Una mala noticia. Hace unos días, cuando terminé de escribir el nuevo capítulo de "Los trabajos del amor", me puse a conversar con Leonardo Cabrera para decirle que en breve le mandaba el texto pasado en limpio. Entonces me dijo, así de una, que la revista La Letra Breve, donde se estaba publicando mes a mes por entregas "Los trabajos del amor", no iba a salir, y quizás no saldría más. Los motivos son los esperables, los problemas a los que se tiene que enfrentar cualquier publicación de corte "cultural" en el interior del país, Iscariote también lo ha sufrido y lo está sufriendo ahora, cuando no sale desde el mes de febrero. Y la verdad es que el hecho de que La Letra Breve no salga más me parece una verdadera lástima. Hace un año o más leía una antología de relatos cortos de Stephen King llamada "Todo es eventual". En el prólogo, King habla de cómo el arte de contar cuentos a través de las revistas que se han encargado históricamente de eso se está perdiendo en los mismísimos Estados Unidos; justamente están desapareciendo ese tipo de publicaciones que han alentado el desarrollo no sólo de autores como Stephen King, sino como Ray Bradbury, y muchos más, por supuesto... El autor de "Misery" dice que esas revistas ya son una verdadera rareza, una especie en extinción.
Con La Letra Breve teníamos en Uruguay un ejemplo hermoso. Creo que hubo algún otro ejemplo de publicación especializada solamente en narrativa, era una revista montevideana de cuyo nombre no me puedo acordar y que tiraba algo así como dos o tres números al año. La Letra Breve, editada en San José, editaba diez números al año en un formato audaz y de calidad de papel siempre agradable para la vista y el tacto de los lectores. Muchos autores desconocidos (algunos otros no tanto) llegamos a dar a conocer nuestras primeras cosas en ella. A mí a veces me preocupa saber si todos los narradores uruguayos de la actualidad, o al menos la mayoría de ellos, sabían de la existencia de la revista. ¿Por qué? Justamente porque me llamaba la atención ver cómo muchos narradores del momento no se acercaban a La Letra Breve para decir "Estoy escribiendo ahora algo como esto. ¡Mírenlo!". Las excepciones son Henry Trujillo, Horacio Verzi, Lauro Marauda, Leonardo Rossiello, Alfredo Alzugarat y Jaime Monestier. Quizás me falte algún otro. Pero a mí siempre me llamó la atención eso mismo. Que nuestros narradores no sintieran la necesidad desesperante de practicar la escritura de cuentos de forma más o menos continua en revistas especializadas y que esto no fuera precisamente esperar a que El País Cultural les pidiera un cuentito para la contratapa. Y también me parece, para concluir, que esto expresa algo de lo que adolece nuestra narrativa actual, y que para mí es la carencia de impulso, ese siempre estar en lo pequeño, en el cultivo de las miniaturas y las mesuras y la resistencia histérica a lanzarse a narrar con ímpetu y largo desarrollo. Me pareció que una vez ya dije que sería un ejercicio interesante contar cuántas novelas que no llegan a las cien o ciento cincuenta páginas se publican en Uruguay por año. Aclaro que existen novelas de menos de ciento cincuenta páginas que me mueven el piso, también. Pero son pocos los que pueden hacer eso. La mayoría de los narradores uruguayos del ahora sufren de anorexia narrativa, llenos del pudor de contar un hecho atrás de otro porque les parece hasta frívolo, muchos relamiéndose en una especie de herencia maldita (una herencia mal entendida)mezcla de Robbe-Grillet, Onetti y Levrero, yendo siempre a lo chiquito con elucubraciones que siempre tienen que tender a ser altisonantes, categorías universales, o, en otros casos, meros jugueteos inconducentes. Nuestros anoréxicos narrativos van hasta el baño de sus creaciones y se meten los dedos en la garganta para refrendar el temor de no parecer intelectuales. Todo esto viene a propósito porque pienso que revistas como La Letra Breve, número a número, hacen que los lectores empiecen a exigir que los narradores estén, que estén de continuo, que salgan de la caverna donde pergeñan los libros que sólo se ven de vez en cuando. En realidad, creo que la cosa es un poco más complicada, que existe una diferencia cualitativa entre la publicación de un libro y la de un cuento en una revista. Cuando compramos una novela, estamos yendo al autor. Cuando el autor publica un cuento en un medio como una revista de narrativa, ese mismo autor se está insertando en un continuo de lectura que ya tiene sus propios lectores. Este último parece ser un movimiento inverso, el autor (fuera de que publicando un libro puede pasar algo similar, pero no tan intenso) se desplaza de su centro; mientras que publicando el libro el autor parece estar en el centro, como sacralizado. Bueno, yo veía a La Letra Breve como un lugar "desacralizado". Quería decir eso.
Y ya que rocé el tema de la mala narrativa criolla, acá va una lista con los peores libros de narrativa de 2006. La decisión fue ardua y me llevó unos cuatro meses. Pero me asistió la gracia divina hace un rato y ahora lo veo todo claro, como infinito.
PUESTO Nº1
Sin duda alguna la peor novela de todo 2006 fue... "El código Blanes", de Marciano Durán. Su éxito de ventas, que dicen ha superado en pocos meses lo que Galeano (el más vendido en Uruguay) vende en un año y medio, se debe sin duda alguna a la falta de moral de nuestra gran masa lectora. Si no han leído "El código Blanes" no pasa nada. Pero yo recomiendo a los que empiezan a hacer sus primeras armas en el mundo de la narrativa que lean los primeros dos o tres capítulos. Están escritos de tal manera que uno no puede ceder a la tentación de empezar a corregirlos. Es una experiencia aleccionante.
PUESTO Nº2
¡Qué duda cabe ya! El segundo lugar es para "El mar escrito", de René Fuentes Gómez, novela que ganó el primer premio de narrativa en el concurso del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Fuentes Gómez, que además había ganado una mención en el último Premio Nacional de Narrativa Morosoli, logra en "El mar escrito" una narración sorprendentemente aburrida, llena de una grandilocuencia y una solemnidad contrahechas, todo lo cual redunda en un dedo índice apuntando a los jurados de los concursos en nuestro país.
PUESTO Nº 3
Fue difícil. Es que bien pudo haber tenido el puesto nº 2. Hablamos de "Atlántico", de Andrea Blanqué. A los juicios sobre la novela de Fuentes Gómez, que podrían también repetirse a la hora de hablar de "Atlántico", hay que sumar esa constante de las obras de Blanqué, algo así como un cartel luminoso que se prende y se apaga y dice "Miren. Miren. Soy feminista".
PUESTO Nº4
El puesto 4 se lo lleva un amigo mío: Alfredo Fonticelli y su novela "Migraña", una obra que suena a homenaje personalísimo a "El discurso vacío" de Mario Levrero, pero que conlleva un calco del libro del maestro hecho con un papel carbónico que destiñe por todas partes.
Nota: no me dio el tiempo para leer "La última noche frente al río" de Hugo Fontana. Hacía un año había leído la última novela del autor: "El príncipe del azafrán".
Con La Letra Breve teníamos en Uruguay un ejemplo hermoso. Creo que hubo algún otro ejemplo de publicación especializada solamente en narrativa, era una revista montevideana de cuyo nombre no me puedo acordar y que tiraba algo así como dos o tres números al año. La Letra Breve, editada en San José, editaba diez números al año en un formato audaz y de calidad de papel siempre agradable para la vista y el tacto de los lectores. Muchos autores desconocidos (algunos otros no tanto) llegamos a dar a conocer nuestras primeras cosas en ella. A mí a veces me preocupa saber si todos los narradores uruguayos de la actualidad, o al menos la mayoría de ellos, sabían de la existencia de la revista. ¿Por qué? Justamente porque me llamaba la atención ver cómo muchos narradores del momento no se acercaban a La Letra Breve para decir "Estoy escribiendo ahora algo como esto. ¡Mírenlo!". Las excepciones son Henry Trujillo, Horacio Verzi, Lauro Marauda, Leonardo Rossiello, Alfredo Alzugarat y Jaime Monestier. Quizás me falte algún otro. Pero a mí siempre me llamó la atención eso mismo. Que nuestros narradores no sintieran la necesidad desesperante de practicar la escritura de cuentos de forma más o menos continua en revistas especializadas y que esto no fuera precisamente esperar a que El País Cultural les pidiera un cuentito para la contratapa. Y también me parece, para concluir, que esto expresa algo de lo que adolece nuestra narrativa actual, y que para mí es la carencia de impulso, ese siempre estar en lo pequeño, en el cultivo de las miniaturas y las mesuras y la resistencia histérica a lanzarse a narrar con ímpetu y largo desarrollo. Me pareció que una vez ya dije que sería un ejercicio interesante contar cuántas novelas que no llegan a las cien o ciento cincuenta páginas se publican en Uruguay por año. Aclaro que existen novelas de menos de ciento cincuenta páginas que me mueven el piso, también. Pero son pocos los que pueden hacer eso. La mayoría de los narradores uruguayos del ahora sufren de anorexia narrativa, llenos del pudor de contar un hecho atrás de otro porque les parece hasta frívolo, muchos relamiéndose en una especie de herencia maldita (una herencia mal entendida)mezcla de Robbe-Grillet, Onetti y Levrero, yendo siempre a lo chiquito con elucubraciones que siempre tienen que tender a ser altisonantes, categorías universales, o, en otros casos, meros jugueteos inconducentes. Nuestros anoréxicos narrativos van hasta el baño de sus creaciones y se meten los dedos en la garganta para refrendar el temor de no parecer intelectuales. Todo esto viene a propósito porque pienso que revistas como La Letra Breve, número a número, hacen que los lectores empiecen a exigir que los narradores estén, que estén de continuo, que salgan de la caverna donde pergeñan los libros que sólo se ven de vez en cuando. En realidad, creo que la cosa es un poco más complicada, que existe una diferencia cualitativa entre la publicación de un libro y la de un cuento en una revista. Cuando compramos una novela, estamos yendo al autor. Cuando el autor publica un cuento en un medio como una revista de narrativa, ese mismo autor se está insertando en un continuo de lectura que ya tiene sus propios lectores. Este último parece ser un movimiento inverso, el autor (fuera de que publicando un libro puede pasar algo similar, pero no tan intenso) se desplaza de su centro; mientras que publicando el libro el autor parece estar en el centro, como sacralizado. Bueno, yo veía a La Letra Breve como un lugar "desacralizado". Quería decir eso.
Y ya que rocé el tema de la mala narrativa criolla, acá va una lista con los peores libros de narrativa de 2006. La decisión fue ardua y me llevó unos cuatro meses. Pero me asistió la gracia divina hace un rato y ahora lo veo todo claro, como infinito.
PUESTO Nº1
Sin duda alguna la peor novela de todo 2006 fue... "El código Blanes", de Marciano Durán. Su éxito de ventas, que dicen ha superado en pocos meses lo que Galeano (el más vendido en Uruguay) vende en un año y medio, se debe sin duda alguna a la falta de moral de nuestra gran masa lectora. Si no han leído "El código Blanes" no pasa nada. Pero yo recomiendo a los que empiezan a hacer sus primeras armas en el mundo de la narrativa que lean los primeros dos o tres capítulos. Están escritos de tal manera que uno no puede ceder a la tentación de empezar a corregirlos. Es una experiencia aleccionante.
PUESTO Nº2
¡Qué duda cabe ya! El segundo lugar es para "El mar escrito", de René Fuentes Gómez, novela que ganó el primer premio de narrativa en el concurso del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Fuentes Gómez, que además había ganado una mención en el último Premio Nacional de Narrativa Morosoli, logra en "El mar escrito" una narración sorprendentemente aburrida, llena de una grandilocuencia y una solemnidad contrahechas, todo lo cual redunda en un dedo índice apuntando a los jurados de los concursos en nuestro país.
PUESTO Nº 3
Fue difícil. Es que bien pudo haber tenido el puesto nº 2. Hablamos de "Atlántico", de Andrea Blanqué. A los juicios sobre la novela de Fuentes Gómez, que podrían también repetirse a la hora de hablar de "Atlántico", hay que sumar esa constante de las obras de Blanqué, algo así como un cartel luminoso que se prende y se apaga y dice "Miren. Miren. Soy feminista".
PUESTO Nº4
El puesto 4 se lo lleva un amigo mío: Alfredo Fonticelli y su novela "Migraña", una obra que suena a homenaje personalísimo a "El discurso vacío" de Mario Levrero, pero que conlleva un calco del libro del maestro hecho con un papel carbónico que destiñe por todas partes.
Nota: no me dio el tiempo para leer "La última noche frente al río" de Hugo Fontana. Hacía un año había leído la última novela del autor: "El príncipe del azafrán".
6 comentarios:
Hola:
¿Podrías decirme cuál consideras son los cuatro mejores libros de autor nacional publicados en 2006?
Gracias
Hola:
¿Podrías decirme cuáles consideras son los cuatro mejores libros de autor nacional publicados en 2006?
Gracias
Anonymous: ¡Pero cómo no!... Aunque en realidad deba decir tres, en vez de cuatro.
1- Tratado de la imbecilidad del país, por el sistema de Herbert Spencer - Julio Herrera y Reissig
2- Cadáver se necesita - Milton Fornaro
3 - El bastardo - Carlos Mª Domínguez
Sinceramente creo que muchos narradores uruguayos no sabían de la existencia de la revista en lo más absoluto. Claro que nunca sabremos cuántos sabían y cuántos no, si eran o no "la mayoría", pero los que yo conozco (claro que no es buena estadísitica y que además tampoco publicaron en la contratapa del País Cultural) son montevideanos y nunca mencionaron la existencia de esta revista. Es posible que no se haya tratado de pedantería, sino que muchos realmente no la conocían... A veces se producen estos cortocircuitos de información.
abrazo
Eso tiene que ver con algo que ya a esta altura es muy viejo: Montevideo no es igual a Uruguay, por más que las publicidades de yerba traten de lo contrario. En criollo: el viejo y peludo centralismo vive y lucha, no lo den por muerto... Doy fe de que mucha gente sabía, pero no le daban bolilla. Apareció un reseña sobre la revista´en El País Cultural, paradójicamente, cuando la revista ya no salía más... Se aprecia esfuerzo, jaaaa...
Ta bien, puede ser que esté pecando de ingenua. La capital casi siempre es ingrata con el resto del país, es así en todas partes, no sólo en Uruguay. Yo lo veo todo el tiempo, ahora que me tocó vivir en la "periferia". Nadie cree que "por acá" pueda estar pasando algo interesante; todo el mundo se mira el ombligo :( Lo interesante es que este cambio de situación me ha ayudado a modificar mi propia visión de las cosas. Y que este blog, encontrado "por casualidad" en la Web, es parte de todo eso.
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