domingo, 16 de marzo de 2008

Mientras espero a Zimmerman


"Tombstone blues", de Bob Dylan


Uno de mis amigos me dice: "Que no se te caiga el blog ahora que empezaron las clases...". No, querido amigo, por supuesto que no... ¿Te parece que eso va a suceder? Yo creo que tengo cada cosa en su lugar... Sí, sí, sí, seguro... Aunque en verdad no sé por dónde arrancar, para qué lado ir en mis horas libres. Los chicos tienen que tener alguna idea de qué es eso que llaman Literatura, antes de empezar a leer a Horacio Quiroga. A ver, quién encontró información acerca de lo que puede ser la Literatura. Yo, yo, yo... La Literatura es un conjunto de textos y... ¿Y qué más?... No sé, no encontré nada más... Bueno, la cosa no es tan fácil, mis queridos... Planifico una clase un jueves de noche... ¿Qué decía Jonathan Culler sobre el asunto? Tenía un libro donde le daba para hacerse el gracioso, también, y le salía bien al tipo... "¿Qué es la literatura y qué importa lo que sea?" (o algo así, se llamaba un capítulo...). Bueno, este señor, Mr. Culler, terminaba diciendo que todas los cuestionamientos que uno le pudiera hacer a un texto literario se los podía hacer a cualquier texto. No había reglas que determinaran la literariedad... ¿Y qué es la "literariedad", profe"... La literariedad, claro, ¡¡y también estaba la "Literaturidad"!!... ¡Había unos rusos, ¿saben?, como a comienzos del siglo XX! Unos tipos que metían miedo... No, no, no... Me llaman de la cocina, me piden media docena de huevos... Camino hacia el almacén... ¡Ah, sí! Estaba aquello de Foucault sobre el aspecto definitorio de la Literatura... En el comienzo, cuando estaba el Verbo y todo eso, quién iba a decir, no había Literatura... Los griegos no tenían ni la más pálida idea de que existía la Literatura Griega, y los italianos del Renacimiento lo mismo... La Literatura aparece como conciencia de un lenguaje o del lenguaje... ¿Era eso?... La Literatura venía después... La Literatura socavaba el lenguaje... ¿Qué es "socavar", profe?... ¿Es cómo escarbar?... ¿Es como soplar y escarbar al mismo tiempo?... No está el almacenero de siempre, está la madre, que demora todavía un poquito más... Tengo media docena de huevos en mis palmas. La doña saca una bolsa, pero no la puede abrir. "¡Ay, pero la bolas para los huevos no se abre!"... La Literatura, chicos... ¿Vieron cuando van al almacén y la bolsita que el almacenero les da no se abre... Bueno, el lenguaje es la bolsa pegada, vieron, toda una institución así y asá... Y cuando uno pensaba que se le caían los huevos vino la Literatura, loco, y sopló o escarbó o se quedó por ahí en el medio o en un rincón y todo se abrió. ¡Ese Foucault! En realidad tengo ganas de otra cosa... ¿Saben lo que es la Literatura? No le hagan caso a los libros y los diccionarios... ¿Vieron cuando se sientan a escribir y las nalgas les quedan como llenas de hormigas? Bueno, una cosa así... Luego las pruebas diagnósticas, hay que corregir las pruebas diagnósticas. Claro... ¿Te gusta leer o no te gusta leer?... Alguien me decía: "los adolescentes no leen"... Era un choto, claro... Profe, ¿leyó "Rocanrol", de Roy Berocay?... Sí, le digo... Pero el libro que más me gustó es uno que se llama "Dejen todo en mis manos". No me acuerdo del nombre del escritor, pero me hizo reír mucho... Mario Levrero, digo, falleció hace muy poco... "Los adolescentes no leen"... Profe, ¿vamos a ver una película de Chaplin?... Profe, esto, profe lo otro... Vuelvo a casa... Me acuerdo de algo... Un crítico uruguayo de renombre me envió un breve ensayo inédito sobre la actualidad de la literatura uruguaya, algo que se va a publicar dentro de poco en una publicación especializada... Lo abro en el notebook, trato de leerlo... No puedo, ahora no puedo, se me pega la tortilla... Será para otra vez, quizás para la semana de vacaciones de Tursimo, estimado... Lo hojeo muy por arriba, veo que al final junta dos o tres palabras como "kitsch" o "Dani Umpi"... Dani Umpi... Me acuerdo del lunes, en el concierto de Andrés Calamaro en el Estadio Charrúa... Umpi fue el telonero. Mucha gente lo abucheó. Otros se reían y se dejaban llevar por su música. Umpi saltaba entre sus "amigas". Pero la homofobia crecía en el público. Hasta que Umpi, entre tema y tema, dijo al micrófono, casi riéndose: "¿Qué te pasa? ¿Nunca viste un puto?". Más críticos uruguayos... Antes de ir al concierto me compré en una librería de Tristán Narvaja el ensayo "Vivientes. Latitud de Juan José Morosoli", de Óscar Brando. Merendando con V. en una cafetería lo miro por arriba. Luego veo que por la ventana de mi lado pasa otro crítico importante, de esos de renombre. Lo conozco de hace tiempo, hasta es amigo del padre de uno de mis mejores amigos. Golpeo la ventana con mis nudillos. Me ve, se sonríe y regresa sobre sus pasos hacia el lado de la esquina de Tristán y 18. Le digo que me compré el libro de Brando y sale el tema de Morosoli. Morosoli nunca pudo superar ese nativismo, es aburrido, tendría que haber escrito sobre Ticino, sobre todo eso que traía atrás, y no lo hizo, me dice. Discutimos apenas. V. me espera, mi café con leche se enfría. Nos despedimos, y cuando regreso a la mesa le cuento a V. lo que charlamos sobre Morosoli. Es lo mismo de siempre con los montevideanos, le digo, la mirada crítica no puede salir plenamente de las murallas. No puede, parece que no podrá, aunque lo intente. Morosoli. Minas. Decido viajar hasta allá el viernes a la tarde para ver a Leonardo de León. No lo veo desde diciembre. Me subo al ómnibus y le doy play al "Highway 61 revisited", de Bob Dylan. Es un lindo día de finales de verano. El viento fresco entra por la ventanilla abierta y me da de frente en la cara y me levanta el cabello. En la Interbalnearia los cerros al norte se levantan como una promesa de felicidad. Siempre me gusta ir a Minas en las estaciones intermedias, cuando no hace ni mucho frío ni mucho calor. El ómnibus acelera en una recta, antes de doblar hacia Piriápolis. Comienza "Tombstone blues"... Mama is in the factory She ain't got no shoes Dad is in the atic He's looking for food I'm in the kitchen with this Tombstone blues... Me suena el celular. Es Valentín. Le pongo un auricular para que escuche lo que tengo en el discman. Se viene Bob... Todo un tiempo escuchándolo hasta que un día te dicen que va a tocar en tu barrio, o en algo que puede ser como tu barrio. Valentín se va a subir en uno de los balcones de los edificios linderos al estacionamiento del hotel donde Dylan va a cantar. Es así, una tarde te levantás de la siesta y Bobby te toca y te canta "Rainy day women # 12 & 35" tipo serenata... Hablamos muy poco más porque el ómnibus se mete en un abra y la señal se debilita. Sigue el viaje. No tengo nadie en el asiento de al lado hasta que cerca del castillo Pittamiglio sube una chica con un libro apretado contra el regazo. Luego de un rato me doy cuenta de que es "Paula", de Isabel Allende, y que va por la página 18. Empieza otra canción, de otro disco."Gates of Eden". Lo recuerdo bien. Voy entreviendo la falda del Cerro Pan de Azúcar. El ómnibus lo rodea hasta tomar de nuevo la Interblanearia y entrar en Pan de Azúcar. Miro las nubes. Casi siempre me doy cuenta de que al comienzo del otoño, o un poco después, llegan unas nubes pequeñas de norte a sur, como una dispersión de copos de algodón que sobrevuelan con sigilo, como si no quisieran se vistas, o como si su paso no tuviera la más mínima importancia para la gente que va debajo. Yo iba escuchando "Gates of Eden" observando esas nubes camino del mar. El ómnibus deja atrás Pan de Azúcar y entra en la ruta 60 para el tramo final hacia Minas. Ya lo dije, lo digo cada vez que puedo. El viaje a Minas para mí es el viaje a Morosoli. El viaje en el que puedo recoger un poco más de esa esencia de lo morosoliano. El viaje donde puedo ver unos niños caminando por el medio del campo y entender algo de lo que ocurre allí. Leyendo algunas páginas más del ensayo de Brando, veo unas críticas previas que el autor resume, por ejemplo una de Carina Blixen. Me llama la atención que, incluso dándole mérito al proyecto narrativo de Morosoli, tenga una mirada del campo como algo sencillo, o al menos como una "mateia prima" que comporta más sencillez que la de la ciudad. Incluso, aunque está bien escrito y es atento, el libro de Brando se me figura una mirada de vuelo rasante sobre la narrativa en conjunto del escritor minuano. Esto es algo que noto habitualmente. Los mismo tópicos comunes. Las mismas citas de "La soledad y la creación literaria". Quizás Brando vaya un poco más allá que otros, como cuando estudia el aspecto de la sexualidad en varios cuentos, pero no más. Falta todavía una mirada que desenvuelva algo más del misterio de Morosoli. El fenómeno de Morosoli escribiendo desde Minas, mirando a esa gente e intuyendo sus conflictos, superando todas las anteriores propuestas de escribir sobre el campo, todo eso es muy raro, o una expresión de lo más natural. Leonardo de León me va a decir que hace poco Mario Delgado Aparaín estuvo en Minas y dijo: "Ese tipo era un animal". Se refería a todo lo que escribía, al impulso con que lo hacía. A dejar un cuento terminado casi de una antes de marchar para trabajar en su barraca. En realidad, quiero decir esto: para conocer a Morosoli (como me supongo que hay que hacer para conocer mejor a tipos como Faulkner) es necesario dejar de mirar el texto como una entidad autónoma y andar, andar por ahí. El paisaje, el mismo paisaje está todavía allí y dice cosas. Se puede leer. Hay algo de Morosoli que todavía está suelto y que tampoco pasa por una crítica romanticona, en la que por supuesto no hay que caer. Pero también Morosoli fue (es) la piedra de la literatura uruguaya que zafó de la arquitectura montevideana. ¿La única? Creo que sí. Morosoli sigue siendo un misterio crítico porque la literatura en este país, la misma crítica, pasa por Montevideo.... Un rato después, cuando llegamos a Minas, me fijo en la página de "Paula" que la chica está leyendo: la 24.

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