viernes, 27 de agosto de 2010

Apuntes de fútbol (II)


Al final Peñarol perdió 2 a 0 su partido amistoso ante Real Madrid en el Santiago Bernabeu. Fue una derrota decorosa, entendible y hasta gratificante para los hinchas de Peñarol y los simpatizantes del fútbol uruguayo en general. Y fue además el encuentro de dos realidades. Un probable campeón del fútbol español contra el campeón del fútbol uruguayo. El fútbol del campeón del Mundial contra el del cuarto del Mundial. Pero, como saben todos, las diferencias entre ambas realidades no se pueden medir con la velocidad que podría llevar contar del número uno al cuatro.
En este caso, tanto Real Madrid como Peñarol disputan este partido por el trofeo Santiago Bernabeu en conmemoración del medio siglo de la final de la Intercontinental entre ambos, tras la que se consagró el club español. Es un homenaje a lo que fueron, sólo que el Real Madrid lo sigue siendo. De ahí quizás la bronca de un titular en la página web de Don Balón, que sostenía que este compromiso "devaluaba" la Copa Santiago Bernabeu.
¿Qué le quedaba demostrar a Peñarol? En primera instancia, reivindicar la siempre redituable idea del decoro o de la vergüenza deportiva. Y lo logró, con un primer tiempo más que aceptable en el que tuvo períodos variados, entre ellos un brillante control del balón sobre el campo del Real Madrid entre los 15' y los 20'. El primer tiempo terminó yéndose con un 0 a 0 y la historia cambió después con un golazo del argentino Ángel di María.
Pero el resumen verdadero del partido está en el minuto 43 del primer tiempo, en un corner a favor de Real Madrid. De pronto el árbitro pita e impide que se realice el lanzamiento. Al parecer se ha dado en el área de Peñarol la típica situación de agarrones o empujones antes del centro. Nada del otro mundo. Sin embargo, unos instantes más tarde, cuando la acción ha quedado en nada y la pelota vuela hacia la mitad de la cancha, se ve en el replay el verdadero motivo de la interrupción. En las idas y vueltas, en los roces mientras aguardaban el envío al área, Marcelo Sosa ha visto el momento oportuno para hacer lo que tanto había deseado y anunciado antes de partir de Montevideo: despeinar a Cristiano Ronaldo. Antes de mencionar qué puede haber detrás de ese gesto que funciona como una de tantas avivadas que ahora pasan a engrosar el caudal de anécdotas pendencieras del fútbol uruguayo, cabe mirar un poco por separado a los dos jugadores. Por un lado tenemos a Cristiano Ronaldo, el que fracasó en el último Mundial, el que sale en las publicidades de shampoo o artículos por el estilo, el que tiene a las mujeres más finas, el que se perfuma antes de entrar a la cancha, el prototipo de la estrella total, el ególatra que todos resisten pero que varios hubieran querido ser. Por el otro lado, Marcelo "el Pato" Sosa: ni siquiera un delantero, el volante con algunas habilidades y otras rispideces varias, el que ya no juega en la Selección Uruguaya, el de los granos en la cara y el del pelo largo plantinado como en una presentación cumbiera, el que fue a jugar a la liga rusa y regresó espantado como Napoleón porque no sabía qué tanto frío hacía allí, el que trae la fuerza del cantegril para ganarse un lugar en la vida.
Si congelamos la imagen del segundo preciso en que el brazo de Marcelo Sosa se estira para llegar a la impoluta altitud de la cabellera de Cristiano Ronaldo, si congelamos esa imagen y los observamos a los dos, parece que se representa ante nuestros ojos una personificación de ambos equipos, una síntesis bastante elocuente. Si esto fuera una familia, una familia con varios años encima, Cristiano es el hijo que hizo todos los deberes, y Marcelo Sosa... bueno, en realidad se parece bastante a ese hermano un poco díscolo y medio bobo con el que no quisiéramos ni salir a la esquina.
Y ahora saquémosle el congelamiento a la imagen. La palma izquierda de Marcelo Sosa pasa fastidiosamente y a contrapelo por la cabellera de Cristiano Ronaldo, dejándole el particular aroma a Clear-Men. Así que Sosa lo logró... Por menos de un segundo redujo a uno de los mejores del mundo a cierta sumisión: su cabeza bajo su palma... Ven aquí y prostérnate ante un macho de verdad, loca suelta... Etcétera, etcétera... ¿Duración del acontecimiento? Muy poco. Bastante menos que la ilusión de todo el tiempo que puede llevar contar del número cuatro al número uno.

2 comentarios:

Pedro Peña dijo...

Buenísimo!!! Yo pensaba hacerte lo mismo mañana... pero... ¿cómo saco la mano de ahí endispué?

Pedro Peña dijo...

Es decir, por lo enmarañado, se entiende, Verdad? No aclaro más porque capaz que oscurece.