lunes, 16 de febrero de 2009

Verano XVII (McCarthy)


He aquí un libro magistral, uno que me hizo darme cuenta de que hacía mucho tiempo que no leía nada que me llegara tanto hasta incomodarme los huesos. Me refiero a "Ciudades de la llanura", de Cormac McCarthy. No sólo hablo de una prosa excelente (desconozco el original inglés, pero creo que esas cosas se transfieren a través de al menos una traducción aceptable, y esta de Luis Murillo Fort debe ser por lo menos eso), hablo de páginas y páginas ante las que me detengo y me veo sofrenando el impulso de avanzar y retrocediendo para releer una o dos veces pasajes que me parecen bellísimos. Y vuelvo a ellos intrigado por la naturaleza de su belleza, y así... Ahora sólo quiero dejar una cita de un pasaje que se puede encontrar pasando la mitad de la novela. No podía parar de exclamar, no podía...
Ahora voy a hacer dos cosas: una advertencia y una "introducción"
La Advertencia: absténganse de leer quienes: tengan una sensibilidad extrema para con el dolor de los perros / vayan a leer esta novela / no gusten de Cormac McCarthy / piensen que los microcuentos son lo mejor y más refinado de la narrativa / tengan menos de cinco años de edad...
La "Introducción": el pasaje trata sobre una cacería de perros, perros que se comen terneros enteros en los campos ásperos de Nuevo México. Una partida de vaqueros, que trabaja para un propietario que ya ha perdido varias cabezas, sale cabalgando hasta cercar a los perros con las primeras luces del alba en una especie de meseta. Y así los van enlazando para evitar que sigan comiéndose a los terneros... Es una forma de decir... Hasta que solamente quedan dos perros... A lo que voy es que me sorprendió y conmovió tanto cómo un narrador puede transmutar algo horrendo en algo simplemente hermoso y elemental (y después, otra vez lo terrible), que quedé en esa suerte de ataraxia emocional que nos llega cuando estamos en presencia de un maestro. Va...

"Alcanzó el primero a los perros y lanzó el lazo sobre el perro amarillo que iba en cabeza. El moteado atajó casi por debajo de las patas del caballo y corrió hacia el borde. El amarillo rodó y rebotó en el suelo y se levantó otra vez y continuó corriendo con el nudo en torno al cuello. John Grady llegó a la altura de Billy y lanzó su cuerda y atrapó al amarillo y cuarteó a su caballo con el extremo doblado de la cuerda y luego dio un tirón. El cabo flojo del cabestro de Billy silbó por el suelo y se detuvo y el perro grande amarillo se alzó repentinamente del suelo volando hacia adelante atrapado entre las dos cuerdas y las cuerdas vibraron con una sola nota breve y apagada y luego el perro explotó.
El sol había salido hacía menos de una hora y en la travesía de la luz sobre la
mesa la sangre que saltó en el aire delante de ellos fue tan brillante y tan inesperada como una aparición. Algo surgido de la nada y absolutamente inexplicable. La cabeza del perro dio varias volteretas, las cuerdas recularon en el aire, el cuerpo del perro aterrizó en tierra con un golpe sordo.
Maldita sea, dijo Billy."

7 comentarios:

Unknown dijo...

de acuerdo

Fabián Muniz dijo...

Paa, qué notable ese pasaje... Me acordé de mi último perro (Mishy) que solía ladrarle a los autos cuando pasaban y murió, paradójicamente, aplastado por uno.

Abrazo!!!

A.A

Pedro Peña dijo...

Lo del estallido del perro es flor de imagen. Y lo del perro del archiduque no creo que haya sido "paradójico", es más, era lo que siguiendo las normas de la lógica tenía que suceder. Con todo respeto.

Anónimo dijo...

tal cual

Fabián Muniz dijo...

Lo paradójico, más bien, fue que la diversión en la vida de mi perro era ladrarle a los autos; era su motor de vida. Sin aquello, el perro se moría de aburrimiento. Pero, siguiendo la lógica, eso también lo llevaría a la muerte. Era "la inútil lucha de un carácter contra su destino".

Damián González Bertolino dijo...

Era un perro.

franco gonzález bertolino dijo...

1. Era un perro.
2.Le pusiste Mishy, macho!!!
3.A causa del nombre era obvio la muerte dolorosa que debía sufrir.
Abrazo.