martes, 15 de junio de 2010

Apuntes del tipo "lo veo a Camoranesi y me dan ganas de llorar"


1: Mi padre es un tipo muy peculiar. Suele enviarme mensajes de textos en cualquier momento del día, y esos mensajes a veces me llegan en situaciones absolutamente irreconciliables. Por ejemplo: estás saliendo de la presentación de un libro, o llegás del supermercado con todas las bolsas cortándote los dedos, te suena el celular y recibís el siguiente mensaje: "Ajax para Lodeiro guacho bien". En momentos de cansancio por las actividades a lo largo de la jornada, esos mensajes son pequeños oasis de alegría, aun cuando el mensaje diga: "Pakistán terrible 5 muertos". Lo que posee esa especie de parte o telegrama deportivo, político o policial que se desarrolla día a día es simplemente la presencia de mi padre, que está ahí pensando en mí. No tiene nada de misterioso. Esta tarde, mientras caminaba por un pasillo del liceo yendo a buscar a un estudiante que no había asistido en toda la semana pasada, suena el celular: "paraguay 1 italia 0". Y me sentí dos veces contento.

2: No hincho nunca por Italia. No me simpatiza la selección de Italia. No me gusta cómo juega, y si me gustara, creo que el caso no sería distinto. Pocos de sus jugadores admiré (Roberto Baggio, Alessandro del Piero...). De niño yo ya escuchaba a mi madre hablar en italiano, mis bisabuelos eran italianos, mi abuelo era italiano, mi hermano vive en Italia y es ciudadano italiano, su pareja es italiana, admiro profundamente, hasta los huesos, a Federico Fellini, de niño en el club me llevaba de maravilla con cuatro o cinco italianos que llegaban cada verano, ansío conocer Mioglia, un pequeño pueblo de Savona cuya población es cada vez menor, hasta lo alarmante, y en donde nació en 1874 mi bisabuelo Giuseppe Bertolino. Giuseppe Bertolino fue uno de los primeros inmigrantes que se asentaron en el barrio Nuevo París, de Montevideo. Hoy en día Nuevo París es un sitio donde la mayoría de los hijos y los nietos de esos inmigrantes italianos, judíos, polacos, yugoslavos, armenios, continúan sus días en esas calles que demarcan los puntos absorbentes de las curtiembres de la zona. Incluso allí está establecida la editorial La Propia Cartonera, que publicó el año pasado mi relato "Los alienados", a tan sólo dos cuadras de la casa de la calle Triunfo en donde creció mi madre, rodeada de fincas con quintitas en el patio y con vides, y discusiones de viejos borrachines de vino dominguero gritando a sus hijos "Mascalzooooone!!!" como todos unos personajes de una novela de John Fante. Una cosa así es impactante. Parece que tengo motivos de sobra para hacer de Italia mi segunda selección del Mundial, luego de Uruguay, lógicamente.
Sólo una vez vibré y me emocioné con Italia, pero fue porque el rival, Alemania, me resultaba un tanto más insoportable. Fue durante una de las semifinales de Alemania 2006, cuando los italianos enfrentaron a los locales y los dejaron afuera. Mi hermano Franco vivía en Nuevo París porque por esa época cursaba una licenciatura en composición en la Facultad de Música. Yo había ido a visitarlos a él y a nuestra abuela Elcira (Devitta), aprovechando mis vacaciones de invierno. Cuando Grosso convierte aquel gol tan duro e inesperado casi al final del segundo tiempo del alargue, Franco y yo saltamos de la alegría. Y unos minutos después, cuando del Piero cierra la clasificación definiendo con calidad extraordinaria ante la salida de Lehman, abriendo la cara interna de su pie derecho y mandando el envío con comba al palo más alejado, en ese instante saltamos cantando "Iiiiitaaaaaaaalia... Iiitaaaalia...". El encuentro duró poco minutos más, y después salimos a la calle a escuchar los ruidos de los petardos que tiraban varios de los vecinos del barrio para festejar el pasaje a la final. Pero fue la única vez. Al siguiente partido, en plena final, ya estabábamos hinchando por Francia, totalmente fascinados por la reaparición merecida y sorprendente de Zinedine Zidane a partir de su partido de octavos de final ante España, un acontecimiento sobre el que ya escribí algunas cuantas líneas. Y por ahí queda la cuestión. No puedo, no puedo hacerlo. Me aburre excesivamente el calcio, no puedo soportar los compactos de goles de la liga italiana donde el 102.5 % de los goles (porque los replays son insufribles) son de jugadas surgidas desde amontonamientos, o rebotes, o tiros libres con forcejeos extremos en el área, etcétera, etcétera... Por eso un jugador como Ronaldinho Gaúcho terminó por no ir al Mundial. Pudo haber descollado en el fútbol español, acorde a sus movimientos, pero no en el Milan. ¿Una respuesta final?... No tengo idea. ¿Es la aversión al catenaccio una explicación? ¿Es lo prosaico y oportunista? No, nada de eso. Quizás lo sepa mucho después.

3: Consigo llegar a ver el segundo tiempo del partido....
Minuto 59. Sale Marchisio e ingresa Mauro Camoranesi en la selección italiana. Acapara el medio del terreno, convierte en un poco más ágil el trabajo de los volantes italianos. Es dinámico, despierto, inteligente, de buena técnica. Corre, marca, llega a las pelotas casi perdidas, pasa la pelota, se libera de la marca. La recibe, la distribuye de nuevo. Traba, llega a tiempo. No llega a tiempo. Se gana la amarilla. Algunos minutos después quizás merezca otra amarilla, pero el juez mexicano la deja pasar y sólo cobra foul. Italia ya ha logrado empatar el partido. Camoranesi es de los que sienten atravesando la lluvia que el partido puede ser ganado. Paraguay se repliega y busca el contragolpe milagroso para un gol de Vera o de Santacruz. Mauro Camoranesi....
Mauro Camoranesi. 33 años. Nacido en Tandil, provincia de Buenos Aires. Cada vez que lo veo jugando por Italia o por la Juventus, se me hace difícil no pensar en la pobreza de gran parte de nuestro fútbol y partir de allí hacia la impotencia. Mauro Camoranesi se consagró campeón del mundo en Alemania 2006. En 1997, había jugado toda la temporada en Wanderers, de Montevideo, y sus asentaderas tan cotizadas hoy en día calentaron las maderas despintadas de más de un banco de suplentes en muchos barrios de Montevideo. Camoranesi, sea por lo que sea, pasó de Wanderers a Banfield. No jugó ni en Peñarol ni en Nacional. Lo veo a Camoranesi y me dan ganas de llorar.

4: Bueno, hoy Japón le ganó a Camerún 1 a 0. El gol de Japón lo hizo un japonés. Y también Holanda le ganó a Dinamarca 2 a 0...

5: Desplazamientos. Uruguay. Paraguay. Charrúas. Guaraníes... Guaraníes. Guaraníes... Es ya sabido que la selección paraguaya, que empató con justicia hoy ante el último campeón del mundo, ocupó de por lo menos quince años a esta parte el lugar que Uruguay ocupaba en el concierto del grupo de los sudamericanos, es decir el lugar del telonero que a veces es invitado a subir al estrado donde cantan Brasil y Argentina. Ahora está allí Paraguay. Y Paraguay le pasó su sino a Uruguay. Viéndolo jugar a Paraguay como hoy lo vi jugar contra Italia, se me vino a la cabeza que quizás ofrezca un ideal de cómo tendría que ser en parte el juego de nuestra selección, o cómo podría evocar un pasado más o menos inmediato de la Celeste. Tiene fortaleza, decisión, cierta precisión y cierta contundencia que acá parecen haberse difuminado entre los elogios de la prensa, los negocios de Casal y las políticas de selección improvisadas o enclenques hasta, posiblemente, esta política de trabajo de Tabárez. Pero nosotros somos los charrúas, y ellos son los guaraníes. Si, como dice Daniel Vidart en su libro "La trama de la identidad nacional", no hay una presencia aún todavía debidamente documentada de esa tribu en nuestro territorio, como sí lo hay sobre la guaranítica, el mote de nuestra selección es un artificio, casi casi como lo podía ser la figura de Martín Fierro para Borges. O como sostiene Carlos Maggi en una nota de Marcha que el mismo Vidart recoge para otro de sus ensayos ("Sobre la identidad nacional"): "Hay quienes sostienen que tenemos sangre charrúa porque no tenemos charrúas". Desplazamientos... Los paraguayos son los guaraníes. De hecho, hablan la lengua guaraní: la sangre siempre caliente del lenguaje los nutre por igual.

6: Dudas. Iusiones. Dudas.... Dicen que Forlán va a jugar de enganche contra Sudáfrica, y que le cede su lugar en la cancha a Cavani. Más desplazamientos... Sacrificamos a los mejores por inaptitudes ajenas, nivelamos para abajo...

7: Messenger mental:
Xavi: "Si ganamos, me tiño el pelo con los colores de España." (en El País, de Madrid)
Yo: Te entiendo.

1 comentario:

Cristian M. Piazza dijo...

Coincido con vos en lo aburrido de este mundial. Los partidos son muy mediocres y no se salva ninguno. Es probable que España mañana haga 5 goles como acostumbra hacer en los primeros partidos y luego se enfríe o tal vez le siga el paso a la mediocridad de este evento.

Creo que todos los equipos salieron a calcular el resultado. A cuidarse.

Vos sabés que soy italiano y tengo que discrepar de lo que decís en un post. La azzurra no juega al fútbol champagne como le dicen algunos ni te va a hacer 5 goles en un partido, porque no les interesa y porque además los verdaderos 10 quedaron en casa. ¿De qué le sirvió a Argentina el 6-0 del 2006? De allí a decir, no vos sino una voz generalizada, que todo es valuarte de la defensa y cero fútbol, es un lugar común. Y Zidane me parece un tipo sobrevalorado que repartía cabezazos desde que era parte de "mi" Juventus. Sí, levantó una copa del Mundo, que si la hubiera levantado Baggio sería otro el de los comerciales de Adidas.

Pero coincido, a ver cuándo empieza el mundial.