martes, 10 de marzo de 2009

Este...

Cada vez que empiezan las clases surgen cosas parecidas.
¿Qué es la Literatura? ¿Para qué Literatura? ¿Qué importa para qué sirva?...
Todo eso... De repente salta uno: "¡Profe, profe! ¡Dígale a esta niña que los libros no muerden!"... Ahí salta la bendita frase... "Los libros no muerden"... En realidad debo intervenir... ¡Pero no, los libros sí que muerden!, digo. Y sin embargo la mayoría de los que tratan de ganar adeptos a la lectura de libros lo hacen bajo ese emblema... Creo que venimos de ahí, de esa invitación doméstica... Pero después no se nos avisa que ciertos libros nos van a morder de un brazo y nos van a llevar a regiones desconocidas o entrevistas, algunos con dientes más o menos incisivos, con mayor o menor fuerza en el tirón, otros nos van a desgarrar, directamente... Cuéntese una... ¡Pero mire si no!... Mi madre había ido a un funeral en Montevideo. En casa nunca había habido libros, salvo algunos tomos con decenas de enciclopedias Mente Sagaz encuadernadas... Cuando mi madre regresó fue en una tarde de veranillo, quizás en julio. Jugábamos en la vereda con mi hermana sobre las piedras lajas humedecidas por el aire. En el bolso traía ropa de unos primos que ya nos podría servir, más algunos championes, y en el fondo cuatro libros: "Corazón", de Edmundo de Ámicis, "Perico", de Morosoli y "Memorias de Juan Pedro Camargo", de José Monegal, más un manual de zoología sobre otarios, con varios dibujados en grabados apretados... Mi madre siempre nos ordenaba limpiar el placar. Sacábamos la ropa, la amontonábamos sobre las camas y comenzábamos a doblarla, pero aquello no terminaba nunca. Se iban las horas y no habíamos hecho nada... Mi madre entraba y nos rezongaba... Pero una tarde sucedió algo distinto: el montón de ropa permaneció sin ser tocado: había encontrado los libros en la parte baja del placar, donde iban los zapatos. En un momento estaba en cierta parte del tiempo y de repente pasé a estar en otra... Los libros se transformaban en un reverso... Hago memoria y recuerdo en seguida las peleas y los castigos de "Corazón" y luego descripciones de lluvias en el campo (hasta el día de hoy muero por leer descripciones de escenas lluvias)... Pasan los años, estoy en la época del liceo, terminando sexto... Mi padre me llama desde el fondo para que lo ayude a cortar leña, etcétera... Yo leo en la cama... Mi hermano me dice que no le gusta leer, que es aburrido... Hasta que llega "Los primeros hombres en la Luna", de H.G. Wells... Simplemente le prohíbo su lectura a mi hermano, le escondo el libro, cosas por el estilo... Hasta que consigue leerlo... Desde entonces no dejo de hablar de libros con él... Pero hay una anécdota que es única, creo que es de Raymond Carver, o me la contaron como si fuera suya. El joven Raymond cruzaba en tren una noche de un estado a otro, o a mí se me antoja que sea entre un estado y otro para darle profundidad (esa profundidad narrativa estadounidense para los viajes)... Un hombre lee un libro en el asiento de adelante... Antes de descender, se acerca al joven Carver y le extiende el libro y le dice que se lo regala... Carver lo lee... Con los años se pregunta adónde habría ido a parar si ese hombre no hubiera estado allí enfrente, a punto de bajarse...
Si usted considera que la anécdota es auténticamente de Carver, ponga No, si opina lo contrario, ponga SÍ...

6 comentarios:

Unknown dijo...

Yo leía "Tarás Bulba" para evitar estudiar algo, años después de que una revista de historietas ingresara a mi casa bajo el aviso de que "es para grandes, vos no la podés leer todavía". Entre medio de ambos pasaron varios, sumados a los que vinieron después. Ningún libro me mordió, pero algunos me pasparon, como los de Paulo Coelho y uno de... (elija su autor detestado favorito)

Nacho dijo...

Mirá qué buena esta:
Agrandé la foto de tu post para ver mejor

a. Los títulos de los libros con los que posaste (una persona es lo que lee).
b. Tus peculiares gafas.

Y me vendo a encontrar con que de refilón se vé un libro de una curiosa editorial uruguaya que desconocía hasta hace algunos días. Creo que es HUM. Bueno, me acaban de prestar un libro de relatos de Juan Villoro editado en ese sello. Tiene unas rayas paralelar que lo atraviesan transversalmente que producen un efecto hipnòtico en aquèl que tome el libro en sus manos. Casualidad o estrategia de mercado?

Què me podès decir de este misterioso sello.

Abrazo grande!

NACHO

PD. En la facultad recuerdo que una vez nos hicieron escribir un ensayo cuyo tema era Los libros que me mordieron. Es un gran tópico. Casualmente la semana pasada asistì a un curso sobre interpretaciòn de textos que cerraba con esta pregunta: Què libros lo marcaron o lo mordieron?
Fue bueno escuchar las respuestas.

Leonardo de León dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Leonardo de León dijo...

En mi casa tampoco había libros, salvo uno sobre sexualidad que mis padres me prohibieron. Una vez alguien le regaló a mi madre una novela de Sidney Sheldon, y lo empecé a leer en una tarde de lluvia, aburrido, para ver de qué iba... Me pasé todo ese día y el siguiente con el libro, hasta que lo terminé. Todavía recuerdo a mi madre irrumpiendo en la habitación, y diciéndome casi con indignación: "¿Sos lector ahora?"

Damián González Bertolino dijo...

Ignacios, Leo: Gracias por pasar y comentar.
Di Tullio: En efecto, es HUM, la editorial que dirige Martín fernández, un sello interesante dentro del nuevo panorama uruguayo. En HUM se ha publicado bastante de lo nuevo de un narrador que me gusta mucho: Ercole Lissardi (en Radar lo sacaron como tapa hará dos o tres domingos... Está en la web)... También tiene un sello paralelo llamado Estuario...
Links:

www.humeditor.com

www.estuarioeditora.com

Seguimos por interno, igual.
Ah! Muy bueno eso de esas tareas para la facultad...
Ah! (2): las gafas son cortesía del depósito de juguetes de la niña M...
Abrazos.

Fabián Muniz dijo...

Yo sí tuve libros en casa desde chico, y muchos!!!!!!!!!!!
La biblioteca de mi abuelo es tan grande como la de la biblioteca de Maldonado o la de Grossi (no sé cuál es mayor). Lo primero que me cautivó fueron los Atlas y las enciclopedias de historia ilustradas. Aparte Montevideo es un lugar ideal para que un niño comience a leer, pues no se puede salir a la calle a jugar viviendo en edificios.