Hoy ya volvió a hacer frío. No mucho. Pero la sensación primaveral se retiró. Desde ayer a la tarde que el cielo se quedó gris y sin movimientos. Mª me dijo que para anoche estaba anunciada una alerta meteorológica. No sé qué está pasando en este país en materia meteorológica. Desde el 23 de agosto de 2005, cuando algo parecido a un huracán se llevó muchas cosas de la zona sureste del país, a los meteorólogos se les ha dado por anunciar alertas con una regularidad de una o dos cada un par de meses o menos. Y no pasa nada. Cuando la alarma debió haber cundido, aquel 23 de agosto, ¿por qué no se dio? ¿Por qué nos sorprendió aquel temporal? ¿Qué son estas alarmas constantes? ¿Una culpa? Siento tantas alarmas que me parece estar viviendo en la isla de Java. Digo Java como quien dice un lugar cualquiera en el que pueden pasar cosas complicadas, aunque las tengamos a la vuelta de la esquina.
Esto último me lleva a recordar una noticia que leí en el Clarín de Buenos Aires el sábado. Un grupo de climatólogos reunidos en Bournemouth, Inglaterra, reportó que en 2100 la Tierra será un enorme desierto, como resultado del (re)calentamiento global. Es una noticia terrible y vergonzosa, sobre todo vergonzosa. El domingo, un día después de haberla leído, seguía sin poder dejar esa idea de lado. Estaba nadando. Giré la cabeza y miré la isla Gorriti, luego los bosques que se extienden por todo Maldonado. La noción de que todo eso podría o va a desaparecer en algo más de nueve décadas me dejó apesadumbrado. Creo que por eso mismo traté de amargar un poco a la gente que me rodea con ese pronóstico. Yo repetía esta frase: "El mundo, tal cual lo conocemos, va a desaparecer". Sin duda, es una de esas frases que le puede estropear la jornada a cualquier Miss Mundo. También me pareció que de tanto repetirla y ver el efecto que causaba en los demás empecé a sentir un placer perverso. Debe ser el placer perverso de los que traen las malas nuevas. Ahora entiendo a los que se meten de pastores y salen a predicar. Sí, los comprendo tiernamente.
Y ya que he dicho que la Tierra va a ser un desierto, me acuerdo de otra noticia con otro pronóstico que leí hace algunas semanas. Tenía que ver con los problemas que hay hoy en Europa a causa de la inmigración. Sobre todo con la inmigración musulmana. El domingo Rodrigo Almeida me contó que en un canal de televisión de España vio una entrevista a un musulmán que vivía con todas sus esposas e hijos en un apretado apartamento. Cada mujer tenía asignada una habitación. Cuando los vecinos se enteraron todo llegó a un nivel de discusión antropológica. La noticia de la que hablé al comienzo del párrafo decía algo así como que en unas dos o tres décadas los musulmanes se constituirán en el grupo de mayor población en Europa. Por supuesto que no es para asustarse (como he visto por ahí). Si nos asustamos tendremos que ver dentro de nosotros qué porción de nuestro ser cae en la intolerancia y cuál otra es una defensa de nuestra occidentalidad (?), me refiero a una defensa honesta con respecto al otro que es diferente y que, por lo tanto, es de alguna manera nuestro. Como sea, es una cuestión extremadamente delicada y a la vez muy interesante. ¿Qué caminos tomará el pensamiento, la filosofía, la literatura? Sólo asocio la idea de la venida del desierto y de la cultura musulmana porque me acuerdo con insistencia de unos versos de Walt Whitman (ahora sí, un profeta de verdad) que hablan de la llegada de Oriente sobre el resto del mundo. ¿Era en "Passage to India"? ¿O en alguno de los poemas de "Song of myself"? Tengo prestada mi edición de "Hojas de hierba", de modo que no puedo verificarlo ahora... Un buen motivo para volver a Whitman, entonces.
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