lunes, 7 de julio de 2008

Twice Dylan


Hoy soñé esto.
Bob Dylan volvía a tocar una vez más en Uruguay, y lo hacía de nuevo en Maldonado.
El concierto me había tomado bastante de sorpresa. Me enteré muy pocos minutos antes de que empezara. Pasé por la Cachimba del Rey, en la periferia de Maldonado, y vi cientos y cientos de personas amontonadas. Mi hermano apareció de pronto en lo alto de una escalera de los accesos al espectáculo. Yo empecé a acercarme y me encaramé sobre un talud o un muro. Bob Dylan aparecía muy a lo lejos, a más de cien metros, sobre la parte derecha del escenario, apartado de sus músicos y sentado al órgano. Estaba vestido de blanco y llevaba un sombrero texano. Sentía que no podía dar crédito todavía al hecho de ver a Dylan una vez más. Estaba como tratando de acostumbrarme a la realidad. Pero no dio para más. Hubo una desbandada de gente, que corría hacia mí. Detrás de ellos venía un vendaval de piedras y cascotes. Yo retrocedí rápidamente y me resguardé tras un muro, pero de a poco entendí que tenía que seguir corriendo, siguiendo la marea de personas. Alguien gritaba por ahí que las piedras era porque Dylan estaba cantando "Rainy day women # 12 & 35". Alguien más se puso a explicar, dando resoplidos por la carrera, algo sobre lo literal y lo metafórico. En eso la policía tomó cierta importancia. No sé cuál, pero yo me metí en un automóvil que estaba arrancando con dos o tres tipos más. El automóvil tomó gran velocidad, y de a poco fui observando por la ventanilla que estábamos por abandonar el límite del departamento. Yo no quería alejarme tanto, así que pedí para bajarme. Los tipos pusieron mala cara, pero no me dijeron nada, ni siquiera se despidieron. El automóvil desapareció hacia el norte y yo caminé en la dirección opuesta. Tenía la intención de regresar cuanto antes al concierto. Estaba en un tramo de la ruta 12 flanqueado de eucaliptos oscuros. Sin embargo no tuve que andar mucho a pie. Hice dedo al primer atomóvil que pasó y se detuvo. Era una mujer como de unos cuarenta años, viajando sola. Cuando subí en el asiento del acompañante y le dije que iba hasta Maldonado, me di cuenta de que se detuvo para de algún modo evitar cierta soledad o cierto temor que se le hacían molestos en el recorrido. Parecía como si estuviera escapando de algo. Y creo que tenía razón. Entrando a la ciudad, por uno de los barrios de la periferia, se atravesó en medio de la calle un niño de unos tres o cuatro años. Cuando estábamos a unos treinta o veinte metros tuve la seguridad de que la mujer iba a disminuir la velocidad y a clavar los frenos. Pero no se daba por enterada de nada, o sí, pero sentía que era imposible detenerse. El niño se quedó clavado en el mismo lugar y escuché en seguida el golpe de su torso contra el paragolpes y lo vi desaparecer por debajo. Luego miré hacia atrás y vi el niño tendido boca abajo. La mujer se puso más nerviosa, y entonces me habló de que tenía que ir de inmediato a ocultarse en la casa de unos amigos que estaban ausentes, de viaje o algo así. La mujer frenó y me hizo bajar, y yo caminé hasta llegar al concierto. Todo estaba más ordenado. En la entrada había una mujer fortachona que vigilaba y pedía las entradas. Le rogué que me dejara pasar, o le inventé que era periodista y que querías entrevistar a Dylan, pero la mujer se reía de mí y casi en seguida se ponía seria. Yo tenía la idea de que dentro me iba a encontrar con Valentín y nos íbamos a abir paso hasta llegar a Dylan. Algunas veces yo daba un rodeo y lograba colarme, pero la vigilante o alguno de sus compañeros me sacaban a la calle en unos pocos segundos. Mientras tanto el concierto llegaba a su fin. Hasta que apareció una niña y me condujo por un bosque que terminaba casi en el Kennedy, en un barrio cercano que se llama Beverly Hills. Había algunas personas a medias escondidas que parecían estar en la misma situación que nosotros, más algunos policías que parecían ver nada y un par de ovejas. Creo que habíamos entrado a una zona de exclusión, y por eso lo policías pensaban que ya estábamos habilitados a andar por allí. La compañía no me duró mucho, sin embargo. Un lobo enorme salió desde una parte espesa del bosque. Algunos corrieron, entre ellos la niña y algunas otras ovejas. Pero yo avancé hacia el lobo y lo sujeté por el hocico cerrándoselo. No sé cómo, pero de pronto el lobo desapareció y llegué a una parte del bosque, bastante oscura, en la que había estacionado un automóvil blanco, un Cadillac o un Plymouth de los '50. Había algunos otros policías en la vuelta custodiando el coche. Así que fui caminando semiagachado por detrás de algunos pinos hasta llegar a la parte trasera del vehículo. A través del parabrisas trasero pude ver el perfil de Dylan, sentado en la parte de atrás, y, a su derecha, vi a Valentín. En los asientos delanteros había algunas personas que me parecían grupies o algo por el estilo. Quise hacer algún ruido para entrar, pero un policía pasó muy cerca y tuve que alejarme.


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