Estaba entrando en un supermercado,a eso de las 20:30, cuando me sonó el teléfono celular. Era Felipe, que me llamaba desde San Carlos algo sorprendido. Me pedía que mirara al cielo sobre el oeste. Yo no veía nada extraordinario. Él insistía en que había algo así como un cometa, con cola y todo. En San Carlos lo veían hacia el lado de Pan de Azúcar. Dejamos de hablar y entré en el supermercado para comprar algo de arroz y carne para los perros. De inmediato empecé a sentir eso que podríamos llamar como una "desestabilización ancestral por lo imprevisto". Es inevitable. Sobre todo cuando las pruebas acerca de lo que se ve son irrefutables. Uno siente de inmediato esa precariedad de la vida humana, esa sensación de que en este planeta estamos viviendo un poco más que de regalo, como mero producto de ciertas circunstancias o casualidades físicas, climatológicas, etc. (Esto si usted no cree en Dios, como yo). ¿Cuántas veces hemos leído noticias acerca de esos meteoritos que pasan como taponazo cerca de la Tierra? Creo que hace cuatro o cinco años leí algo sobre un meteorito del tamaño de toda Europa que pasó muy (muy) cerca. Por supuesto que nadie se enteró mientras eso sucedía. Lo dijeron después como si nada, y probablemente habrá aparecido como un dato más o menos anecdótico en esa revistas destinadas a las salas de espera de los consultorios odontológicos. Además, también tengo la sensación de que hay un pronóstico bastante fiero de que dentro de algunas décadas un asteroide gigantesco que se acerca nos hará pasar un momento amargo. ¿Y qué vamos a hacer? ¿Tirarle un cohete, partirlo al medio y que las dos mitades sigan de largo por ambos costados de la Tierra? ¿Hacer como en "Armagedón" y mandar un lote de locos para que le metan cien o doscientas bombas de Hiroshima en la garganta más profunda? ¿Convertirnos instantáneamente al hinduismo? ¿Abrir un sobrecito con tierra de las orillas del Ganges, aspirar y empezar a gritar OM y flotar hacia Krsna? El carnicero que me despachaba la carne me miraba de manera rara. Parecía necesitar decirme algo; hasta que habló. Su perrita, que no tiene un año, no le come carne, sólo alitas de pollo. ¡Cuántas preocupaciones! ¿En qué estamos mientras se viene el cascotazo final? Yo quería irme cuanto antes a ver si podía llegar hasta casa, que queda en una parte más alta, y ver el fenómeno. Las cajeras seguían allí, pasando los productos por el lente y PIP, PIP, PIP. Encuentro una caja donde solamente hay una pareja de dos adolescentes. PIP PIP PIP. Se demoran. La cajera los mira. Yo los mira. Él quiere comprarle a ella unos chocolates. ¡¡¡¡AAHHHHH!!!! PIP PIP PIP. Se cae un meteorito, ¿qué estabas haciendo? ¿Qué haces si sabes que quedan pocas horas para vivir? PIP PIP PIP. ¿Y vale la pena hacer algo distinto?... ¡Qué tanto me da entonces que mis perros coman o no! Seguramente se vienen las cosas de siempre. Llego a los semáforos de Avenida Aiguá con Bulevar Artigas. Rojo. Miro el cielo. Nada. Gente que me mira mirar el cielo. Verde. Algunos no ven la luz. BIP BIP BIIIIP. Algunos se desbandarán. ¿Robarán comercios y tendrán efímeramente lo que han deseado tanto tiempo? No sé. Creo que todo pensamos en el sexo en esas eventualidades. Sí. Creo que sí. Discúlpeme, señorita. Pero vio que cayó el meteorito ese, ¿no?... ¿No me haría el favor, entonces?... Y por supuesto las violaciones. Es el fin de la ética. Es el fin del Otro como digno de atención. Sin embargo, en el fondo, la paradoja de que la especie se quiere perpetuar en el momento más adverso de todos. Se nos ocurren varias situaciones hipotéticas. Historias, películas, cuentos. Un hombre en el medio del campo, escuchando la noticia en la radio. El momento de ir a buscar esa mujer... Llegué a casa y llamé a Felipe, que me dijo que mientras se dirigía hacia Maldonado por la ruta 39, seguía viendo el cometa. Me subí al techo y sin querer enganché con mi pie derecho la chapa del alero de la puerta de entrada. Cuando terminé de subir vi a mi vecino salir de su casa, posiblemente alarmado por el ruido de la chapa. De repente me identificó y se subió a su techo porque no me quedó otra que decirle que había algo raro en el cielo. Pero no vimos nada. No sé cómo, empezó a hablarme de unas reformas que la intendencia va a hacer en el barrio de al lado. Luego siguió con unas expropiaciones de terrenos que hicieron los militares en la dictadura. Hasta que comencé a alejarme para darle la sensación de que la charla debía terminarse. Él iba a seguir haciendo su comida, dijo. Al bajar llamé a Mª, que está en Minas. Salió de la casa de su madre (viven en la cima de un cerrito, en las afueras de la ciudad) y observó también la bola cerca del horizonte. Luego, media hora más tarde, alguien, no sé quién, me mandó un mensaje de texto diciéndome que mirara el canal 11. Allí explicaron que efectivamente se trataba de un cometa descubierto en el 2006 y que actualmente estaba pasando por la constelación de Sagitario. En la tele mostraban unas imágenes tomadas en la playa Mansa.
Me acuerdo ahora, fuera de las obvias películas, de algunas novelas que tratan sobre la aparición de un cometa. Está "El día del cometa", de Mario Delgado Aparaín; uno de los libros que me resultan más simpáticos de este escritor. En "El día del cometa" la extrañeza del fenómeno sirve para un momento decisivo de una batalla. Después hay otra obra uruguaya, otra novela, que me parece más notable y que pertenece al que me parece uno de los dos o tres narradores uruguayos vivos más importantes de la actualidad; se trata de "Evangelio para el final de los tiempos", de Ercole Lissardi. Es de lo más disparatado e imaginativo que se tuvo que haber escrito en este país en las últimas décadas, que yo sepa. Resulta que un cataclismo ocurre y un grupo de montevideanos se recluyen en Villa Serrana y fundan una nueva comunidad, una especie de patriarcado desopilante en el que la sexualidad (otra vez la sexualidad, uno de los grandes temas en Lissardi, por otra parte) cobra dimensiones cósmicas. Recuerdo además una brava crítica de esa novela que Aldo Mazzuchelli publicó en el suplmento INSOMNIA hace cosa de diez años quizás. Allí el crítico dijo una de las observaciones que más recuerdo de un crítico uruguayo hacia nuestra narrativa actual. Dijo algo así como qué bendición la lectura de esa novela de Lissardi ante la producción de imaginación tan ñoña (sí, usó la palabra "ñoña", de eso no me olvido) que mostraban las letras uruguayas de esos días. Lástima (¿?) que Ercole Lissardi sea el seudónimo de un escritor que bajo ningún concepto se deja ver y que casi ni concede entrevistas. La otra novela es de un inglés. Se llama "El día de los trífidos" y está escrita por John Wyndham. Todavía puede conseguirse en una edición de Minotauro. En este creo recordar que el fenómeno que desata todos los desastres no es exactamente un cometa, sino una serie de luces que aparecen durante una noche entera en todo el mundo. La consecuencia es que al día siguiente todos amanecen completamente ciegos. El fenónemo desprendió las retinas o inutilizó de alguna manera la visión, salvo en los casos de aquellos que estaban durmiendo o, como el protagonista, estaban hospitalizados. La otra consecuencia, quizás más desastrosa, tiene como protagonistas a unas plantas (inventadas en la novela) llamadas "trífidos" y que son aprovechadas por sus cualidades oleaginosas. Los trífidos cobran la capacidad de moverse luego del fenómeno estelar. Esto puede sonar descabellado y no me acuerdo de si se da alguna explicación más o menos soportable acerca de cómo se produce ese hecho, pero el caso es que contribuye y mucho a la acción de la novela. Los trífidos, que son carnívoros, empiezan a comerse a los humanos que gatean ciegos por la campiña y las ciudades. La novela llega a ser asfixiante en muchos pasajes. Cuando hace un tiempo vi "24 days later", traducida como "Exterminio",de Danny Boyle, me pareció ver demasiadas similitudes entre esta novela y la película, aunque esta trate sobre zombies.
Para mañana y pasado mañana se espera que el cometa vuelva a verse si el cielo se mantiene despejado en el crepúsculo. Ahora que todos saben de qué se trata, vamos a ver cómo reacciona la gente.
Me acuerdo ahora, fuera de las obvias películas, de algunas novelas que tratan sobre la aparición de un cometa. Está "El día del cometa", de Mario Delgado Aparaín; uno de los libros que me resultan más simpáticos de este escritor. En "El día del cometa" la extrañeza del fenómeno sirve para un momento decisivo de una batalla. Después hay otra obra uruguaya, otra novela, que me parece más notable y que pertenece al que me parece uno de los dos o tres narradores uruguayos vivos más importantes de la actualidad; se trata de "Evangelio para el final de los tiempos", de Ercole Lissardi. Es de lo más disparatado e imaginativo que se tuvo que haber escrito en este país en las últimas décadas, que yo sepa. Resulta que un cataclismo ocurre y un grupo de montevideanos se recluyen en Villa Serrana y fundan una nueva comunidad, una especie de patriarcado desopilante en el que la sexualidad (otra vez la sexualidad, uno de los grandes temas en Lissardi, por otra parte) cobra dimensiones cósmicas. Recuerdo además una brava crítica de esa novela que Aldo Mazzuchelli publicó en el suplmento INSOMNIA hace cosa de diez años quizás. Allí el crítico dijo una de las observaciones que más recuerdo de un crítico uruguayo hacia nuestra narrativa actual. Dijo algo así como qué bendición la lectura de esa novela de Lissardi ante la producción de imaginación tan ñoña (sí, usó la palabra "ñoña", de eso no me olvido) que mostraban las letras uruguayas de esos días. Lástima (¿?) que Ercole Lissardi sea el seudónimo de un escritor que bajo ningún concepto se deja ver y que casi ni concede entrevistas. La otra novela es de un inglés. Se llama "El día de los trífidos" y está escrita por John Wyndham. Todavía puede conseguirse en una edición de Minotauro. En este creo recordar que el fenómeno que desata todos los desastres no es exactamente un cometa, sino una serie de luces que aparecen durante una noche entera en todo el mundo. La consecuencia es que al día siguiente todos amanecen completamente ciegos. El fenónemo desprendió las retinas o inutilizó de alguna manera la visión, salvo en los casos de aquellos que estaban durmiendo o, como el protagonista, estaban hospitalizados. La otra consecuencia, quizás más desastrosa, tiene como protagonistas a unas plantas (inventadas en la novela) llamadas "trífidos" y que son aprovechadas por sus cualidades oleaginosas. Los trífidos cobran la capacidad de moverse luego del fenómeno estelar. Esto puede sonar descabellado y no me acuerdo de si se da alguna explicación más o menos soportable acerca de cómo se produce ese hecho, pero el caso es que contribuye y mucho a la acción de la novela. Los trífidos, que son carnívoros, empiezan a comerse a los humanos que gatean ciegos por la campiña y las ciudades. La novela llega a ser asfixiante en muchos pasajes. Cuando hace un tiempo vi "24 days later", traducida como "Exterminio",de Danny Boyle, me pareció ver demasiadas similitudes entre esta novela y la película, aunque esta trate sobre zombies.
Para mañana y pasado mañana se espera que el cometa vuelva a verse si el cielo se mantiene despejado en el crepúsculo. Ahora que todos saben de qué se trata, vamos a ver cómo reacciona la gente.
3 comentarios:
Es cierto lo que estas cosas nos hace penar. ¿No tendremos otros motivos? Mejor así.
en "La venganza de la Diosma" hay un cometa que hace virar (pirar) hacia la sexualidad
BUENAS TARDES ME HAZ HECHO REIR MUCHO.BUSCABA COMO PODER LEER UN CUENTO QUE ME GUSTABA DE NIÑA LA COMETA QUE QUERIA VOLAR.AL NO ENCONTRARLA DISPONIBLE PUSE EL PERRO ENTRO EN LA CARNICERIA Y ROBO UNA RESTA DE CHORIZOS QUE ES LO QUE OCURRE EN EL CUENTO Y APARECIO TU HISTORIA. Mientras esperaba el gas para comer mi porcion de porotos de frutilla con una copita de vino en la mano me divirtieron tus lineas.Mis perros se asomaban a la ventana a ver de que me reia....MUCHAS GRACIAS .Sandra de Leon
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