Ahora que las clases han terminado, me decidí a hacer una pilita con todos aquellos libros que tengo que leer en el verano y que he deseado leer durante el transcurso del año. Como siempre, como todos los años, esta pilita se caerá por su propio peso y por la negligencia de sus ambiciones. Sé que dentro de dos o tres semanas varios de estos libros que he elegido van a volver a la biblioteca y se sumarán algunos imprevistos. Por lo pronto mi pilita tiene los títulos "Un hombre y su mundo", de Arturo Sergio Visca, "Leviatán" y "La invención de la soledad", ambos de Paul Auster, "La guerra de los gimnasios", de César Aira y "Redoble por Rancas", de Manuel Scorza. Por ahora empecé con el primero de los que nombré, el libro de ensayos de Arturo Sergio Visca". Luego de haber leído con deleite "Abril rojo", de Santiago Roncagliolo y con no tanto deleite "El mago", de César Aira, proseguí leyendo la novelita de la que he hablado "Devoradores de plástico", pero como ha sido destinada al baño, su lectura es ocasional. La edición del libro de Visca que tengo es interesante. Es del año 1978 y fue editado por la Biblioteca Nacional. Uno lo abre y encuentra en la primera página (en blanco, claro) un "20" tachado y debajo un "10", o sea el precio por el cual lo compré hace más o menos un año. Tuve que haberlo comprado en alguna de mis idas a Montevideo en diciembre, cuando fui a ver a mi abuela materna por su cumpleaños; debió haber sido en alguna de las librerías de la calle Tristán Narvaja; aunque una parte de mí se resiste y me dice que puede existir la mínima posibilidad de que ese libro haya sido comprado en la feria de los domingos de Maldonado. Pero la particularidad más sobresaliente de este libro como objeto es la dedicatoria del propio autor a la viuda del narrador Víctor Dotti. Dice así: "Para Irma G. de Dotti, amistosamente y con el recuerdo de Víctor y su admirable narrativa. Arturo Sergio Visca. Montevideo, 28, V, 79". Las páginas siguientes están llenas de presuntos subrayados de la viuda y, en muchos casos, se limitan a asociar lo que plantea Visca con el pensamiento de José Ortega y Gasset. Es más, al final de un ensayo titulado "Un rostro y su enigma", la lectora escribió lo siguiente: "Excelente, pero ortegasiano". Pasando a la obra en sí, cuando uno lee el prólogo del autor parece interesante, más que nada porque aparece allí planteado el procedimiento de escritura que va a animar todos los ensayos que vendrán a continuación: "(...) para una justa intelección de las intenciones que han orientado la elaboración de estas páginas no debe olvidarse (...) que en las mismas se ha procurado fundir sensibilidad y conceptuación." Sin embargo, cuando empecé a leer el libro, de inmediato, en los primeros ensayos, encontré un esquema típico que se va reproduciendo una y otra vez. 1- El autor mira su entorno y se siente ensimismado, o sobrecogido por el ambiente que lo rodea 2- Se sucede una serie de metáforas más o menos evidentes, más o menos interesantes, para detallar, recrear ese momento de sobrecogimiento. 3- Por último, se plantea la "tesis", lo que el autor pretende decir (ideas sobre la soledad, sobre la relación del hombre con las cosas, etc.) 4- Conclusión. Bien... debo decir que en la mayoría de los casos me ha extrañado encontrarme con reflexiones que, aunque probablemente ciertas, me han parecido evidentes o, en los casos más soprendentes, plenas de un panteísmo (creo que ateo) medio trasnochado. Seguiré leyendo...
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