas palabras con Rodolfo sobre el estado de la cancha. El pasto es desparejo y, sobre todo en el sector que da sobre nuestro lado, hay unos parches de arena donde la pelota cae muerta en cada pique, sin embargo, un poco más allá, se ven unas islitas de pastos gruesos, con montículos donde la pelota puede salir disparada para casi de manera vertical. Como el Kennedy continúa demorando en entrar, aprovecho para espiar las anotaciones de Rodolfo sobre la formación de los equipos. Veo varios conocidos del barrio, algunos ya no viven allí, han recibido el beneficio de una vivienda y se han marchado al otro lado de Maldonado. En el arco que hay en el croquis de la cancha en la planilla de Rodolfo, distingo también el nombre de Alfredo Rodríguez, uno de los goleros históricos del club. Debe tener ya unos cuarenta años. Miro después hacia el vestuario de Kennedy y noto los destellos amarillos yendo y viniendo a través de la abertura oscura de la puerta. La cosa se tarda más de lo previsto. Saco un diario de la mochila y me pongo a hojearlo buscando el suplemento cultural. En ese pasar de las hojas hallo el suplemento deportivo; hay una foto de un jugador de Independiente de Avellaneda (es un diario argentino) y un titular sobre una derrota espantosa. Le paso el suplemento a Rodolfo y le digo que se lo regalo. Ahora no sé si se lo regalé por macanudo o por expiar la culpa de haberle sacado tantos datos que yo mismo podría haber buscado. En fin; paso las páginas del suplemento cultural y encuentro sobre el final una reseña sobre un nuevo libro de César Aira, "La confesión". Pero cuando estoy terminando la primera columna la gente empieza a aplaudir y el Kennedy entra a la cancha.

* * *

De entrada, los primeros minutos del partido fueron para Barrio Rivera. Algunos cabezazos claros que se desviaron apenas del arco de Kennedy, poco después una pelota que pegó en el palo luego de una carga al golero, más un remate muy bueno desde afuera del área, más otro también muy bueno a los 10 minutos que Alfredo Rodríguez sacó al corner con mano cambiada cuando se metía en el ángulo, y así... Los de Barrio Rivera se arman bien en cada zona. Cuando el Kennedy ataca, por ejemplo, sus dos delanteros (a lo sumo otro atacante más con la llegada de un volante) se dan de frente contra cuatro o cinco rivales, siempre.
Cuando pasa el primer cuarto de hora, ya sea porque los jugadores locales se deciden ahora a administrar energías, o ya sea porque los de Kennedy se han avivado un poco más, el partido se empareja un poco, aunque siempre queda flotando en el ambiente la sensación de que si cualquiera de los punteros de Barrio Rivera logra pasar un jugador y en seguida combinar con un compañero, allí puede estar el primero de los goles del partido. Todo eso, además, quizás haya sido la causa, más la tibieza y el resplandor a veces molesto del sol casi de frente, de que comenzara a distraerme. En realidad no soy yo solo. A mi derecha, varias personas se entretiene mirando hacia el lado del campo, detrás del arco de Kennedy. Entre el límite de la cancha y el chircal hay dos tipos caminando con siete galgos de distintos tamaños dando vueltas por todos lados. Algunos animales juegan entre sí, otros corren un poco alejados, pero cada pocos segundos vuelven a reunirse en torno a los dos hombres y giran como si se tratara de un enjambre.
Frente a mí, a un par de gradas más abajo, conversan dos chicos:
-¡Juegan bien estos cuadros de la B! Yo pensé que no jugaban nada...
-No -dice el otro -El Barrio Rivera es el que juega...
Hacia los 30 minutos el partido ya se pone definitivamente aburrido. Se estanca en la mitad de la cancha. El Kennedy nunca llega al área rival, y cuando Barrio Rivera sí lo hace no sucede nada de interés. Me pongo de nuevo a escuchar a los chicos. Tienen doce o trece años y tampoco parecen demasiado interesados por el partido. Incluso el tema de conversación varió drásticamente del fútbol a los mejores métodos caseros para hacerse orificios en el lóbulo de la oreja. Uno dice que el alcohol azul es bueno, el otro discute de inmediato el uso del alcohol azul argumentando que el colorante hace que la herida tienda a infectarse. El mejor alcohol es el alcohol blanco, agrega. Como la conversación sube un poco de tono sobre el final lo miro a Rodolfo para poder reírme con alguien de todo aquello. Pero Rodolfo está en lo suyo. Observa el partido jugada a jugada sosteniendo con una mano un auricular para seguir la transmisión de Radio Maldonado y con la otra el handy por el que habla cada vez que lo convocan. Así he escuchado, por ejemplo, que, en su opinión, el marco de público es "interesante". Doy un rápido vistazo por la tribuna y sus alrededores y calculo unas doscientas o trescientas personas. Aunque no sé muy bien cómo se distinguen doscientas de trescientas entre tanta montonera. Quizás haya cien...
Sigo con los chicos. Ahora ya no se aguantan sentados. Se paran de vez en cuando y me tapan la mitad de la cancha. De repente uno se sienta sobre la baranda lateral y comienzo a sentir cierto malestar. Del otro lado no hay nada, salvo unos cuatro o cinco metros de caída libre. Entonces el otro lo amenaza con acercársele y empujarlo.
-Te tiro pa'bajo, puto...
-Vo, no jodas, boludo...
Vuelvo a mirar a Rodolfo. Tiene el handy pegado a la oreja derecha. Están por llamarlo.
Un segundo después el chico que estaba sobre la baranda salta sobre el otro y ambos se traban en un forcejeo cuya intensidad aumenta entre risas. Luego se separan y vuelven a estar como antes. El de la baranda dice:
-Anoche soñé que me la chupabas...
-Y yo anoche soñé que te culeaba y que te gustaba -le responde el otro.
Entonces se acercan una vez más. Uno amaga a pegarle al otro en la cara, y cuando este se descubre intenta darle un manotazo entre las piernas. El chico reacciona, recula justo a tiempo para esconder el bulto.
-¡Ah!, ¿viste?... No te descuidés porque te la chapo...
A partir de allí parecen serenarse un poco, pero es porque se ponen a practicar el "truco del besito".
-¿Sabés cómo es el truco del besito? -dice el que había intentado tocar y/o golpear los testículos del otro -Hacés así y así, mirá...
Y otra vez lo mismo, salvo que en el momento en que la mano se dirige a la parte baja, suena un beso. ("fffliuuu" o "fffflurp" o "fffffffffiiiiiuuuuuuuaaaaap!").
Cuando los dos se ponen a la par en cuanto al conocimiento, comienzan a sonar los besitos. En un metro o metro y medio de tribuna los chicos vuelven a forcejear, siempre encorvándose hacia atrás para ocultar la entrepierna del avance del rival.
Cuando quiero darme cuenta, soy el único que les está prestando atención. El partido estaba creciendo en voltaje.

* * *

Y fue entonces que arremetió un delantero de Barrio Rivera por entre los centrales de Kennedy y la mandó al fondo del arco. Los jugadores locales empiezan a correr hacia el goleador, pero fue como accionar un aparato con pilas vencidas. El árbitro pitó, levantó un brazo y con el otro señaló al línea, que estaba levantando el banderín.
-¿Gol? -preguntó uno, unos escalones más abajo, sobre la derecha.
-No -le respondió una mujer -Era en orsai... No valió...
El tipo también se había distraído, pero en este caso con los galgos. Detrás del arco de Kennedy estaban aún los dos hombres, sólo que uno de ellos había caminado hacia el lado de la tribuna hasta que quedaron separados unos cincuenta metros. Por algún tipo de estímulo que se me escapó (creo que al resto de la gente que empezó a mirar hacia allí también) los galgos iniciaron una carrera desenfrenada y casi en óvalo, pasando alternativamente por detrás de cada hombre. Era una cosa de la que uno no podía apartar la vista con facilidad. Además, al vértigo de los lomos ondulando tras la cabeza afinada como una lanza, había que agregar la gracia de un cachorro que no conseguía ponerse a tiro. En cierto instante el pelotón logró sacarle una vuelta y el cachorro se salió de curso casi con la cola entre las patas.
¡Penal!
No sé muy bien cómo sucedió, pero tenía que ver con el 3 de Barrio Rivera. Había ingresado al área de Kennedy y lo habían topado, o algo así. En cierto modo, eso era algo difícil de imaginar. El número 3 de Barrio Rivera es, por decirlo de alguna manera, un jugador grande, grande... grande... y también pelado.
Pero había que escuchar, por otra parte, al árbitro gritando: "¡Siga, siga!". Los locales se le fueron encima. Pronto fueron cuatro, cinco, seis los jugadores que lo rodearon. Hasta que de la tribuna alguien, un hincha de Kennedy, se paró y gritó:
-¡¡¡A ver si nosotros metemos gaucho ahí también, eh!!!
Todo eso puso las cosas un poco más interesantes. Cuando se reanudó el juego, en la primera pelota, el 6 de Kennedy le metió los tapones en el muslo al punto derecho, justo en el instante en que se le venía encima con la pelota dominada. El árbitro cobró la falta pero no mostró tarjeta. Un par de jugadores empezaron a pecharse, pero los separaron de inmediato. La gente comenzó a putear al árbitro... Entonces todo se detiene, se hace un corte y todo eso que ocurre en la cancha se hincha para expulsar algo más. Es Rodolfo que entrega un flash y su voz vibra por unos segundos en todos los transistores de Maldonado que están a 1560 kilohertz: "¡¡En cuarenta y dos minutos ya no domina tanto Barrio Rivera!! ¡Continúa 0 a 0!" Y así fue. En la recarga, un remate desde afuera del área de uno de los delanteros de Kennedy pasa algo desviado. Un minuto después, en una jugada similar, el visitante logra el primer corner a favor. Pero el centro es despejado hacia la mitad de la cancha, y con eso termina el primer tiempo.

* * *

El segundo tiempo pareció retomar toda la intensidad que había quedado suspendida sobre el final del tiempo anterior. Y esto de los tiempos me hace pensar en algo que me gusta, y que es la cuestión de que todo partido de fútbol es, por lo menos, dos partidos. Primero ese en el que los jugadores rivales se encuentran, se olfatean, se reconocen y se rechazan; y más tarde ese segundo en el que un sentimiento de muerte figurada va creciendo hasta transformarse en una atmósfera tensa y apremiante. Creo que todo esto se nota mucho más en los partidos de score bajo, y ni que hablar en un 0 a 0. Como sea, el segundo tiempo siempre es un retorno al enemigo, que es la prueba final de sí mismo. En los hechos, toda esta circunstancia entre Barrio Rivera y Kennedy vino acompañada por un humo que se espesó sobre la cancha y que llegó sobre el entretiempo, procedente de unas quemazones del otro lado del arroyo.
Kennedy se paró mucho mejor, sea lo que "pararse", signifique en estos casos, aunque la idea de que los locales hicieran el primero nunca fue algo impensable. Así y todo se dio la primera jugada importante para Kennedy, que terminó en una pelota que sacaron los de Barrio Rivera de la línea. Entonces vi con más precisión al director técnico de Kennedy, parado sobre el lado opuesto de la cancha. Ante cada avance se emparejaba a la línea de cal y levantaba los brazos llevándolos de un lado hacia otro como si eso fuera suficiente para arrear a sus jugadores. A eso le seguía la revelación ampulosa y colorada de su vientre asomando por debajo de la camisa levantada, una cosa que quedaba flotando en el medio del espacio por varios segundos como si mostrara una forma posible de esfuerzo por cambiarlo todo.
Había que aceptar que Kennedy estaba jugando mejor. No mejor que el rival, pero se había mejorado a sí mismo, lo que ayuda mucho. La mejoría se acentuó con la entrada de Walter Melo, también conocido como el "Mono" Melo, como susurró Rodolfo para sí mismo cuando lo distinguió pidiendo el cambio junto al línea. A la gente le gusta que el "Mono" entre a jugar.
-Mono... si no llegás a hacer un gol te agarramos a patadas... -gritó alguien de Kennedy desde la tribuna. Probablemente un conocido del jugador, por qué no...
Apenas lo veo correr hacia el área y recibir dos o tres pelotas caigo en la cuenta de que el "Mono" ya no es el jugador veloz e impredecible que fue en su mejor momento. Pero de eso ya hace diez años, cuando yo llegué a jugar con él en la reserva de Kennedy en 1999, cuando, por diversas razones de violencia física contra algunos árbitros, la delantera de aquella reserva se desmembró por suspensiones y procesamientos penales y yo llegué a jugar en la punta izquierda, corriendo hacia el área para esperar la mayoría de las veces un centro del "Mono" desde la derecha. Una época interesante.
Ya no es el "jugador veloz e impredecible", decía más arriba, pero el "Mono" conserva un resabio de experiencia que al Kennedy le hizo acercarse cada vez más al área de Barrio Rivera en el segundo tiempo. Hablo de esa forma que tienen algunos delanteros para lograr que los defensas les cometan faltas hasta en las situaciones menos pensadas. El "Mono" Melo tiene eso, precisamente. Y una cosa así, para la "B", rinde, rinde mucho, sobre todo cuando las patadas perdidas y gratuitas son la moneda corriente. Con ese método el "Mono" Melo consiguió que el árbitro cobrara una falta a favor de Kennedy. Un jugador lo pateó de inmediato y la pelota cayó sobre el segundo palo, a la altura del punto penal. Un volante de Kennedy apareció de la nada, cabeceó, y la pelota pasó cerca del palo derecho del arco de Barrio Rivera. Había algo que se estaba anunciando de a poco, pensábamos todos.
Hasta que unos pocos minutos después, luego de que un zaguero de Kennedy rechazara al medio un centro rival, un volante de Barrio Rivera tomó la pelota y la puso en profundidad sobre el área chica de Kennedy. Yony Ferreira anticipó al arquero de Kennedy cacheteando el esférico a media altura y marcó el gol. Barrio Rivera 1, Kennedy 0.
A partir de ese momento Barrio Rivera le dejó la cancha a Kennedy. Los visitantes se fueron a buscar de forma desesperada el gol del empate, mientras que los visitantes esperaban en el contragolpe la oportunidad de aumentar la diferencia. Esa fue la historia del segundo tiempo. Cuando faltaban tres minutos para el final, tras un corner cerrado sobre el primer palo, se le escapó la pelota a Alfredo Rodríguez y un jugador rival, Federico Esquibel, quizás más como reacción alérgica que como otra cosa, la empujó hasta ahí nomás, donde estaba la línea de gol. Barrio Rivera 2, Kennedy 0.

* * *

El sol era grande, grande, o sea gordo, y también naranja. Se ocultaba sobre las casas montadas unas sobre otras de Maldonado Nuevo. El frío comenzaba su avance sobre los dedos de la gente, mordiendo las uñas, los huesos de las falanges. El sol se ocultaba, desaparecía, era la panza del director técnico de Kennedy, cuando la camisa se le bajó, cuando no hizo falta hacer más indicaciones para que sus jugadores buscaran el arco de enfrente.

Posiciones (1ª fecha): Huracán de San Carlos 3, Nacional de San Carlos 3, Alianza Cinco 3, Barrio Rivera 3, Neptuno 3, Peñarol de Maldonado 3, Círculo Policial 1, Peñarol de San Carlos 1, San Martin 0, Hipódromo El Peñasco 0, San Lorenzo 0, Kennedy 0, Barrio Perlita 0, Punta del Este 0.

6 comentarios:

CRIMENMALPENSAR dijo...

¡Genial el texto! Por lo que vi fue un típico partido de la gloriosa Divisional "B" de la Liga Mayor: fútbol poco vistoso acompañado de un sin fin de curiosidades descomunales.

Un saludo!

CRIMENMALPENSAR dijo...

Ah! Me olvidaba.

¡¡Aguante el Perlita Viejo y peludo Nomá!!!

Damián González Bertolino dijo...

¡¡Ja!! Bueno, muchas gracias.
Y sí, la intención es recuperar o no dejar que se olvide fácilmente eso "descomunal" y "curioso" que ocurre en el fútbol amateur y no existe ni por asomo en otro ámbito.
Un abrazo y gracias por dejar tus comentarios.

Fabián Muniz dijo...

Me gustó. Es genial cómo hacés convivir en un solo texto el partido en sí y las vivencias y sentimientos de los espectadores y, por supuesto, los tuyos.

Interesante el diálogo entre los dos chicos... jaja

Abrazo!!!
A.A

franco gonzález bertolino dijo...

No lo entendí....
Por qué perdimos?????

Unknown dijo...

1- Buenísimo, obvio.
2- Hay sombras en la cancha: una es de un rosarino que dibujaba y otra de José Gabriel Ceballos y un cuento precioso.
3- "Si no lo sentís, no lo entendés". Espíritu 13 a 0 presente.
4- Espero ansioso la próxima fecha.