miércoles, 2 de diciembre de 2009

American patrol

Me tuve que venir por unos días a Montevideo para hacer unos trámites y atender ciertas invitaciones. Salí de Maldonado de noche. Llovía. Me acomodé contra la ventanilla y le di play al disco que tenía colocado en el discman, que era una antología de Glenn Miller. De pronto, cuando arranca "American patrol", comienzo a reírme. Me doy vuelta y apoyo mi frente contra la ventanilla fría, pero es evidente que la persona que va sentada en el asiento de al lado tiene que percibir cómo me sacudo. No puedo parar de reírme. Y acá viene una anécdota. Una anécdota muy a tono con estos aires de bonanza futbolístico-política previos al clásico de Peñarol y Nacional del próximo domingo.
Una noche de verano en Maldonado, fuimos con Valentín, y nuestras respectivas novias de esa época, a ver un clásico en el estadio del Campus. En Peñarol dirigía Garisto, jugaba el haitiano Jean Jacques; en Nacional estaba el "Loco" Abreu, etc. Se jugaba la final de la Copa Ricard, si mal no me acuerdo. Es probable que el partido lo haya empezado ganando Peñarol. (Valentín recuerda que el empate lo hizo Abreu). Como sea, hubo empate 1 a 1 y fueron a penales y el haitiano erró un penal definitorio justo en el día de su cumpleaños y Nacional ganó. Hasta ahí lo más estadístico. Pero algo de lo mejor había empezado en el entretiempo, con un muy provinciano anuncio del entretiempo, en el que se publicitaba a un sanatorio de Punta del Este con "American patrol" sonando libremente por varios segundos. Con Valentín (con quien adoramos a Glenn Miller) nos empezamos a reír por ese agujero negro que se formó entre el maremágnum cumbiero de los otros avisos. Pero el partido se reanudó y con él las ganas de los jugadores de imponerse de una manera u otra. En un momento de ese segundo tiempo hubo una serie de faltas muy duras tanto de un lado como de otro, luego unos empujones, unos manotazos y al final dos o tres piñas perdidas. Mientras la gente puteaba y alentaba según el caso, algo sucedió en la cabina de control del audio del estadio que comenzó a irradiarse la canción de Glenn Miller. Las corridas, las separaciones, los ingresos de los policías con los escudos al frente ilustraban los compases del conjunto de Miller y precedían las palabras del locutor recomendando los servicios del sanatorio. En un instante, entonces, aislados de la furia del resto de los parciales, aun de nuestras novias, que empezaron a mirarnos con cara de querer una explicación de lo que nos sucedía, Valentín y yo cruzamos nuestras miradas y nos reconocimos riendo, pero riendo a un nivel de parálisis en el que todo se iba al diablo. La trifulca se disipó de a poco y en nuestros sonidos se continuaban los ataques de los vientos de los muchachos de Miller. Entonces empezamos a llorar, a llorar de la risa. Las chicas nos miraban a punto de levantárseles una sonrisa. Otras personas se daban vuelta y nos observaban sin disimulo.
Por eso, cada vez que escucho "American patrol" termino llorando de la risa, pero de la risa histérica de un recuerdo desquiciado. Formamos con Valentín una burbuja una vez más y esa burbuja es lo que puedes sentir a veces bajo el término de "amistad".
Llegué a Montevideo casi a la medianoche. Dejó de llover. Hay un poco de viento fresco. Saqué el celular para avisarle a Valentín que llegué y de pronto me lo encuentro casi encima de mí, preparándose para el abrazo. No contaba con que me fuera a buscar a la terminal.
-¿Te acordás de "American patrol"? -le pregunto entonces.

2 comentarios:

Fabián Muniz dijo...

Yo estaba en la popular del manya... Casi me muero cuando todos esos especímenes carboneros empezaron a saltar a la cancha: un gordo (que cumplía una suerte de liderazgo) arrancó un banderín y se peleó con la policía. Todos los bolsos corrieron. Los manyas capturaron, como un trofeo de guerra, dos banderas de nacional; la única que recuerdo bien era una media chicuela que decía: "chengue"

Damián González Bertolino dijo...

¡¡Fabián!!!

¡¡¡¡¡¡¡ES CIERTOOOOOOOOOOOO!!!!!!!
Me había olvidado de todo eso...
Fa... apenas leí lo que pusiste no pude dejar de reírme acordándome de lo ridículo del gordo con el banderín.... Había un policía que abría ambos brazos al costado como diciéndole: "Pero... ¡m'hijo!"...
jajaja
Un abrazo.