domingo, 25 de enero de 2009

Rojo

Al principio aquel lugar parecía una iglesia, después, mientras me instalaba entre los primeros asientos, un poco sobre la derecha, me fui dando cuenta de que había algo en la ambientación que sugería un teatro. Luego empezó una representación en la que actuaban varios curas. Bailaban o se movían abriéndose paso entre ellos. Entonces yo me levanté y caminé hasta el escenario y traté de formar parte de lo que estaban haciendo. Pero en seguida me di cuenta de que al menos un par de curas no se llevaban bien entre sí o hacían cosas que a mí me dejaban espantado. Sin embargo no llegué a hacerme una idea de lo que ocurría. Desde el otro lado comencé a sentir que me llamaban o que me gritaban para que me bajara del escenario. Y eso hice, pero cuando estuve a punto de volver a ocupar mi asiento, vi en el suelo un papel maltrecho y doblado de forma despareja. Estaba muy próximo a uno de los asientos de la fila izquierda, y la persona que había allí también se fijó en el papel. El papel era un recorte de una página de un diario o era algo que yo había escrito. La persona me miró y me dijo que probablemente el papel estuviera ensopado, pero que eso se podía arreglar. Entonces apareció uno de los curas, recogió el papel y abrió una especie de cabina que había sobre la derecha, al pie del escenario. Adentro había un montón de formas hechas con papeles de colores muy suaves. Parecía el resultado de haberse puesto a pegar por los extremos tirillas de papel y doblarlas hasta darles determinada sensación de cubos o pirámides o estrellas... Pensé al mismo tiempo que los colores eran iguales a los de algunas pastillitas que me gustaba comer cuando era niño. Pero no me dio tiempo para nada más: el cura frotó el papel que había estado en el piso con algunos de los que estaban en la cabina y me aseguró que en poco tiempo se iba a secar. Cuando me lo dio, el papel ya se parecía a otra cosa. Era como un sachet muy delgado, una lámina que contenía en su interior un líquido rojo que formaba curvas donde se concentraba. Fue ahí que sentí que aquello era mi propia sangre. Y a partir de ese instante observé que las curvas se complicaban de tal manera que yo podía entrever hasta una escena como esta: la silueta de una persona de pie, un leve balanceo del cuerpo hacia adelante y la cabeza que sale despedida y cae con la violencia de una piedra liberada.

(La imagen pertenece a Jeremías)

7 comentarios:

Unknown dijo...

Un encuentro con un Padre Brown arquetípico.
Un canto a la vida.

Fabián Muniz dijo...

¿Cómo hacés para recordar tantas cosas, tantos detalles de tus sueños? Si vos no lo sabés... preguntáselo al Licenciado Bombay. Él, de seguro, tendrá la respuesta.
Abrazo!!!
A.A

Leonardo de León dijo...

¡Me encantó este sueño! No sabría decirte la razón...
Gran abrazo.
L.

Martín Bentancor dijo...

Por momentos, me pareció estar viendo una escena de algún filme de David Lynch (particularmente de "Mulholland Drive" o "Lost Highway"), una escena que el propio director cortó para evitar mayor inquietud en los espectadores.
Un saludo.

Pedro Peña dijo...

Surrealismo puro. Los curas dejaron el coro para convertirse en bailarines. Y vos en el medio!!! Y te pedían que no salieras!!!!!! Tu sangre en sachet me hizo recordar una experiencia funesta de donación de sangre que tuve una vez.

Saludos

Cristian M. Piazza dijo...

Hola Damián,

Las primeras líneas podrían haber sido un sueño de Fellini (¿sabías que anotaba sus sueños?) o una película cómica hasta el ridículo que salió en Italia en 2003 "Il ritorno di Cagliostro".

Yo no puedo dormir sin soñar. Este lo escribí: http://cafeylecturas.blogspot.com/2007/12/zaf.html

Abrazo

Damián González Bertolino dijo...

Muchas gracias a todos por los comentarios, como siempre...
Cristian: ¡Claro! Adoro a Fellini. Un día me quiero comprar el Oniricón ilustrado... Aunque también sentí algo de Lynch cuando lo estuve escribiendo, como dice Martín, sobre todo eso del sobre con sangre y de la espera para recibirlo para recibirlo.
Un abrazo.